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PERFIL

Nadia Calviño, la tecnócrata que salvó la crisis pero frenó políticas de izquierdas

La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño

Daniel Yebra

8 de diciembre de 2023 15:19 h

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“Aunque se pudiera pensar que desde que, en agosto, se conoció su candidatura al Banco Europeo de Inversiones (BEI) está de salida, Calviño no ha levantado el pie del acelerador, con la misma intensidad de siempre, y eso define muy bien a la vicepresidenta”, revela una de sus principales colaboradoras, hasta ahora, en el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa. “No ha parado de encargarnos trabajo, y de estar encima de todo, como desde el primer día”, añade. Este viernes ha sido sustituida por su director general de Tesoro, Carlos Cuerpo.

Exigente y ambiciosa, Nadia Calviño está cómoda en la batalla diaria del poder, que durante cinco años extraordinarios ha librado como principal responsable económica del Gobierno y que a partir de 2024 dará en el BEI, tras ser elegida como su presidenta por una mayoría de los ministros de Finanzas de la Unión Europea (UE). Este organismo es desconocido para el gran público, pero apoya proyectos estratégicos para el club comunitario y vehiculará una buena parte de los préstamos del Plan de Recuperación. Desde verano, la propia Calviño destacó su importancia y aseguró que sólo una candidatura con su nombre podía prosperar.

Efectivamente, prosperó. Para entender esa confianza en sí misma y también para hacer balance de sus mandatos como ministra de Economía son relevantes algunos detalles de su biografía. Hija de José María Calviño, quien fue nombrado presidente de Radio Televisión Española (RTVE) por el primer Gobierno del PSOE de Felipe González, en 1982, creció bajo la dimensión que tenía ese cargo cuando en nuestro país solo había dos cadenas de televisión, La 1 y La 2, de la propia corporación pública. Estudió Ciencias Económicas en la Universidad Complutense de Madrid y aprobó la oposición del cuerpo superior de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado (“teco”, en la jerga de la Administración, como Pedro Solbes, Luis de Guindos, Jordi Sevilla...), incorporándose inicialmente al Ministerio de Economía (desde mediados de la década de los 90), aunque con la Unión Europea (UE) en la cabeza, según fuentes que la conocieron en aquella primera etapa.

Nadia Calviño alcanzó la Comisión Europea en 2006, y en 2014 llegó a directora general de Presupuestos del Ejecutivo comunitario, con el conservador Jean-Claude Juncker como presidente. En ese puesto permaneció hasta que fue reclamada por Pedro Sánchez en 2018, cuando el PSOE formó su primer Gobierno, tras prosperar la moción de censura contra Mariano Rajoy. En ese cargo europeo se labró la fama de ostentar una gran proyección en la UE, según sus defensores. Mientras que más a la izquierda la tildaban de tener una visión cómplice de la ortodoxia de Alemania. Lo cierto es que nunca ha rechinado entre los líderes conservadores, europeos o nacionales, y tampoco entre los empresarios ni banqueros, más preocupados por otros cargos del Gobierno de coalición.

Ahora que deja el Ministerio de Economía, desde su equipo defienden “su posición equilibrada, con rigurosidad fiscal y perspectiva socialdemócrata”. Una posición que, ante la brutal crisis de la COVID, “explica el despliegue de políticas económicas totalmente diferentes a la austeridad que siguió al estallido de la burbuja inmobiliaria 2008”, añaden. “Políticas que han buscado mantener el empleo y a las empresas, y reconstruir, frente al camino de destruir y partir de cero que la derecha tomó en la crisis financiera”, inciden.

En las últimas semanas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha esforzado en recalcar la “gran pérdida” que supone para el Ejecutivo la marcha de Nadia Calviño al BEI. Sánchez ha llegado a afirmar que ha sido tanto una colaboradora “muy estrecha” a lo largo de estos últimos cinco años, como “uno de los mejores ministros de Economía de España”. Sin duda, los hechos (si se aíslan de la pelea política) la avalan. Desde 2018, durante sus mandatos, nuestro país ha superado una concatenación de shocks extraordinarios con una respuesta social inédita, un récord de creación de puestos de trabajo, una positiva transformación sectorial y el liderazgo de las decisiones clave de la UE.

Más allá de los indiscutibles resultados y de las alabanzas públicas de Sánchez, el relato extendido de su ejercicio como vicepresidenta y principal responsable económica de los últimos tres gobiernos (del presente por apenas un mes) no es tan complaciente. Distintas voces de los socios del PSOE en Gobierno de coalición la identifican como un foco de tensiones dentro del Ejecutivo —sobre todo por los choques con el Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz— y denuncian que “o ha arrastrado los pies, o se ha ido oponiendo sistemáticamente a medidas que con el tiempo se ha demostrado que eran buenas” .

“Se pueden poner muchos padres y madres a las cosas, pero la que ha estado ahí ha sido ella, con el Presidente”, puntualizan en el Ministerio de Economía, ante las críticas públicas y privadas que han llovido desde Unidas Podemos, primero, y desde Sumar, después. Estos actores políticos vienen reclamando un papel crucial para sacar la versión más social y progresista a las políticas económicas más importantes de los últimos años: la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), la financiación de los ERTE (Expedientes de regulación temporal de empleo) durante la pandemia o la reforma laboral de 2021.

Fuentes de Sumar señalan que, en un principio, “Calviño solo quería que la medida de los ERTE durara un mes”. Del mismo modo, “ha estado en contra de todos los aumentos del SMI, incluso con propuestas por debajo de las de la patronal”, continúan. “Ocurrió lo mismo con el mecanismo ibérico [o tope al gas]. Para Calviño, que el precio de la electricidad se marcara con el último kilovatio que entra en el 'pool' era la quinta esencia de la competencia... Por suerte, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, no compartía esa opinión”.

Los reproches se extienden a la reforma laboral. Una norma esencial para entender la fortaleza del mercado de trabajo que, en cambio, Nadia Calviño y los suyos se jactan de haber empujado a través de los despachos de los empresarios, los sindicatos y de la Comisión Europea hasta lograr la conformidad de todos los implicados. “La aprobación en el Congreso por un solo voto fue uno de los momentos más felices de Calviño”, dice una persona muy cercana a la próxima presidenta del BEI.

Calviño no ha evitado los enfrentamientos en los debates sobre las grandes medidas que el Gobierno ha tenido que tomar para responder a la crisis por la pandemia o a los golpes de la erupción del volcán de la Palma y de la invasión rusa de Ucrania. Según desveló recientemente el director de elDiario.es, Ignacio Escolar, ella misma lo admitió en el último consejo de ministros del primer Ejecutivo de coalición. En aquella sesión de despedida, Nadia Calviño defendió su papel. “Todos los gobiernos son de coalición, entre el presidente y el ministro o la ministra de Economía”, dijo, reivindicando que si este Gobierno había funcionado es porque precisamente esa coalición —entre ella y Pedro Sánchez— había sido muy eficaz.

La última prueba de la condición de Calviño ha sido la pugna sobre la reforma del subsidio por desempleo. Las diferencias estallaron la semana pasada ante la opinión pública, aunque se cocían desde hace meses. A pocas semanas de tener que aprobar la medida, Economía anunciaba dos de sus propuestas para la reforma legislativa –un subsidio de cuantía decreciente por debajo de los actuales 480 euros al mes y más control en el compromiso de vuelta a la actividad de las personas desempleadas– que el Ministerio de Trabajo, que lidera la reforma, no compartía.

Tras varias filtraciones a los medios de comunicación, en un movimiento poco habitual, Trabajo levantó las cartas que está jugando cada equipo en la negociación para señalar a Calviño por querer recortar la protección asistencial por desempleo. En cambio, el Ministerio de Yolanda Díaz plantea una regulación que aumente la protección de los subsidios, una “ampliación” pactada expresamente con Bruselas en el Plan de Recuperación.

Irónicamente, desde Sumar comentan que “nos viene muy mal que se vaya, porque era muy fácil confrontar con ella, y la realidad siempre le ha quitado la razón”. Estos análisis “sobre los conflictos no han sido importantes para Calviño, para la que ha primado llegar a buenos acuerdos y que ha sido capaz de tender puentes con su rigor”, contestan desde el Ministerio de Economía.

En el departamento insisten en la influencia de la vicepresidenta y de Pedro Sánchez en la UE, “y la demostración es que España es uno de los grandes beneficiados del Plan de Recuperación y que ha liderado el debate sobre las nuevas fiscales”, tras ser suspendidas las anteriores por la pandemia.

Según distintos expertos, entre los grandes 'debes' de Nadia Calviño en su balance como vicepresidenta económica están las polémicas sobre el INE (Instituto Nacional de Estadística) y la infraestimación del PIB (Producto Interior Bruto), que tendrá que abordar el próximo ministro de Economía.

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