- El reportaje '#MeToo: No habrá silencio para los malvados' del programa 'Crónicas Subterráneas' que emite este sábado Telemadrid en colaboración con eldiario.es indaga en las razones de ese silencio que aún rodea el acoso sexual
“La mayoría de víctimas no denuncian porque temen exponerse a represalias y acabar perdiendo el empleo”. Podría ser la respuesta a una pregunta muy repetida: ¿Por qué en España no ha estallado -todavía- un MeToo que ponga nombre y apellidos a hombres con poder o influencia que han acosado sexualmente a mujeres? La frase, de la vicesecretaria general de UGT, Cristina Antoñanzas, sirve para todo tipo de entornos laborales, aunque con estatus diferentes. Camareras, limpiadoras, abogadas, ingenieras, pero también actrices, periodistas o escritoras. El miedo al impacto de las acusaciones en el propio empleo y carrera se une a un “entorno aún hostil que cuestiona constantemente el testimonio de las mujeres ante la violencia sexual”.
Las cifras son elocuentes. Desde 2012, en seis años, solo se han interpuesto en España 2.183 denuncias por acoso sexual, según los datos del Ministerio del Interior. Es uno de los delitos sexuales que menos se reporta y queda muy lejos de las denuncias por abuso o agresión sexual (solo en 2018, se registraron 10.727 denuncias por violencia sexual). En el caso del acoso, la evolución de las denuncias parece ir al alza aunque sin un cambio aún significativo. En 2018, se presentaron 443 denuncias, según los datos a los que ha accedido eldiario.es. Seis años antes fueron 301.
Por otro lado, las resoluciones judiciales en la vía de lo penal son escasas y suelen tener que ver solo con los casos muy graves. Las penas tienden a ser bajas: entre tres y cinco meses de prisión, hasta siete si es un superior, o multas de hasta catorce meses.
El reportaje de investigación del programa 'Crónicas subterráneas' que se emite este sábado por la noche en Telemadrid en colaboración con eldiario.es indaga en las razones de ese silencio que aún rodea el acoso sexual. '#MeToo: No habrá silencio para los malvados' profundiza especialmente en qué ha ocurrido en el mundo del cine y cuál es la situación en el caso de España.
El magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Galicia Fernando Lousada, que acaba de participar en unas jornadas sobre el asunto celebradas por UGT, asume sin tapujos que “la causa general” del bajo número de denuncias y de sentencias sobre acoso sexual “es el machismo”, específicamente en la línea de “minusvalorar el acoso y restarle importancia”. “El ordenamiento jurídico nos da pautas suficientes para llegar a soluciones correctas”, pero “seguimos enfrentándonos a muchos prejuicios de género tanto a la hora de plantear los casos como a la hora de resolverlos”, explica mientras incide en la necesidad de una mayor formación en cuestiones de género tanto para los operadores jurídicos como para la Inspección de Trabajo.
Lousada, que también es profesor asociado de Derecho Procesal en la Universidad de A Coruña, lamenta que en muchas ocasiones los casos estén invisibilizados en los propios procedimientos judiciales que se abren. “Muchas denuncias se suelen encubrir en acoso laboral o reclamaciones generales, por ejemplo, pidiendo una indemnización por un despido. En el fondo, lo que hay son situaciones de acoso, pero no salen a la luz, salen en forma de otro tipo de conflictos. A nada que rasques un poco te das cuenta de que hay ese componente de acoso sexual”.
Los datos de la Inspección de Trabajo también muestran lo difícil que todavía es romper el silencio. Entre 2008 y 2017, la Inspección hizo 1.928 requerimientos a empresas relacionados con casos de acoso sexual. En ese periodo, una década, las sanciones impuestas por estos casos apenas llegan a los 264.000 euros. Unas cifras que, según UGT, no representan la envergadura del problema.
El bajo número de denuncias es uno de los obstáculos identificados por la inspectora de Trabajo Sandra García, que lamenta también la escasez de procedimientos sancionadores. “Se pueden contar con los dedos de una mano”, apunta. La formadora en Igualdad en la Escuela de la Inspección de Trabajo de Madrid alude a que hay algunas características específicas de este tipo de violencia sexual que motivan la infradenuncia, entre ellos, el miedo de la propia mujer a ser señalada en un “ámbito tan delicado” como el de la empresa, a no ser creída o a sufrir represalias profesionales. “Muchas piensan que algo así puede truncar sus carreras”, apunta. Algo que se une a la dificultad, en muchas ocasiones, de identificar como acoso determinados comportamientos a los que “tradicionalmente se les ha restado importancia”.
García, que insiste en que el acoso se da en todo tipo de sectores profesionales, insiste en la necesidad de implantar protocolos contra el acoso en las empresas, o bien vinculados a los Planes de Igualdad (a partir de ahora obligatorios en empresas de más de 50 trabajadores) o independientes, puesto que la Ley de Igualdad contempla en su articulado la previsión de que las compañías establezcan canales y medidas encaminadas a “prevenir” y denunciar estas situaciones. “Casi ninguna empresa lo hace”, lamenta la Inspectora de Trabajo.
Aunque reconoce que “hemos avanzado mucho en los últimos 10 o 15 años”, todavía “tenemos que hacer muchos más esfuerzos”, sobre todo, para intentar minimizar los prejuicios de género que, asegura, siguen operando en este tipo de procedimientos.