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¿Están los mercados minusvalorando el conflicto entre Hamas e Israel?

Wait and see. Es la recomendación que se ha instalado en los mercados tras la primera quincena desde la incursión armada de Hamás en suelo israelí. Como si de una moneda lanzada al aire se tratase, las opciones de que se desencadene una conflagración mundial son, según Ray Dalio, fundador de Bridgewater, el mayor hedge fund del mundo, “del 50%”. En su opinión, antes del inicio de las hostilidades en Gaza eran del 35% por las crisis geopolíticas que se han sucedido desde la Gran Pandemia.

En BNY Mellon se hacen la pregunta clave: ¿no estarán minusvalorando los mercados el conflicto y las opciones de una guerra extensiva? Sus analistas dejan claro en una nota a inversores que la pausa de comportamiento de estas dos semanas, pese a los episodios de relativa volatilidad, “no concuerda con el aumento de la tensión geopolítica por las guerras en Palestina y Ucrania y de los riesgos de escaladas de precios, mayores gastos en Defensa, alzas de tipos y contracciones de PIB a la vista”.

Las espadas, para los mercados, siguen en alto. Este frágil equilibrio pende del tenue hilo que separa el éxito del fracaso de las negociaciones diplomáticas. En esta ocasión, pese a las similitudes con anteriores conflictos en Oriente Próximo, surgen, además, nuevos factores geopolíticos que complican una salida negociada.

Kenneth Pollack, ex analista de inteligencia de la CIA, redunda en esta idea al observar tantas analogías con la Guerra de 1973 entre Israel y una coalición árabe liderada por Egipto y Siria como diferencias. Casualidad o no, la crisis actual se ha desencadenado 50 años y un día después y, sin duda, añade dudas sobre si los precipitados paños calientes que EEUU intenta aplicar al gabinete de unidad nacional de Benjamin Netanyahu serán fructíferos para impedir una guerra sin cuartel. Los mercados, sin embargo, todavía confían en una pócima milagrosa.

El viaje del secretario de Estado, Antony Blinken, por Israel y varias capitales árabes ha conseguido dar algo de tiempo. Irán no comparte esta visión. Teherán anticipó que la crisis se precipita a su “inevitable propagación a otros frentes” y su universalización por la “rebelión musulmana”. Las palabras de su líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, fueron premonitorias con las inmediatas protestas en Beirut, Túnez, Rabat, Amán o, la de mayor dimensión entre las capitales musulmanas, en Estambul, por el medio millar de muertos en el hospital de Gaza.

El ataque sorpresivo de Hamás ha zarandeado el orden geopolítico sobre el que el mercado ha instaurado una cortina de humo en un intento virtual de evitar fugas de capitales, mientras encuentra valores refugio en los que colocar sus capitales. De momento, los inversores persisten en su apuesta por este espejismo. Amparados en un dólar que ha subido ligeramente su cotización casi en la misma proporción que la ha rebajado el shekel israelí, en un barril que se negocia en los 90 dólares, sin acercarse a los triples dígitos de finales de septiembre, en una rentabilidad de los bonos americanos que no rebasa el 5% de ganancias y en un oro, el bunker de emergencia, presto a despuntar.

Una posible deflagración inversora

Sin embargo, la sensación de que en cualquier instante pueden precipitarse los acontecimientos persiste entre unos inversores que vigilan minuciosamente los riesgos que confluyen en Oriente Próximo: “Es una de esas épocas excepcionales en las que se aprecia la necesidad de que las carteras de capital tengan activos como el oro, el dólar o bonos del Tesoro de EEUU” dice Peter Cardillo, de Spartan Capital, porque “son antídotos perfectos contra turbulencias mundiales”. Ante cualquier llamada a las armas, “el billete verde americano se fortalece”, recuerda. Al igual que el bono del Tesoro; en especial, con tipos tan elevados como los actuales.

También el mercado energético, con el petróleo por bandera, se adentra en arenas movedizas. Ante la incógnita de que Irán decrete un drástico recorte que se sume al anunciado por la OPEP + y Arabia Saudí retroalimente aún más el precio aminorando otra vez sus cuotas.

Demasiados electroshocks seguidos para tratar de reanimar una economía global anémica y con un comercio y unas inversiones corporativas sin apenas pulso. A esto se unen otras descargas, aún más soterradas, que pueden alimentar la espiral inflacionista con otra doble disrupción que se ha convertido en una constante del ciclo de negocios post-Covid: la de las cadenas de valor y la de logística internacional. De hecho, los cargos mercantes por el Mediterráneo de transporte de combustibles fósiles se han duplicado ante los peligros geopolíticos en estas latitudes.

La situación “es explosiva y lo será aún más hasta comprobar la decisión estadounidense sobre la seguridad en la región y la respuesta que evite el contagio global del conflicto, cuyas pautas las marcará, en gran medida, Riad, y su alambicada diplomacia de doble rasero, de acercamiento a sus, hasta ahora, dos enemigos irreconciliables: Israel, a instancias de Washington, e Irán, por consejo de Pekín”, como apunta Brian Jacobsen, de Annex Wealth Management.

Un campo de operaciones cargado de minas

Ante este cuadro de mando, los analistas sopesan varios escenarios geopolíticos y económicos, con respuestas inciertas. Entre los primeros, tratan de evaluar los efectos de la declarada intención de Israel de destruir Hamás, lo que requerirá poner entre la espada y la pared a Qatar, albergue de su cúpula dirigente, y de la probable entrada en escena de Hezbolá y su protector, Irán. O dilucidar hasta dónde llegará el reto de Tel Aviv de dividir Gaza y completar su ocupación, instando a la huida de su población e intensificando las masacres contra civiles.

Más en concreto, en el ámbito militar, sondean si será un conflicto zonal, que significaría la victoria diplomática de EEUU y sus aliados árabes, o bien global, el escenario más extremo, que involucraría a EEUU y Reino Unido frente a Irán y con bastantes probabilidades, a su aliada Rusia.

En el terreno económico, los expertos de Bloomberg Economics creen que una escalada bélica brusca catapultaría el crudo a los 150 dólares y restaría un 1,7% a la actividad del PIB global: un billón de dólares. Rebecca Babin, de CIBC Private Wealth, que sitúa su cotización entre 95 y 100 dólares “si se derivan estrictamente sanciones” y la supresión de medio millón de barriles al día.

En opinión de Babin, en caso de incursiones directas de Israel sobre Irán se impulsaría su cotización del petróleo hasta los 115-120 dólares. Un tercer y último supuesto a medio plazo surgiría si Teherán cerrase el tránsito del Estrecho de Ormuz, por donde transita el 20% del consumo de oro negro, hipótesis que llevaría el crudo a tocar los 150 dólares y la retirada de hasta 4 millones de barriles diarios.

La inflación, en este contexto, volvería a galopar, con medias globales del 6-7%, y obligaría a la Fed a redoblar su ritmo de encarecimiento del dinero, lo que complicaría la reelección de Biden en un entorno de retrocesos en los beneficios empresariales y de contracciones en el mercado de trabajo, esgrime la unidad analítica de Bloomberg.

Adam Tooze, profesor de Columbia, describe en Foreign Policy un horizonte aún más sombrío si Arabia Saudí y Rusia “usan el ya politizado mercado energético” para generar más inestabilidad bursátil y económica. Shane Oliver, de AMP Capital, añade a Irán en esta agitación, si lograr romper la tela de araña diplomática labrada por Tel Aviv con varios países árabes de su entorno.

Todo ello contribuiría a enturbiar la cada vez más escasa propensión al gasto de las familias y de las inversiones de laas empresas que, salvo en sectores como el financiero o el energético, dan síntomas de retrocesos en sus cuentas de resultados y de beneficios, dice Oliver. “Los próximos 12 meses serán en EEUU y Europa altamente inflacionistas, con tipos desbordados y riesgos latentes de recesión”, añade el analista de AMP Capital.