“Construir la España del bienestar es posible”, afirma José Carlos Díez en plena gira de presentación de su libro De la indignación a la esperanza (Plaza Janés). Se define a sí mismo como “economista observador” y cuenta en la entrevista que escribió la obra “pensando en que seguiría gobernando Rajoy”. En ella, analiza cómo llevar a cabo un plan para llegar al empleo con buenos salarios en España, teniendo en cuenta las restricciones de la globalización y la revolución tecnológica.
De la indignación a la esperanza. ¿Aplicaría esta frase al cambio de Gobierno que se acaba de producir?
Escribí el libro como un plan alternativo a todo lo que decía Rajoy que no era posible realizar, como la subida de las pensiones, los salarios y la resignación ante trabajos precarios. El objetivo es mejorar el empleo, lo demás no es importante. Yo creo que este nuevo Gobierno ha generado ilusión, no se si esperanza, pero ha habido un cambio muy significativo.
¿Qué es lo que no debe faltar en las políticas económicas del nuevo Gobierno?
Les diría a los ministros que hay que dejar de hablar del PIB y empezar a hablar de las personas. El crecimiento del PIB ya no es un indicador, sino una condición necesaria. Hay que hacer un reparto un poco más ordenado –especialmente en relación a los salarios más bajos– y mejorar la productividad que ahora mismo está estancada. Desde tiempos de Adam Smith sabemos que si la productividad no crece, el nivel de vida de la gente no mejora. Además de la buena acogida que ha tenido el Gobierno, recuperar el ministerio de Ciencia e incorporar otro de Transición Ecológica es un soplo de aire fresco.
La economía ya no puede estar basada en el crecimiento, ¿se puede decir que hemos llegado al límite?
El crecimiento del PIB es sinónimo de crecimiento del empleo porque el PIB son horas trabajadas y un país necesita seguir creciendo para que disminuya la tasa de paro. El problema grave es el cambio climático y las emisiones y esto es más complicado de gestionar porque el mercado no lo puede hacer, se necesita una intervención pública.
También puede crecer el empleo y seguir existiendo un sentimiento de indignación generalizado. Yo he creado un plan para que crezcan el empleo y los salarios a la vez, y esto está sometido a dos restricciones: por un lado la globalización –que es lo que ha llevado a Trump a la Casa Blanca– y por otro, la revolución tecnológica. En el libro cuento cómo crear ese plan para llegar al pleno empleo con buenos salarios en España, teniendo en cuenta estas dos limitaciones.
Hace un par de años hablaba en un artículo sobre el “conocimiento impreciso de Sánchez” de los problemas que pretende resolver. Usted apuntaba que “se nota que ha leído muy poco de economía”. ¿Ha acertado con los nombramientos en las carteras relativas a esta materia?
Sánchez ha formado un equipo económico muy solvente. Hoy, después de ver el nuevo Gobierno no habría escrito ese post. Al final Pedro Sánchez ha recuperado la esencia del PSOE: un Gobierno de izquierdas con solvencia técnica. Evidentemente hay que tener una visión utópica porque todos queremos cambiar la realidad y hacerla mejor, pero siempre con los pies en el suelo. Cuando gobiernas, tus decisiones afectan a 46 millones de personas, por tanto, si tienes perfiles con experiencia y solvencia técnica, mejor. A mi, este Ejecutivo me ha sorprendido gratamente y estoy encantado. Le deseo lo mejor.
¿La Reforma Laboral de 2012 es la causa del empleo precario?
Es una de ellas. La causa principal fue la burbuja (otras cosas no, pero el ladrillo se nos da bien). El pinchazo de la burbuja fue muy duro, estábamos en la peor crisis económica mundial en 80 años lo cual agravó mucho el problema. Además del rescate de 2012 y los errores de la política económica europea, la Reforma Laboral facilitó la devaluación salarial, que fue en una parte necesaria por la política de compra de deudas del BCE que devaluó el tipo de cambio del euro.
¿La renta básica universal puede ser una solución a la precariedad?
Es un debate que hay que abrir. A día de hoy está muy condicionada por la visión negativa sobre que los robots van a acabar con todo el empleo. Yo no tengo esa visión, aunque creo que los robots van a tener un impacto negativo a corto plazo y también hay que tenerlo en cuenta. La renta básica es una red. Mi posición pragmática pero utópicamente no me parece mal.
España no se puede plantear una renta básica con un 100% de deuda pública teniendo en cuenta las pensiones y la situación de la sanidad y la educación. Replicar el modelo de Euskadi (Renta de Garantía de Ingresos) en toda España costaría unos quince mil millones de euros con un déficit de treinta y cinco mil millones, habría que subir el déficit a cuarenta y cinco mil millones y la deuda pública hay que pagarla.
La solución que propongo es un híbrido: una renta mínima enfocada a la pobreza severa. Vincularía la renta con políticas activas de empleo. Una sociedad no debe permitir la pobreza y si lo permite, además de ser injusta, vulnerable y con una democracia de peor calidad, la desafección con la política e instituciones es mayor.
Hay expertos que proponen la renta básica como una herramienta que empodera a la sociedad a la hora de decidir qué tipo de empleo están dispuestos a aceptar.
Eso me recuerda a la Teología del Amor de San Agustín, que es preciosa y me encanta leerla, pero cuando acabo me pregunto cómo pone en práctica la teoría. Creo que estos expertos tienen que bajar a lo posible y cuantificar. Los economistas siempre preguntamos: ¿quién lo paga? Si no hubiera restricción presupuestaria no habría problemas económicos porque el óptimo sería infinito. Tampoco habría precariedad, ni tasa de paro, ni inflaciones en Venezuela, ni deflaciones en Japón. Todos seríamos felices, pero la restricción presupuestaria existe.
Cuenta en el libro que, ante cambios tan profundos como la globalización y la revolución tecnológica es necesario generar ilusión y calmar miedos. ¿De qué manera?
Siempre es necesario un punto de incertidumbre porque la naturaleza es incierta, un mundo sin incertidumbre es antinatural, pero un exceso, lleva al ser humano a paralizarse. Tomamos decisiones con nuestra parte emocional y esa parte hay que cuidarla. Decir que el empleo se va a acabar y que vamos a morir todos, produce bloqueo en el ser humano.
El libro tiene dos objetivos: reducir el miedo del lector para que entienda que la globalización y la revolución tecnológica son consustanciales a la evolución humana y sobre todo que la tecnología no es un fin, es un medio. El objetivo es que millones de personas puedan usarla para tener un mejor nivel de vida y una vida más cómoda. Los procesos de transición de las revoluciones tecnológicas son muy duros y generan crisis sociales, por tanto, hay que instaurar mecanismos de protección para la gente que pueda salir perjudicada en el proceso.
También afirma que los jóvenes recuperaremos nuestros derechos y tendremos oportunidades de desarrollar un proyecto vital en España que nos permitirá vivir mejor de lo que vivieron nuestros padres. Sin embargo, el sentimiento generalizado es de perpetua fragilidad económica, ¿estamos saliendo de la crisis?
En ese segmento no. Los jóvenes estáis en el país equivocado en el momento equivocado. Los salarios precarios en los jóvenes son el efecto, no la causa del problema. Hay un déficit en la Seguridad Social porque las empresas españolas no tienen capacidad tecnológica para desarrollar proyectos rentables con empleos de calidad en la era de la tecnología global.
A largo plazo, si queremos cambiar de verdad la causa del problema, las empresas españolas tienen que entrar en mejores dinámicas y aprovechar mejor todos los recursos que tienen disponibles. Hay que ser sostenible también en el empleo y los salarios. Desde la Reforma Laboral, los salarios han perdido más de tres puntos que equivalen a treinta y cinco mil millones de euros, que tendrían que estar en manos de las familias y sin embargo han pasado a los impuestos y a las empresas. En el último informe anual del Banco de España se constata un crecimiento de los beneficios anormalmente alto en términos históricos que no se refleja en los salarios. Hay que empezar a mejorar la calidad empresarial y la productividad y eso va vinculado a la subida de salarios.