Lorenzo Ramos lleva más de 15 años al frente, como secretario general, de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), integrada en UGT. En su caso, trabaja en una explotación familiar, junto a su hijo dedicada a las flores, las plantas ornamentales y frutales.
“Aquí trabajamos todos los días del año. Las plantas hay que regarlas, cuidarlas, podarlas y se hace todo a mano. Y luego salimos a venderlas, a los mercados locales”, explica en una entrevista a elDiario.es, realizada tras la manifestación del 20 de marzo, que congregó a las diferentes asociaciones del mundo rural. Una concentración donde el sector de la caza concentró el protagonismo a pesar de las dificultades que vive el campo por la subida de precios y la falta de cereales motivada por el conflicto de Ucrania. “El gobierno tiene que tomarse en serio el tema”, resume.
Hace unos días llevaron a cabo una manifestación en Madrid donde estuvieron agricultores y ganaderos, pero también el mundo de la caza y del toro. ¿Qué valoración hace a posteriori?
La manifestación fue histórica. Fue la culminación de un proceso de movilizaciones que ya habíamos empezado antes de la pandemia por toda España y que tuvimos que interrumpir. Que yo recuerde ha sido de las manifestaciones más grandes, se desbordaron las previsiones, y fue pacífica. Se puso de manifiesto las dificultades que vivimos en el mundo rural.
Los cazadores dieron la sensación de ser mayoría. ¿Sus exigencias no restaron protagonismo a la dura realidad que vive el campo?
Los cazadores, la inmensa mayoría de ellos, también son agricultores y ganaderos. Los autobuses, por ejemplo de Extremadura, eran pequeños agricultores que también son cazadores. Se veían mayoritariamente porque llevaban chalecos naranjas. Nosotros no queríamos que se distinguiera. Pensamos una manifestación blanca, donde las tres organizaciones agrarias y las cooperativas fuésemos con una sola pancarta. También mucha de nuestra gente iba de naranja, porque son los colores de la UPA.
Hubo cazadores que justificaban que los agricultores y ganaderos se sumaran a una manifestación que habían convocado ellos. ¿Es así?
No es así. Otra cosa es que el mundo de la caza y de la pesca viniese planteando una movilización desde hace tiempo. El 23 de enero ya hubo una manifestación de cazadores, de pescadores y del mundo rural, donde también estuvo UPA. La del 20 de marzo, en un primer momento, la tenían previsto los cazadores, pero ya en enero se pensó y se convocó de forma conjunta en Madrid, de todo el mundo rural, porque ellos tampoco se ponían de acuerdo.
Estamos en un momento de subida de costes para el sector primario, con los problemas de cereales que ha provocado la guerra de Ucrania. ¿Ha habido alguna gota que haya colmado el vaso?
La cosa ya venía mal. Venimos de un 2021 donde los costes ya se habían disparado y veníamos de una situación muy mala. Hubo una pequeña recuperación de los precios de algunos productos tras la pandemia, como el aceite de oliva, ganadería o cereales, pero el aumento de los costes de producción se ha llevado por delante ese posible beneficio. En el mundo de la caza confluye la ley de bienestar animal con que se haya puesto en duda la importancia de la caza. Eso ha generado un ambiente que en otras ocasiones no se ha dado.
Llevamos dos años movilizando con éxito a agricultores y ganaderos por toda España y, entre medias, hemos estado parados por la pandemia. En la manifestación del 20 de marzo pudo parecer que alguno estaba más motivado políticamente, pero la inmensa mayoría se manifestó por la grave situación que vive el sector. La vivimos desde hace años, no es algo nuevo. Este Gobierno no tiene la culpa de lo que está ocurriendo, viene de antes, de hace muchos años. Ahora, con la situación que ha provocado la guerra de Ucrania, se han encendido aún más los ánimos. Los transportistas se quejan del gasóleo pero el gasoil agrícola hace un año estaba a 0,40 euros y ahora está a más de 1,70 euros.
Pero en la manifestación del 20 de marzo hubo muchos gritos de 'Gobierno dimisión'.
Son mensajes que no estaban consensuados. Eso no era algo que se hubiera planteado en las reivindicaciones.
Además del gasóleo, se quejan de que les han subido otros productos.
Hemos visto cómo los productos fitosanitarios, sin ninguna justificación, han subido; que los herbicidas, como el glifosato, valen tres veces más. A eso no le vemos el motivo, porque no son productos que tengan detrás las materias primas, el petróleo o el gas. Nos dicen que los nitrogenados sí, pero es que los fertilizantes están a más del doble. No hay explicación a no ser que haya una especulación pura y dura. Es una barbaridad.
¿Estamos en el momento más grave para el campo de las últimas décadas?
Lo que necesitamos es que el Gobierno ponga en marcha un plan de choque, por los diferentes factores que estamos viviendo. Hay gente que se está forrando cuando los demás no podemos tirar adelante con nuestras explotaciones. Hace unos meses era por el transporte marítimo; ahora, por la guerra de Ucrania… Hay gente ganando mucho dinero, porque los agricultores no vendieron los cereales al precio que ahora se vende a los ganaderos. Los almacenistas están vendiendo a un precio más alto. En el momento que empieza la guerra no es cuando falta el aceite de girasol. Ese girasol ya se ha vendido. ¿Por qué se encarece? Porque hay gente que retiene el producto y especula. El Gobierno tiene la Ley de la cadena alimentaria y puede ver dónde están esos abusos.
Hay gente ganando mucho dinero, los almacenistas están vendiendo a un precio más alto. Cuando empieza la guerra no es cuando falta el aceite de girasol. Ese girasol ya se ha vendido. ¿Por qué se encarece? Hay gente que retiene el producto y especula
En su caso, UPA representa a los pequeños agricultores. ¿Los pequeños lo están pasando peor?
Los pequeños somos los que tenemos más dificultades. Los grandes tienen más ayudas, tienen la PAC [la Política Agraria Común]. Nosotros estamos en contra de las ayudas millonarias de la PAC, porque muchas veces las reciben los que menos las necesitan. Mientras, los pequeños viven del mercado. Y mira cómo está el mercado.
Con la situación que hay por la guerra, con los costes, la necesidad de autoabastecernos. ¿La PAC tiene sentido?
La PAC se hizo en momentos donde el escenario era muy distinto. Quién nos iba a decir en enero de 2020 que íbamos a tener una pandemia. Pues menos mal que estuvo la agricultura y la ganadería. Ahora, la guerra en Ucrania también ha puesto en entredicho la falta de ciertos productos, que nos habíamos acostumbrado a que venían de esa zona y ahora es cuando pensamos que tenemos que producirlos nosotros. La PAC tiene que cambiar. Tenemos que sembrar todas las tierras que tenemos a nuestra disposición. Nunca vamos a poner en duda que hay que luchar contra el cambio climático, porque nosotros somos los más interesados, vivimos del campo. La PAC se hizo para asegurar una agricultura asequible y sostenible para todos los ciudadanos y ahora, viene una guerra y nos planteamos que la soberanía tiene que prevalecer sobre la agenda medioambiental.
Y a esa situación se ha sumado el paro del transporte.
No tenemos nada en contra de los transportistas. Están en su pleno derecho de reclamar su situación, pero no entendemos que, con tal de llamar la atención mediática, se ataque la recogida de la leche o de los animales. Eso debería estar protegido. Ha habido ganaderos que han estado días sin los alimentos que necesitaban para alimentar a sus animales, que han tirado leche porque nadie ha podido recogerla. Yo haría un llamamiento para que los productos de primera necesidad se dejen pasar en una huelga o en un paro, que se respeten unos servicios mínimos.
¿Protegerlos por ley por ser esenciales?
Debería ser por norma. Dejar a los supermercados sin suministro es una forma de llamar la atención. Sin alimentación, si nos quedamos sin ella, lo sufre la ciudadanía. Por algo son productos de primera necesidad. Este tipo de actuaciones no benefician a los transportistas.
Estamos en contra de las ayudas millonarias de la PAC, porque muchas veces las reciben los que menos las necesitan. Mientras, los pequeños viven del mercado. Y mira cómo está el mercado.
¿Tienen un cálculo de cuánto han perdido los pequeños agricultores y ganaderos?
Es muy difícil de calcular porque no ha sido igual en todos los sitios. Hay sitios donde se ha recogido leche y el sector ha funcionado; y otros, no. Es muy difícil calcular las pérdidas en el sector primario, pero son muchas. En muchos casos hablábamos de la supervivencia de las explotaciones. Esto puede ser la puntilla.
¿Necesitan, entonces, ayudas directas cuanto antes?
Las ayudas directas son absolutamente necesarias. Que las medidas que se hagan con el transporte o con la pesca, sobre el coste de la energía, también sirvan para el sector agrario. Pero también necesitamos una mesa interministerial, donde se puedan poner en marcha diferentes medidas de apoyo. Una mesa en la que esté Trabajo, Hacienda, Seguridad Social y Transición Ecológica, para que vean la situación en su conjunto. Por ejemplo, si un agricultor no puede regar este año en la cuenca del Guadiana o del Guadalquivir, porque no hay agua, que no se le cobren los cargos de riego como si regara; y si no puede sacar productos, que se le ayude. Ayudas para el sector de la leche o los cereales de secano, que este año no se van a poder recuperar. Esos necesitan ayudas directas.
Mencionaba la Ley de la cadena alimentaria. Está en vigor desde diciembre y ya prohíbe vender a pérdida. ¿Es la solución?
Sí, porque dice que a nadie se le pueda pagar por debajo de lo que cuesta producir, pero tiene que tener todos los instrumentos, que se ponga personal a disposición de la AICA [la Agencia de Información y Control Alimentarios, adscrita al Ministerio]. También por parte de las comunidades autónomas, que se ponen de perfil cuando hay problemas en el campo, como si tuviera que ser el Estado quien los resuelva. Las comunidades tienen muchas competencias. En materia agrícola las tienen prácticamente todas. No solo hay que conseguir que se paguen los costes de producción a todos, sino que no haya especulación, que los productos no sean demasiado caros para los consumidores, porque los dejarán de consumir.
¿Qué pueden hacer las comunidades autónomas?
En el caso del cumplimiento de la Ley de la cadena alimentaria deben tener una Agencia de Información y Control Alimentario, como la hay a nivel nacional, pero dentro de su territorio, con una serie de funcionarios que se encarguen de inspeccionar si todas las operaciones comerciales del sector se están haciendo con normalidad. Lo mismo que funciona la inspección de trabajo, donde hay competencias transferidas a las comunidades autónomas. La inspección de trabajo, cuando se sube el salario mínimo o se establecen criterios que hay cumplir en las relaciones laborales, funciona de manera inmediata. Te abren expediente, no tienen que esperar a que haya denuncias que vengan puestas por alguien. Actúan de oficio. En la Ley de la cadena hay que actuar de oficio, cuando llega la campaña de recogida de la uva o de la aceituna, por ejemplo. Tampoco es tan complicado que una comunidad ponga a disposición de la AICA el personal que sea necesario para controlar que los contratos se están haciendo bien, que se paga como debe y en los plazos establecidos.
¿Qué comunidades lo hacen mejor y peor?
Prefiero no decir quién lo hace peor, pero hay comunidades que lo están haciendo bien. Por ejemplo, Extremadura, donde se han abierto expedientes. Y alguna comunidad que, no siendo del mismo color del Gobierno, como Galicia, está montando una agencia para controlar el sector de la leche.
Con toda esta situación. Hay trabajadores del campo que nos dicen que están pensando en dejarlo
Hay gente que lo está pasando mal y se lo está planteando. Nosotros los costes de producción los pagamos al contado, como el gasoil o los fertilizantes. No me esperan a que recoja la cosecha. Hay gente, sectores, como el vacuno o el de leche que lo llevan pasando mal desde hace mucho. Hay ganaderos que están vendiendo animales para poder comprar pienso. Hay situaciones que son muy complicadas.
¿Y cómo convencería a la gente joven de que el campo es una alternativa para su futuro?
Está claro que hay que cambiar la situación para que los jóvenes vean que trabajar en el campo puede ser rentable. Afortunadamente, ya no es como hace 25 años, donde éramos esclavos de sol a sol. Ahora puedes trabajar 8 o 12 horas pero también tienes tiempo para dedicarte a otras cosas. Hay mucha gente joven con ganas de incorporarse al mundo de la agricultura y de la ganadería, hombres y mujeres jóvenes muy preparados y que tienen ganas, que han terminado sus carreras, pero necesitan ver que este trabajo tiene un resultado económico. Si las cuentas no salen, nadie le ve futuro a un negocio, sea la agricultura o cualquier otro.