El 'crowdlending' es una herramienta de financiación para empresas en la que varias personas les prestan dinero en vez de pedírselo a un banco. Es la evolución lucrativa del 'crowdfunding': no aportas porque apoyes el proyecto, sino a cambio de un interés. En España han nacido algunas plataformas intermediarias, han quebrado otras e incluso las hay verticales, como las de inversión inmobiliaria. La CNMV solo tiene autorizadas 28 y la legislación impide a los inversores no profesionales invertir más de 3.000 euros por operación, lo que no impide a quien quiera invertir más hacerlo fuera de España.
Los países bálticos (Letonia, Lituania y Estonia) son un auténtico generador de empresas de 'crowdlending'. La legislación es menos restrictiva y el acceso al crédito menor, de ahí que el sector haya florecido en los últimos años. Según datos recopilados por Fintech Baltic, el 8% del dinero prestado en estos países ya se presta así. Y no solo a empresas: también a particulares. Mintos, la empresa favorita de los que invierten en 'crowdlending', permite financiar préstamos rápidos a gente de Rusia, Moldavia, Rumanía, Vietnam, Armenia o España, de esos de 300 euros al 2.899% TAE que dan empresas como MoneyMan o Creditstar.
Para el que mete su dinero ahí, el principal aliciente es la alta rentabilidad. En Mintos hay préstamos que te ofrecen hasta el 20%, con bastante riesgo. Muchas ofrecen medias de entre el 10% y el 15%. La información de cuáles hay, cómo funcionan y qué ventajas o no tienen se mueve en blogs especializados y foros, que difunden el mensaje y captan nuevos inversores a través de enlaces de afiliación por los que se llevan un porcentaje. El más famoso y reputado es Financially Free (financieramente libre) de Jørgen Wolf, un danés que consiguió dejar su trabajo en tecnología para vivir exclusivamente de las rentas. Casi la mitad de su inversión (292.000 euros) está en plataformas de 'crowdlending'; el resto (365.000) en dos casas que alquila.
El español Alberto García va por el mismo camino. Empezó a invertir con 20 años y con 40 dejó su trabajo en publicidad para ser rentista y continuar su “viaje hacia la libertad financiera”. Como Wolf, lo cuenta todo en su blog. El verano pasado, viajó a la conferencia P2P en Riga y conoció a los jóvenes fundadores de Kuetzal, una nueva plataforma de 'crowdlending' que ofrecía rentabilidades de entre el 17% y el 21%. “Eso es un disparate”, cuenta. Para probarla y contárselo a sus lectores, metió 200 euros. Meses antes, el bloguero danés había metido 6.000 euros (iniciales, luego llegó a 25.000) y había escrito una extensa reseña, con fotos junto a los fundadores, a los que visitó. Hoy una actualización encabeza el artículo: “Considero que Kuetzal es una estafa”.
Los jóvenes letones desaparecidos
Los fundadores de Ketzual son los letones Alberts Äevers y Romans Antonovs. “Recuerdo su 'stand' en la conferencia”, cuenta García. “Allí se dieron a conocer al gran público. Los dos habían trabajado en Barcelona, en una compañía financiera. Tenían experiencia en el sector, pero eran muy jóvenes. No era diferente a otras plataformas: ofertaban proyectos en los que podías invertir, desde petrolíferos a promociones inmobiliarias. Como era un modelo que conocíamos y se presentaron en público, ninguno investigamos a fondo”.
A través de blogs como el de García y el de Wolf, la gente interesada en el mundillo conoció la plataforma y empezó a invertir. Fue el caso de Julio (nombre ficticio), otro de los españoles afectados, que invirtió 5.400 euros y su mujer, 13.000. “Lo conocí en Financially Free y empecé a invertir en proyectos de construcción, logística...”, cuenta. La web pedía un mínimo de 100 euros y permitía retirar el dinero de la inversión pagando una penalización del 10%.
Pese al “disparate” de los intereses, nadie buscó nada raro. “La gente no se molestó en llevar a cabo su debida diligencia”, continúa García. “Dijeron: me dan un 20%, pues a invertir”.
A principios de diciembre, una web de referencia rascó un poco más sobre una de las empresas para las que Kuetzal pedía dinero, la petrolera Alborg Petrol. Vio que el texto estaba copiado de la web de otra empresa, que las fotografías estaban sacadas de internet, que no tenía empleados en Linkedin y que la foto del jefe era en realidad el retrato de un profesor neozelandés. También se pasaron por la supuesta oficina, que no existía. Alborg Petrol parecía una empresa fantasma. Desde Kuetzal respondieron que la empresa estaría usándolo para comprar petróleo en subastas.
“¿Le había prestado el dinero a una empresa ficticia sin saberlo? ¿O sabían que era ficticia? ¿Y si sabían que era ficticia, pero aun así han pedido el dinero y se lo han quedado? Se formó una bola de nieve increíble y apareció otra empresa inmobiliaria, AA Developments, de la que salían cosas que no pintaban bien”, continúa el español. Estaba a nombre de la mujer del fundador, a la que descubrieron en Facebook. Un inversor de Letonia se acercó al supuesto lugar donde iba a construirse la promoción para la que pedían dinero, pero solo había un terreno vacío. Y tampoco le pertenecía a AA Developments. Otras empresas sí existían, pero aseguraban no haber firmado ningún acuerdo con Kuetzal.
Los fundadores estaban desaparecidos en combate, nadie cogía el teléfono y al frente de la empresa había un nuevo CEO, también muy joven, que apenas ofrecía respuestas. Ni este nuevo CEO ni la empresa han respondido a una solicitud de información de este periódico. Alguien se acercó a la oficina y descubrió que había cerrado.
Los inversores, de toda Europa, se organizaron en dos grupos de Telegram de más de 700 miembros en los que comparten información. A mediados de diciembre, cuando los blogs publicaron nuevas pruebas, hubo una desbandada general para sacar el dinero, pero la plataforma dejó de devolverlo. “Lo curioso es que en las cuentas aparecían los intereses recibidos. Si nadie estaba pagando los préstamos, ¿de dónde salía el dinero? Probablemente, del resto de inversores. La plataforma obligaba a meter un mínimo de 100 euros que no te dejaba sacar”.
Los afectados calculan que, entre todos los proyectos, Kuetzal recaudó más de dos millones. La web está cerrada y de Alberts y Romans no se ha vuelto a saber. Los inversores recibieron un email explicando que cerraban y que, de momento, no podían devolver el dinero porque el banco les había bloqueado la cuenta para hacer comprobaciones de prevención de blanqueo de capitales. Algunos, como García, han retirado su dinero de otras plataformas y se lo han llevado a Mintos, que sigue creciendo. Consideran que será un golpe para la confianza del sector. Otros, como el responsable de forofintech.org, la mayor comunidad en español de este tema, quitan hierro. “¿Impacto? Poco o casi nada. Era previsible. Equipo muy joven. Proyectos sospechosos con poca información. Hay otras plataformas que funcionan bien, con buenos equipos y es positivo a medio y largo plazo para el sector”, dice. Muchos se organizan para preparar una demanda. En los grupos comentan que la policía letona ya está al tanto e investigando. “Yo asumo que es dinero perdido”. concluye García. “Es un riesgo que corrí y forma parte de la inversión, aunque no es lo mismo que una inversión salga mal a que te estafen”.