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El millonario que huyó de España a Alemania como “refugiado del COVID”

Martin Varsavsky, en una foto de archivo.

Analía Plaza

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El empresario e inversor Martin Varsavsky ya está en Berlín. Argentino, residente en España desde más de una década y creador de Jazztel y Ya.com, salió de nuestro país en coche el pasado domingo, día 6. El martes llegó a Friburgo, que hace frontera con Francia, donde a él y a su familia —mujer e hijos— les hicieron un test. Según las normas del Ministerio de Salud alemán, todo el que entre al país desde una zona de riesgo está obligado a testarse (aunque la implementación de la medida depende de los länder) y puede hacerlo de forma gratuita en los tres días siguientes a su llegada. España es zona de riesgo desde el 14 de agosto; las Canarias, desde el 2 de septiembre.

Tras hacerse el test, Varsavsky y su familia continuaron el viaje. Pararon en Baden-Baden, un municipio algo más al norte, y siguieron aislados esperando los resultados. Aunque habían salido de España con mucha tristeza, la belleza del paisaje alemán mejoró su humor. 24 horas después, el empresario recibió el resultado y dio negativo, así que su cuarentena terminó. Por su relato, Varsavsky ha visitado estos días algún restaurante que utiliza códigos QR para dirigirte a una web, registrar en ella los datos de los comensales y tenerlos disponibles para el rastreo si hace falta.

Lo primero que sorprendió a Varsavsky al llegar a Berlín fue que la gente hace vida normal. Hay reuniones sociales, comidas con amigos, nadie lleva mascarillas y no se respeta la distancia social. “Todo el mundo está muy cerca, muy relajado”, contó en su cuenta de Twitter. Es a través de esta red como conocemos su historia, que ha narrado durante los meses de pandemia. La familia se mudó en febrero a Menorca y ha pasado el confinamiento en su finca en esta isla, donde ha tenido espacio suficiente para salir y hacer deporte sin incumplir restricciones. Sus meses de cuarentena fueron “espectaculares”, según su propia descripción, pero la gestión del Gobierno y el aumento de casos en verano les han llevado a tomar una decisión dolorosa.

Varsavsky y los suyos no se sienten seguros en España. El empresario anunció en Twitter su marcha “hasta que pase la pandemia o haya vacuna”. Su mujer tiene una enfermedad que afecta a los pulmones y es alemana, así que en parte han elegido Berlín por esta razón. Además, argumenta, el Gobierno alemán ha hecho una tarea “brillante” para contener los contagios y salvar la economía, mientras que en España los casos crecen con fuerza y la economía está destrozada. Cree que en esta nueva ola habrá muchas muertes y no entiende cómo, con los datos actuales y la gente yendo a “fiestas, bodas, encuentros de todo tipo”, va a frenarse.

Varsavsky se marcha dejando a nueve de sus trabajadores contagiados: la mayoría, asegura, asintomáticos y jóvenes

Entre los miles de contagiados en España están nueve trabajadores de Varsavsky: el 20% —según sus datos— de los que tiene contratados en Madrid. Actualmente está activo en tres empresas: dos de fertilidad (Prelude Fertility, una cadena de centros de fecundación in vitro y congelación de óvulos en Estados Unidos de la que es presidente, y Overture Life, una startup médica que pretende robotizar la fecundación en vitro en la que es CEO) y otra de movilidad, Goggo Network. Overture y Goggo tienen oficinas y empleados en Madrid. También desde aquí también trabajan su family office, Jazzya, y su fondo de inversión, Vas Ventures.

Este diario ha intentado ampliar la información sobre el alto porcentaje de empleados contagiados (¿estaban trabajando? ¿Dónde?) y las implicaciones de la marcha del jefe (¿pueden el resto mudarse a otro país y teletrabajar desde allí? ¿Qué condiciones ponen?), pero solo ha recibido una escueta respuesta por email. “Los contagios fueron durante las vacaciones porque la mayoría de la gente trabaja desde su casa. Estamos hablando de nueve personas que dieron positivo en PCR y la mayoría asintomáticos y jóvenes”, escribe Varsavsky. Pese a las repetidas peticiones de hacer una entrevista, no hemos recibido más respuesta que la anterior.

Criticó al Gobierno y creó su propio modelo para predecir contagios

La huida del empresario argentino no es la de cualquiera. Desde que empezó la pandemia hemos conocido casos de personajes públicos que han marchado a sus segundas residencias, incluso cuando los desplazamientos estaban desaconsejados, como el concejal de Barcelona Manuel Valls (a Menorca) o el matrimonio de José María Aznar y Ana Botella (a Marbella). Una de las dudas que afloraron con el teletrabajo es si uno puede trabajar desde otra provincia o desde otro país. Por lo que cuentan distintas voces del inmobiliario, ha aumentado la demanda de vivienda por parte de extranjeros en España y el mercado del alquiler está candente, porque muchas familias buscan casas con nuevas características (más espacio y terrazas) sin importar tanto si están cerca del trabajo o no. Llevado al extremo está el ejemplo de las islas privadas, sobre las que también aumentó el interés.

“Siempre he defendido que todos tenemos derecho a movernos y a buscar una vida mejor. Igual que defiendo que debemos ser más generosos con quienes vienen a España cruzando el mediterráneo, esta persona ha decidido marcharse a otro país con mejor horizonte”, valora Txetxu Ausín, científico titular del Instituto de Filosofía del CSIC y experto en ética aplicada. “Si no perjudica a terceros, porque no está cerrando sus empresas, no está comportándose mal. Pero es una conducta poco ejemplar. A una persona que no ha aspirado a ser un ciudadano normal, ni siquiera solo un empresario, sino un líder de opinión, se le podría pedir mayor compromiso con la comunidad. Los referentes públicos tienen deberes que van más allá del estricto deber”. El empresario se define a sí mismo como “refugiado del COVID”.

Varsavsky impulsó y lideró el proyecto Coronamadrid, la app de la Comunidad para autoevaluar síntomas

Vayamos por partes. Como otros tuiteros, más o menos influyentes, y aficionados a los datos, Varsavsky empezó a compartir sus impresiones sobre el coronavirus a principios de marzo. Criticó al Gobierno por ir tarde, creó su propio modelo estadístico para predecir contagios y muertes y abogó por el aislamiento social. Arremetió contra Sanidad por permitir la manifestación del 8M —“va a ser responsable de muchas muertes”— y el mismo 12 de marzo hizo un llamamiento para montar una app del COVID, como había hecho Corea del Sur. Apenas una semana después estaba lista en la Comunidad de Madrid. La presentó la presidenta, Isabel Díaz Ayuso.

Coronamadrid no tiene nada que ver con Radar Covid, de la Secretaría de Estado de Digitalización: sirve para autoevaluar síntomas y descongestionar el teléfono de atención. En su momento, fue criticada porque permitía a las empresas colaboradoras (Google, Telefónica, Carto, Ferrovial, Forcemanager, Mendesaltaren y Goggo Network) acceder a información de los usuarios, aunque el aviso de privacidad se modificó más tarde. Varsavsky lideró el proyecto por encargo directo de Ayuso, según detallaron fuentes de la Comunidad a elDiario.es, y ha aplaudido su trabajo y colaboraciones con empresas en varias ocasiones.

Según se decretó el confinamiento, nuestro protagonista pidió que se permitiera hacer deporte, como en Francia o Italia. Abogó por el testeo aleatorio. Mostró su preocupación por los niños encerrados en su casa sin jardín (los suyos estaban bien en la finca menorquina, pero muchos otros no). No solo lanzaba los mensajes en su cuenta de Twitter: también concedió entrevistas como “cerebro” de la app madrileña a grandes medios españoles, como El Mundo, Onda Cero, Radio Nacional de España, donde cargaba contra el Gobierno y daba consejos sobre cómo afrontar la pandemia, sugiriendo confinar a personas con riesgo y desescalar al resto. Incluso tuvo tribunas en los diarios ABC y El País.

Varsavsky defendió una y otra vez el modelo de Suecia, que decidió 'ignorar' el virus, frente al “arresto domiciliario” español. “Tuvo más muertes por millón que Noruega, Dinamarca y Finlancia pero igual que España, Italia, Bélgica, Holanda y Reino Unido. El paró subió menos. Ayer tuvo diez hospitalizaciones. Nunca cerró colegios ni tiendas. Protegió economía y democracia”, resaltó. De sus constantes opiniones sobre la epidemia se infiere que, de haber estado en su mano, él no hubiera permitido la manifestación del 8M ni hubiera confinado del todo a la población para no cargarse la economía. Solo los grupos de riesgo. El resto se hubiera resuelto con testeo masivo y la app.

Por supuesto, el empresario no solo ha expresado sus pareceres epidemiológicos. También ha usado su altavoz para hablar sobre el futuro de la economía española. “Mi postura es más turismo, pero turismo permanente”, elaboró a finales de mayo. Varsavsky opinaba que España debía atraer a teletrabajadores extranjeros con su clima “alucinante”, bajos precios del alquiler en comparación con otros países y su posibilidad de pagar menos impuestos (gracias a la modificada Ley Beckham, que permite tributar a los impatriados al 24% hasta los 600.000 euros). Sugirió hasta los eslóganes de la campaña. Spain: a life in the sun.

Un referente que no da ejemplo

Tras insistir durante meses sobre qué debía hacer España e influir políticamente con sus opiniones, ¿es ético que ahora se marche a un país en mejor situación? “Es como cuando un responsable público se va a la sanidad o educación privadas”, continúa Ausían. “Es comprensible humanamente, pero poco ejemplar. Determinados referentes sociales tienen una función ejemplificante que no cumplen. Se lo pueden permitir, pero no es un buen modelo de cohesión social siendo una persona con capacidad de hacer cosas”.

Este caso sorprende aún más porque la decisión es una declaración pública, sometida al escrutinio de todo el mundo. “Con respecto a la ética, deberíamos debatir qué es bueno y malo en el contexto en el que él se mueve. Posiblemente sea una lógica compartida en un determinado núcleo”, añade el antropólogo José Mansilla, que trabaja en un libro sobre la desigualdad que deja la pandemia. “Lo que debería quedar tras esto es que esa ética fuera minoritaria: un cambio cultural que nos lleve a pensarnos más como colectividad que como individuos. Y en el que el individualismo extremo sea reprobable. Vienes, te enriqueces en España, convives con nosotros... Pues te quedas, a las duras y a las maduras”.

Me llama la atención que no sea reprobable. ¿Cómo hemos aceptado tal grado de desigualdad?

La decisión de Varsavsky es un ejemplo cercano y narrado en tiempo real de las diferencias sociales expuestas en los últimos meses. El escritor y profesor de literatura virtual Douglas Rushkoff escribió a principios de septiembre un artículo sobre las cápsulas de escape de los millonarios estadounidenses, algunos de los cuales llevan años preparándose para huir del mundo real ante un hipotético “evento” (por ejemplo, un colapso medioambiental). Ese evento ha llegado en forma de pandemia. Y hay quien huye a Europa o Canadá, escribe Rushkoff, aunque aún con cierto sentimiento de vergüenza.

“La gente que 'escapa' de Estados Unidos siente algo de culpa por dejar su país hecho un lío. Aprovechan su privilegio para garantizar su seguridad, en vez de trabajar para salvar su propio país”, explica el escritor a elDiario.es. “Míralo así: estás en un barco que se hunde y no hay salvavidas para todos. Tienes dinero y sobornas a alguien para que te deje el suyo. Pero tus amigos y familiares aún están en el barco. Si escapas hacia la libertad y ves hundirse el barco, creo que es natural sentir algo de tristeza, culpa y vergüenza”. En sus ensayos, apunta, no juzga la actitud de estas personas sino la forma en la que tecnología y capitalismo engendran una actitud de “hazlo solo”. “La tecnología está empujando a las personas a vivir en pequeñas burbujas y el coronavirus les da una excusa aún mayor”, zanja.

“Llevo tiempo pensando en la figura del rey emérito. Sus hijas fueron a escuelas públicas. Había una especie de sentido común, de que vivíamos en una sociedad que tenía que usar los servicios públicos. En los 90, España entra en el neoliberalismo y eso desaparece. Hasta entonces había cierta homogeneidad y no tanta gente que sobresalía. Aparecen los discursos de que el que no se hace rico es porque no quiere. Esos cambios provocan que alguien venga a España a hacer negocios, apriete las grietas de la legislación con su negocio de embriones y lo haga sin ser reprobado”, concluye Mansilla. “Es lo que me llama la atención: que no sea reprobable. Que un país haya tal grado de desigualdad, que si alguien no tiene inconveniente se va a otro sitio para no sufrir lo que sufren sus conciudadanos. ¿Cómo hemos aceptado eso?”.

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