Jorge Dioni (Zamora, 1974) acaba de publicar La España de las piscinas, un ensayo nacido de la intuición, tras las elecciones generales de 2019, de que el urbanismo disperso —los nuevos barrios a las afueras de las ciudades o las urbanizaciones de adosados en los pueblos colindantes— había provocado un “giro neoliberal” en una parte de la sociedad española.
Esos votantes conformaban los cinturones naranjas, zonas con unas características muy determinadas en las que Ciudadanos arrasó. Aunque dos años después el partido esté al borde de la desaparición, “estaba la idea, más allá de la visión cortoplacista, de cómo habían evolucionado las clases medias y el modelo urbano español”, explica su editor, Álvaro Palau, de Arpa Editores. “El tema genera polémica. Los 'pauers' eran un objeto político poco analizado que podía llevar al país en una u otra dirección”.
Los 'pauers', un término que acuñó el propio autor y que se cayó del título, son los habitantes de los nuevos barrios o PAU (Programas de Actuación Urbanística). Son esos ensanches nacidos al calor de la burbuja inmobiliaria y presentes en muchas poblaciones españolas: en Madrid, Salamanca, Toledo, Valladolid, Badajoz, Segovia, Zaragoza. El ensayo analiza este urbanismo de baja densidad, importado del suburbio estadounidense y “que crea un estilo de vida individualista que podría resumirse en el lema 'sálvese quien pueda'”.
El propio Dioni, periodista de formación y profesor en la Escuela de Escritores, es uno de esos 'pauers'. “Pero aquí no hay nada personal, es todo político. No me interesa la vida de las personas, sino que miremos que al final de una decisión hay una serie de voluntades políticas”, avanza. “Si promueven ese tipo de viviendas, si te hacen deducciones fiscales por planes de pensiones privados, garajes y carreteras enormes... Si las instituciones te guían hacia un modelo, hay que ir a eso y no acusar a la gente que no se resiste”.
Queríamos hacer esta entrevista en un PAU y escogió Valdebebas. ¿Qué tiene de especial?
Varias cosas. Una es que es un PAU con CEO: Marcos Sánchez Foncueva, un señor que estuvo en Ferrovial y en la Sareb. Se encarga de atraer inversiones, empresas, de comunicar... Es como el megapresidente de la megajunta de vecinos. Valdebebas es un Proyecto de Actuación Urbanística como otros, pero se le da esta visión privativa y emprendedora. Y funciona bien. El CEO tiene su Twitter y cuando fue la nevada decía: vamos a coordinarlo, a traer quitanieves, a limpiar las calles. Hizo una labor de coordinación, con un discurso similar al que trató de trasladar Ignacio Aguado, de que todos con nuestra pala podíamos limpiar.
Que tenga CEO me gusta porque enlaza con un modelo muy americano, tanto de Norteamérica como Centroamérica y Sudamérica, que aquí todavía no ha llegado: la comunidad cerrada. El condominio, el country. El Quién Mató a María Marta [documental que sucede en un country argentino]
¿Es este el PAU que más se acerca eso?
Sí, hay un paso más de meterle una visión empresarial al terreno. En Estados Unidos hay sitios en los que la promotora hace el terreno, lo cierra y pone sus normas. Hay una cuota de entrada, tú participas y las empresas también tienen que cumplir. El Estado no cobra impuestos, no mantiene la calle y no se encarga de la seguridad. Se encargan los de dentro. Aquí aún no es así. Los propietarios forman la junta de compensación, que es quien urbaniza y planifica.
Dice en el libro que César Cort es una figura importante. ¿Quién es?
A finales del s.XIX y principios del s.XX hay dos visiones del urbanismo en España. Yo lo simplifico así. La visión de Cerdá, el creador del término urbanismo, es urbanizar para la ciudad para los vecinos, hacer espacios amables y vivibles. César Cort dice que el suelo es una mercancía. Ganó su visión. Cort, que venía de una familia de Alicante, fue catedrático de urbanismo y concejal del Ayuntamiento de Madrid durante la segunda República. Después de la guerra compró terrenos aquí, cerca de Barajas, con la idea de que iban a revalorizarse cuando Madrid creciera. Ahora, su nieto [César Cort Lantero] es el presidente de la junta de compensación de Valdebebas.
Y fue quien puso la bandera gigante...
Primero puso una enorme bandera en un edificio [tras el referéndum de Catalunya]; después, izó esta como acto de homenaje a las víctimas del COVID. Fue en esa época dolorosa de la derecha: de lágrimas en la Almudena, una estatua, un pebetero en la Gran Vía..
Su tesis es que el urbanismo crea ideología, que somos donde vivimos. ¿Qué ideología sería la de aquí?
Aquí no se pasea, por ejemplo. Te obliga a usar el coche. Ahora los edificios son blancos, que producen sensación de sitio limpio, seguro, acogedor, en el que no me va a pasar nada porque no va a entrar nadie. Si esto es una isla segregada, una ciudad que crea su propia gente, ¿quién puede vivir aquí? Quien se lo pueda pagar. ¿Quién se lo puede pagar? O tienes dinero o tienes pareja, y si te vienes aquí es que muy interesado en la fiesta ya no estás. Te interesa tener una familia. El territorio selecciona a su gente. Y la homogeneidad hace que encajen discursos como el de la seguridad. Que a mi hijo no le pase nada, que no haya gente rara y si la hay que se distinga bien. Acuérdate de la historia de pánico en Las Tablas [otro PAU] por un depredador que resultó ser un buen hombre.
No es una cuestión de partidos, sino de discursos. Te interesa el discurso de la seguridad, no el de la igualdad o cierto discurso sobre la vivienda, porque si tú ya te has comprado un piso no quieres que baje. Los discursos de control de los alquileres vienen de la ciudad consolidada, pero aquí quieres que esto siga para arriba porque es tu principal activo. Y comprar un piso es el empeño de una vida y hay muy poco acompañamiento. En su momento se habló de la dación en pago, que si dejas de pagar la hipoteca entregues el piso y ya no tengas deuda. El debate decayó. Pero ese y otros debates relacionados con la protección del comprador de pisos —hipotecas de banca pública, que la promotora no te pueda dejar colgado si hay problemas, etc.— serían interesantes en la izquierda. No se llevan mucho porque el comprador de pisos es un ser malvado (risas).
Estas actuaciones son de los 90, pero los ensanches del PSOE en los 80 iban por el mismo camino: urbanización con piscina y manzana cerrada.
El tipo de edificio puede ser dominante. Pero hay diferencias. Esto es muy grande. No es una manzana, es una ciudad. No crece poco a poco. Te planteo otra ciudad, la separo y el mundo es diferente. Conozco a gente que vive en el Pasillo Verde [entre las estaciones de Atocha y Príncipe Pío en Madrid], que está muy bien. Son urbanizaciones cerradas con piscina. No sé cómo andará ahora, pero cuando me dejaba los ojos mirando resultados electorales ahí ganaba el PSOE [en las últimas elecciones ganó el PP].
Es ciudad, hay servicios, hay un colegio público y es la generación que se socializó con el PSOE. Los PAUs son otra generación. Han cambiado cuestiones que en Madrid se notan mucho: hospitales de gestión privada, cesión de terreno a colegios concertados y aumento del uso del coche.
Cuando la ciudad avanza poco a poco, añades ensanches que tienen viviendas, comercio y servicios. Cuando creas una nueva ciudad, ya no tienes que adaptarte a la forma previa. Puedes reproducir los modelos y adaptarte a la demanda. La vivienda preferida de los españoles es la unifamiliar. Aquí no habrá atascos porque las calles son grandes y habrá parques. Pero una avenida de seis carriles es una frontera. Y un parque enorme, un bosque urbano, un lugar al que se va los fines de semana.
Dice que los PAU son “sálvese quien pueda”. ¿A qué se refiere?
Esto es territorio libre de Oklahoma. Vienes con las carretas y a ver quién pilla el mejor piso, el mejor colegio para los niños y las mejores actividades extraescolares. El marco en el que se movió la solución a Filomena por parte del Ayuntamiento de Madrid fue sálvese quien pueda. ¿Como que no tiene usted una pala? Pues cómpresela y limpie el portal. ¿Qué quiere, que el Ayuntamiento le solucione la vida? Este es el marco que hay.
Añade la promoción de servicios privados, la cesión de terreno a las empresas, el retraso en la construcción de servicios públicos. El 38% de los madrileños tiene seguro de salud privado. El 48% de los estudiantes preuniversitarios madrileños va a un centro privado o concertado. Entre 2003 y 2011, los años gloriosos del PAU, se levantaron en la Comunidad de Madrid noventa centros concertados, casi uno de cada diez de los que se construyeron en toda España. Y en los últimos años ha aumentado la segregación.
Si algo une a los vecinos en los PAU es la falta de servicios y las demandas para solucionarlo...
Esto antes se estructuraba a través de soluciones colectivas. De asociaciones de vecinos, vinculadas al partido, al sindicato o a la parroquia. En Zaragoza hay un barrio que es un ACTUR [Actuación Urbanística Urgente], como Tres Cantos. Hay una asociación potente. En Alcorcón, la Casa de Extremadura era importante. En general, en todo el movimiento asociativo de los 70 y 80 la parroquia y las asociaciones regionales eran importantes. Y eso ya no existe, pero no es culpa de nadie. En El Cañaveral hay quejas, pero no terminan de cuajar. En mi barrio, Parque Oeste en Alcorcón, no cuajó. Siguen faltando dotaciones. Tiene 25 años y el centro de salud lo han empezado hace unos meses. Está el hospital público de gestión privada y un hospital de Quirón.
Según usted, “no es un fallo del modelo, es el modelo funcionando a pleno rendimiento”.
Cuando pasa todo el rato, en todos los sitios… La desigualdad no es un problema, sino el objetivo. La segregación es la concreción de la desigualdad. Nada más material que construir con una gran carretera de por medio.
La concejala madrileña Paz González tildó de error los desarrollos de los 90.
En la anterior crisis hubo mucha gente que dijo que eso estaba mal. Yo la tomo a ella porque ha acabado en una socimi. Hubo un acto de penitencia: esto es un error, no hay que depender del ladrillo, qué hemos hecho. Fue una resaca. Esto no lo vuelvo a hacer, qué hice ayer... hasta el fin de semana. Quedan pendientes juergas de hace quince años y hay que seguir. Se dijo que Valdebebas no saldría adelante en treinta años y aquí está, construyéndose.
Los nuevos desarrollos siguen el mismo modelo. Esto crea empleo, movimiento de dinero, atracción. Madrid va a seguir comiéndose gente de otras provincias y ya hemos visto que no funciona. Tampoco ha habido un punto y final, porque si cierras y no planteas una alternativa clara creas mal rollo. De “ya están otra vez los ayuntamientos obstruccionistas, los del no a todo, los enemigos del progreso...”. Hay que decir: por aquí no, pero por aquí sí. ¿Cuál es el por aquí sí? ¿Volver a los ensanches de Mangada? Probablemente.
El PAU es muy madrileño, pero en el libro hay más ejemplos. ¿Cuáles son representativos? ¿Qué sitios como Valdebebas hay en el resto de España?
Hay sitios así en Zaragoza, como Parque Venecia. No me extraña que el primer partido de la España Vacía haya nacido en Aragón, porque Aragón tiene un problema llamado Zaragoza. El 60 o 70% de la población vive en el área urbana. Huesca o Teruel tienen menos población que algunos de sus barrios.
En otras provincias lo que hay son urbanizaciones de chalés en pueblos colindantes. Es parte de lo mismo, porque también es una isla urbana. Alrededor de Valladolid, de Salamanca, de Badajoz, en la zona de Las Vaguadas. Se caracterizan por la segregación, la homogeneidad y el coche. La idea es que la propiedad es importante porque nadie te va a ayudar y es lo más importante que vas a dejar a tus hijos.
Aunque lo centra en José Luis Arrese, el ministro de vivienda de Franco, ¿no es la idea de convertir al proletario en propietario anterior?
Sí, hay colonias promovidas por la casa del pueblo y por gremios. Es parte del programa político de la izquierda imbatible durante años: el ascensor social. Usted que no tiene nada podrá tener una casa. Pero en el franquismo la idea es otra. Es crear un país de propietarios, pasar del minifundio a la casa.
Después de la Segunda Guerra Mundial hay en toda Europa un debate sobre la vivienda. Se resuelve que hay que facilitar el acceso. Por eso hay planes de vivienda en Reino Unido, Austria, Bélgica, Francia. En España no, porque ese debate está solventado. No hay que facilitar el acceso a la vivienda, sino promover la vivienda como propiedad y mercancía.
Y así tienes a la gente atada.
Deuda, propiedad y herencia. Y no te muevas, que lo pierdes. Arrese lanza dos frases extraordinarias: “queremos un país de propietarios y no de proletarios” y “primero la vivienda y después el urbanismo”. Primero construimos y después ya vemos dónde ponemos el colegio, el parque, la parada del autobús.
Lo interesante de ese modelo es que la propiedad es transversal y casi todo el mundo accede a ella. ¿Está el Estado fallando en dar otras opciones?
Sí. Vamos a ver: propiedad, bien; alquiler, bien. Que cada uno haga lo que le dé la gana. Pero creo que el Estado tiene que intervenir para dar seguridades a esas personas y para facilitar el acceso a la vivienda en general, porque es un derecho. Estamos dejando de ser un país de propietarios. Y en otros países hay una alternativa: no te van a dar un chalé, pero un piso sí.
¿Hacia dónde debería ir?
Ojalá haya alternativa. Un modelo de ciudad con cierta intervención. En Estados Unidos hubo un movimiento hacia fuera muy bestia en los años 70 y 80. Eso hizo que las ciudades las pasaran canutas. Cuidado con que no nos pase. No digo que se vayan a vaciar, pero las propuestas de segregación no salen bien. A Estados Unidos no le salió bien, tiene segregación urbana por arriba. A Francia tampoco, tiene segregación urbana por abajo. Gentes semejantes no pueden dar existencia a una ciudad, que decía Aristóteles. Hay que hacer ciudades mixtas.