Lo que Luis de Guindos olvida en sus memorias

Lo mejor que se puede decir del libro de Luis de Guindos –España amenazada (Ed. Península)– que sale hoy a la venta es que es breve. Apenas 150 páginas, si descontamos el prólogo de Mariano Rajoy y los anexos, que intentan explicar la gestión que hizo el ministro durante el año 2012 para sanear el sistema financiero y evitar la quiebra del país. El libro está escrito a trompicones, hilando sin mucha suerte flashbacks del autor que trasladan al lector de forma inopinada de un escenario a otro sobrevolando en un mismo párrafo varios momentos históricos.

El libro solo será comprensible para quienes vivieran esa época: periodistas, políticos y burócratas. Pero la divagación espacio-temporal hará muy cuesta arriba al lector la trama que se describe en sus páginas. Con todo, en la narración se asoma un De Guindos en estado puro. Reivindicando su papel y poniendo en valor su figura en el ámbito internacional, que para eso ha escrito un libro.

Estas minimemorias salen en el peor momento político para De Guindos, lo que automáticamente se convierte en el mejor momento comercial para la editorial. En el capítulo de agradecimientos, De Guindos solo recuerda de forma especial a su buen amigo “José Manuel Soria”. Lo escrito, escrito está. Y este agradecimiento difícilmente se podrá leer en plena tormenta por el frustrado nombramiento en el Banco Mundial con el mismo candor con el que el ministro lo escribió en su momento.

Pero por encima de la actualidad, el libro también contiene una visión muy sui generis de su protagonista sobre la gestión de la crisis. Lo que más llama la atención son las sonadas ausencias. Biográficas, profesionales o históricas, hay algunos datos que no aparecen en sus páginas pero que nos encargamos de recordar.

Un pasado como docente

Empezando por la parte biográfica, cuenta De Guindos que justo antes de que le llamaran para ser ministro “daba clases en el Instituto de Empresa, [...] Escribía un artículo semanal en el suplemento Mercados del periódico El Mundo, donde compartía páginas con el exministro socialista Jordi Sevilla. Alguna conferencia, libros y tenis..., en fin, una vida bastante apacible y entretenida”.

Poco más adelante insiste: “Desde que dejé en 2004 el Gobierno de José María Aznar como secretario de Estado de Economía, me había dedicado al sector privado, sobre todo a la docencia en los últimos años”.

La faceta de docente del señor De Guindos es, curiosamente, la menos conocida de su pasado antes de tomar posesión de la cartera de Economía. Al menos, si se toma como referencia el currículo que La Moncloa tiene colgado en su página web y en la que no figuran estas labores de docencia (sí se menciona que fue presidente de un órgano del Instituto de Empresa).

En el libro solo se hace referencia explícita a su pasado como presidente en España de Lehman Brothers, pero no se considera relevante hablar, por ejemplo, de que fue consejero de Banco Mare Nostrum el año anterior a su nombramiento. Esta entidad era una de las rescatadas y sobre ella De Guindos tuvo que legislar, algo de lo que sí habla en el libro pero sin mencionar ese detalle que, como se apuntó en su momento, podía suponer un conflicto de interés. En sus críticas al funcionamiento de los consejos de administración de entidades rescatadas, hubiera sido interesante aportar que pertenecía a uno de ellos.

Por si acaso, en el perfil biográfico de la solapa del libro también se ignora todo su pasado en el sector privado, salvo una mínima referencia a que ha “trabajado en compañías de servicios financieros”. No hay tampoco alusión a su faceta como consejero de la eléctrica Endesa, que administró hasta su nombramiento, cargo por el que cobró 368.000 euros en su último ejercicio, 2011.

Sin acuse de recibo con los correos de las black

Los correos de Blesa, una de las principales investigaciones destapadas por eldiario.es, no merece mención en la memoria del exLehman Brothers. El asunto no tendría mayor importancia si no llevara a cometer un error al ministro en su relato sobre 'las black', de las que saca pecho por haber casi destapado. “El equipo del actual presidente de Bankia había encargado una auditoría de la entidad tras una grabación en la que se hablaba de unas denominadas tarjetas black”.

Obviando la existencia de aquellos famosos correos, el ministro habla de una grabación inexistente. Este diario ha preguntado por ella tanto a Bankia como al ministerio. Desde Bankia reiteran que el origen de la investigación son los correos de eldiario.es, tal y como han defendido siempre. Economía no aclara de qué grabación habla el ministro.

El banco malo sin presidenta

El banco malo ha resultado ser mucho más malo de lo que el ministro esperaba cuando lo diseñó. Quizá por eso, apenas lo menciona de pasada en una página del libro, cuando fue una pieza clave en el saneamiento del sector financiero. Para poder rescatar a los bancos, primero había que limpiarlos, y para eso hacía falta un contenedor que fue el banco malo.

Tres años después de su nacimiento, la Sareb (el acrónimo real) sigue sin levantar cabeza, y muchos especulan con que sus accionistas, entre los que es mayoritario el Estado, tengan que volver a salir al rescate.

Estruendosa ausencia es también la del nombre de quien montó el banco malo, Belén Romana, elegida por De Guindos tras haber trabajado juntos en los años del Ministerio con Aznar. Romana dimitió abruptamente del cargo, lo que no merece una mención en el libro. Ni siquiera cuando De Guindos reconoce que intentó proponer a una mujer al BCE para conservar una silla en el consejo menciona el nombre de la fémina. Esa mujer anónima era la propia Romana.

El fiasco del superregulador

Aunque en principio el libro se ciñe a explicar la gestión del rescate, el ministro no pierde la oportunidad de explicar otras medidas que han contribuido a la recuperación económica. Como no encajaban mucho en la narración, las incluye en un Anexo I.

Olvida una de las leyes económicas más polémicas de la legislatura: la que fusionó los reguladores de vigilancia de la competencia y sectoriales en la conocida como CNMC. La creación de este monstruo regulador ha sido tan desastrosa que el PP pactó con Ciudadanos en el acuerdo de investidura deshacer este frankenstein. La madrina de este matrimonio de organismos fue la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, pero toda la regulación, los nombramientos y la supervisión quedaron, como es menester, adscritos al Ministerio de Economía. Una ocurrencia de la que mejor no acordarse.

Tampoco merece espacio en el anexo la ley de Desindexación de la economía, otro esperpento normativo que estaba llamado a solventar el problema de la retroalimentación del IPC con la subida de precios. La ley creó un indicador del que no se conoce a nadie en la historia que lo haya usado, y cuyos efectos prácticos aún son desconocidos.

Sí recuerda el ministro la liberalización de los horarios comerciales y otros aspectos de mercado. Pero de nuevo se le queda en el tintero que la reforma se quedó a medio hacer al no plantar cara a los colegios profesionales, que había prometido liberalizar. El ministro se jacta de que el Eurogrupo no pudo con él. Pero pudo con él el colegio de farmacéuticos.

Las cláusulas suelo, como si no hubieran pasado

La reforma financiera y la protección de los consumidores ocupan muchas páginas del relato. Además de hablar sobre el saneamiento financiero, De Guindos hace referencia al agujero de las preferentes, al problema de los accionistas de Bankia y a los desahucios. Viene a decir que desde su departamento se solucionaron las tres cuestiones.

En el caso de la entidad rescatada, asegura que la sentencia del Supremo en la que se declaraba nula la venta a minoristas por falta de información “nos despejó el camino para ofrecer a los aproximadamente 220.000 pequeños accionistas de Bankia la posibilidad de un acuerdo extrajudicial a cambio de la renuncia a los pleitos”.

Cabe recordar que si el Alto Tribunal se tuvo que pronunciar en esta cuestión fue porque el banco nacionalizado pleiteó hasta el final para no devolver el dinero. Tal y como lo cuenta el ministro, parece que querían hacerlo pero no les dejaban.

En cualquier caso, la sonada ausencia está en las cláusulas suelo, uno de los últimos cabos sin resolver de los excesos financieros que aún está pendiente de la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE. El Supremo también dictó la ilegalidad de estas cláusulas, pero sin efecto retroactivo, para no dañar el balance de los bancos, que es precisamente lo que aún tiene que dirimir la Corte europea. De Guindos tuvo que negociar con los bancos su supresión... un capítulo aparte, al menos de este libro.

Ajuste de cuentas con Montoro

Los libros de memorias con un mínimo de enjundia suelen contener alguna crítica o ajuste de cuentas que rentabilicen su edición. En el libro encontramos sorprendentemente pocos. Hacia su compañero Cristóbal Montoro tiene un tono paternalista, especialmente condescendiente y alejándose de cualquier atisbo de su cacareada animadversión. Hasta en dos ocasiones dice que a Montoro “le tocó bailar con la más fea” en referencia a los recortes que tuvo que tomar en los primeros meses de Gobierno.

Tampoco hace referencia explícita a su rival Jeroen Dijsselbloem, el ministro de Finanzas laborista holandés que le birló el cargo al frente del Eurogrupo y al que en represalia se abstuvo de votar. Tampoco cita a Yanis Varufakis, con el que tuvo varios encontronazos, aunque es cierto que en otros momentos más avanzados de las negociaciones con Europa.

Sí hace velada mención a los consejeros económicos de Rajoy en Moncloa: a Álvaro Nadal le acusa de haber convencido al presidente de dos errores que pudieron costar muy caros a España en las negociaciones para seguir en el euro. También hace críticas a los barones regionales del PP y a sus luchas de poder en las cajas de ahorro (incluyendo a Esperanza Aguirre e Ignacio González, a los que acusa en parte del desgobierno que terminó siendo Bankia). Las críticas al papel de Rodrigo Rato y de Miguel Ángel Fernández Ordóñez son recurrentes pero no especialmente sangrantes, sobre todo con el primero, teniendo en cuenta tal y como acabó su relación.

Entre los banqueros privados, Isidro Fainé (La Caixa) no queda en buen lugar por su posición “tibia” durante la crisis financiera.

Epílogo

Al libro le falta un epílogo que bien podría tener cabida en sucesivas ediciones. El de cómo se gestó su caída política en desgracia en el caso Soria. Si se ofreció él como cabeza de turco o si le vendieron desde dentro. En unos años, con suerte, lo leeremos.