En los últimos datos sobre la evolución la economía de España se observan dos constantes. La primera, la fortaleza del turismo, en plena recuperación de las cifras pre pandemia, y del resto del sector exterior, con un importante aumento de las exportaciones de consultoría, ingeniería, I+D, transporte, telecomunicaciones o informática. La segunda, la desaceleración o caída del consumo de las familias.
El menor gasto privado “denota el fuerte proceso de ajuste que están experimentando los hogares ante la erosión de su poder adquisitivo fruto de la elevada inflación y el proceso de endurecimiento de la política monetaria [las subidas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE)]”, recalca el equipo de analistas de Caixabank Research.
La contracción del consumo de las familias fue del 1,7% en el último trimestre de 2022 y del 1,3% en el primer trimestre de 2023, en el que el PIB total avanzó un 0,5%, según el INE (Instituto Nacional de Estadística). Porque el mordisco a los salarios en 2022 fue del 5,5% de media, según la OCDE. Es decir, los sueldos retrocedieron en términos reales “el equivalente a casi 11 días de trabajo”, lamentan los expertos de Oxfam Intermón. Y han seguido siendo dañados en el comienzo del presente ejercicio.
Una dura realidad que “contrasta con los abultados beneficios obtenidos por los principales grupos empresariales durante este año pasado y que ayudan a explicar el fuerte repunte de los precios que tanto castiga a las personas trabajadoras y las familias”, continúan desde la organización.
Este buen momento para las empresas que han sido capaces de trasladar los incrementos de los costes a los precios de venta —principalmente las grandes, o que funcionan en oligopolios con poca competencia, como el energético o la banca— resalta en el desglose del crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto) en el primer trimestre.
La inversión en general se elevó entre enero y marzo, respecto al último trimestre de 2022, y también en el cálculo interanual, como reflejo de las mayores ganancias corporativas. Y con un comportamiento especialmente positivo de las inversiones inmateriales de las empresas (en propiedad intelectual, formación, patentes...).
Este tipo de inversiones supera en algo más de 5 puntos el nivel previo a la pandemia, según se observa en el gráfico, mientras que el PIB total todavía no lo ha logrado, aunque por muy poco. Como tampoco lo han hecho inversiones en capital fijo (bienes, vivienda, maquinaria...), pese a que su crecimiento también aceleró en el primer trimestre de 2023.
Resistencia del mercado laboral
La otra prueba del buen momento de las empresas es la resistencia del mercado laboral, que en el arranque de 2023 presentó su mejor comportamiento en los últimos 15 años. Y con un mínimo de temporalidad. De hecho, para el secretario general de CCOO, Unai Sordo, el PIB creció en el primer trimestre “porque el empleo aguanta bien” y hay “un nivel de protección de rentas muy importante”, además de un buen funcionamiento de los sectores exteriores y del turismo.
Ante esta situación, hace un par de semanas, la vicepresidenta primera y ministra de Economía del Gobierno de España, Nadia Calviño, anunció la próxima creación del Observatorio de Márgenes Empresariales, que le servirá al Gobierno para tomar medidas “efectivas” de política económica. Según recalcó, es “muy importante mantener la competencia efectiva en los mercados de bienes servicios y una distribución adecuada de las rentas”.
“Para ello vamos a reforzar el seguimiento” con la creación del observatorio, que servirá para “lograr una mayor transparencia y calidad de la información en un ámbito que es fundamental para la toma adecuada de decisiones de política económica”, explicó Calviño. Todavía no han transcendido más detalles.
El Plan de Recuperación y el gasto público
Más allá del impacto de la inflación en el incremento de los beneficios empresariales, y en su capacidad de inversión y de mantener el empleo, los expertos coinciden en que el despliegue del Plan de Recuperación está siendo crucial, tanto por los desembolsos directos, como por las expectativas del desarrollo de nuevos proyectos a corto y medio plazo con el apoyo de los fondos europeos.
Precisamente, el dinero público salvó el crecimiento económico en los dos últimos trimestres de 2022. “Si la contribución del gasto del Gobierno al crecimiento [en esta recta final del pasado ejercicio] hubiese sido cero, el PIB se habría contraído”, incide Jordi Schröder, investigador de Positive Money Europe.
El “consumo de las Administraciones Públicas”, como se desglosa el gasto público en los datos de la Contabilidad Nacional del INE, está 6,2 puntos porcentuales por encima del nivel previo al shock de la COVID, lo que demuestra el peso crucial que ha tenido el Estado en la reconstrucción de la actividad.
Esta importancia del Estado en la recuperación de la pandemia y como respuesta a la crisis de inflación por la invasión rusa de Ucrania se pone ahora en cuestión con las peticiones de “consolidación fiscal” [es decir, de reducción del déficit presupuestario]. Exigencias que llegan tanto desde la Comisión Europea, que está negociando las nuevas reglas fiscales que se aplicarán a partir de 2024, como desde el BCE, que de hace un año está endureciendo las condiciones de financiación con sus subidas de tipos.
“El déficit público [los gastos que no cubren los ingresos públicos y se cubren con deuda] es un mecanismo utilizado por la gran mayoría de países del mundo para financiarse. No significa, per sé, que la economía vaya mal”, recalcan los economista de ATTAC.
Según defienden, “el déficit debe servir para invertir en infraestructuras, transición ecológica, prestaciones sociales y servicios públicos”. Aunque recuerdan que actualmente 74.000 millones de este desequilibrio en España se corresponde con el rescate bancario, según informó elDiario.es.
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