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Blackrock completa con Bankia su presencia en toda la gran banca española con el desplome en Bolsa por la COVID-19

BlackRock irrumpe en Bankia con un 4% y se erige en su segundo mayor accionista tras el Estado

Diego Larrouy

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A río revuelto ganancia de pescadores. Ningún pescador en Bolsa como el fondo Blackrock, el mayor inversor del mundo. Pocos ríos tan revueltos como la cotización de los bancos españoles. El gigante inversor ha completado gracias a los precios por los suelos de la gran banca su presencia en las seis principales entidades del país. Le faltaba Bankia, pero la semana pasada irrumpió con un 4% de las acciones.

Con una inversión que está valorada ahora en poco más de 100 millones por el bajo precio de sus acciones, Blackrock ha logrado convertirse en el segundo accionista de la entidad rescatada. Solo el Estado, a través del FROB, tiene más acciones al ser propietario del 60% –tras haber inyectado más de 20.000 millones durante su rescate—. Hasta ahora el segundo accionista era el fondo Artisan era el primer propietario privado de Bankia con algo más del 3%.

La entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri no es más que la última carta bancaria española en la baraja de Blackrock. Se une a Banco Santander, BBVA, Sabadell, CaixaBank y Bankinter. Quedan fuera de la lista las otras dos entidades que cotizan en Bolsa pero fuera del Ibex: Unicaja y Liberbank.

Aunque acostumbra a hacer inversiones que rara vez superan el 6%, lo fragmentado del accionariado de estas entidades le convierte en el primer accionista de Santander, BBVA y Sabadell, en el segundo de CaixaBank y Bankia y el tercero de Bankinter. Solo es superado en Bankia por el FROB; en CaixaBank por la Fundación La Caixa; y en Bankinter por Jaime Botín y Fernando Masaveu.

La valoración bursátil en sus participaciones en los seis bancos citados tienen una valoración en torno a 3.300 millones de euros, teniendo en cuenta el desplome bursátil de este año. Su mayor participación, por valor bursátil, la tiene en Santander, cifrada a precios de mercado en torno a 1.700 millones. La menor, en Sabadell, de algo más de 75 millones de euros. No es nueva la presencia de Blackrock en este sector ya que en algunas entidades acumula ya años en el accionariado. Por ejemplo, según los registros de la CNMV,  aterrizó en Santander y en BBVA en 2010.

Ha coincidido la adquisición de su última carta de la baraja bancaria española, Bankia, con el fuerte descenso anual del sector. Desde el 1 de enero, Sabadell ha perdido el 75% de su valor; Bankia el 53%; Santander, el 49%; BBVA, el 45%; CaixaBank, el 43%; o Bankinter, un 42%. A un mal arranque de año para la banca, se sumó la crisis del coronavirus, que afectó con creces a la valoración de los bancos.

Durante el estado de alarma, Blackrock ha dejado prácticamente intactas las participaciones en la banca que, salvo en el caso de Bankia, ya tenía desde antes de la pandemia. El desplome bursátil no se ha traducido en grandes movimientos, salvo alguna variación en Santader, un pequeño recorte y un crecimiento en Bankinter. 

La sombra del fondo estadounidense Blackrock —no confundir con Blackstone, el mayor casero en España— en el Ibex es alargada. También está presente en el sector energético (Iberdrola, REE, Enagás) o en las telecos (Telefónica, MásMóvil y Cellnex), entre otras industrias. Todas sus participaciones, excepto en Amadeus, se quedan por debajo del 6%.

El primer gestor de fondos del mundo, que al comienzo de la pandemia apostaba por una crisis rápida, entra en Bankia cuando se encuentra en sus niveles de valoración más bajos, con una capitalización que se encuentra apenas por encima de los 2.400 millones. Un valor realmente bajo que complica todavía más poder recuperar ayudas que se inyectaron en la entidad tras su polémica salida a Bolsa.

Sin presencia en los consejos de administración

Blackrock es un gestor de miles de fondos de inversión —sus acciones en los bancos suelen dividirse en varios vehículos— que acostumbra a lo que se conoce como gestión pasiva. Es decir, invierte en empresas a las que hace seguimiento, pero nunca participa en los consejos de administración. En ninguno de los seis bancos españoles, pese a ser accionista de referencia, tiene un sillón en sus órganos de Gobierno.

Su poder en las empresas donde tiene participación se ejerce de otro modo. Lo hace, por ejemplo, a través de las juntas de accionistas o reuniones con directivos, donde siguen unas directrices generales trazadas desde la matriz, aunque sin entrar en cuestiones muy concretas de cada compañía. Una muestra de cómo funciona es la carta que envió su consejero delegado, Larry Fink, a los consejeros delegados de las empresas donde participa, así como a sus clientes, donde se establecía la transición ecológica como centro de su estrategia inversora. No como una cuestión política sino de negocio. Así, avanzaba que podría salir de una empresa o votar contra el nombramiento de directivos si no se adecuan a esta estrategia. “El año pasado, BlackRock votó en contra o se abstuvo en la elección de 4.800 consejeros en 2.700 empresas distintas”, advertía en esta carta.

Pero el poder que más se conoce de Blackrock es el que ejerce la influencia de su consejero delegado, considerado uno de los hombres más poderosos de Wall Street. Sus cartas, como la citada, suelen servir de referencia de hacia dónde van los mercados. Además, ha sido asesor de distintos gobiernos y organismos internacionales. 

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