España corre el riesgo de descolgarse de la recuperación, según la OCDE. La organización publicó este lunes un indicador, el CLI, que dejaba en muy mal lugar a nuestro país. Mientras el resto de economías de la eurozona —Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Portugal...— rebotaron con fuerza en julio, España bajó respecto a junio y quedó lejos de la media de países del grupo. En contraste con el “fortalecimiento continuado” del conjunto, España “apunta signos tentativos de desaceleración”, afirmó un portavoz.
El CLI es un índice compuesto de indicadores que pretende adelantarse a los datos reales. “Los analistas usamos mucho estos índices porque son los primeros avances que hay”, explica Eduardo Naranjo, director de mercados financieros en la Caja de Ingenieros. “Suelen ser datos de confianza del consumidor, encuestas a empresas sobre cómo ven el panorama... Cuando se conoce el PIB, los mercados no reaccionan porque ya saben por dónde van los tiros. Esto te indica cómo serán los datos reales”. Concretamente, el CLI de España en julio se situó en 93,72 puntos, solo por encima de la República Checa, Eslovaquia y Eslovenia.
El dato español, continúa Naranjo, no es sorprendente. España ha tenido uno de los confinamientos más estrictos, lo que ha provocado una brutal caída de la demanda interna. Como la incertidumbre sigue latente —y los rebrotes complican la salida en forma de 'V'— “todas las empresas hacen políticas conservadoras: ahorran costes, hacen acopio de caja y tratan de salvar el año porque no saben lo que van a ingresar. Eso hace que inviertan menos y afecta al resto de la economía”.
Por otro lado, el turismo extranjero era la gran esperanza de la recuperación en verano. El Gobierno aprobó un proyecto piloto en Baleares, antes de abrir las fronteras, para demostrar al mundo que España era un destino seguro. Las reservas fueron cogiendo ritmo hasta la última semana de julio, cuando varios países recomendaron no venir y Reino Unido nos dio la estocada final imponiendo una cuarentena obligatoria al que llegara desde aquí. “Eso ha sido bastante fuerte e impactará en el PIB del tercer trimestre”, advierte Florentino Felgueroso, investigador asociado en la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
Sin embargo, el índice de la OCDE no tiene en cuenta ningún dato relacionado directamente con el sector turístico ni el visitante internacional. Al contrario, el número sale de varios indicadores que miden el estado de la industria, la construcción y el consumo interno. Estos varían por países. Para España, la organización utiliza la capacidad industrial, las tendencias en el empleo en construcción, el IPC sin vivienda, la confianza de consumidor, el índice de la Bolsa y las ventas de coches. Y, como destaca Felgueroso, España ya tenía un dato bajo antes de la pandemia.
Estábamos en un proceso de desaceleración que se ha ampliado, pero la baja posición ahora no se debe a la pandemia como tal
“En enero ya habíamos caído de las primeras posiciones del índice a las últimas. Estábamos en un proceso de desaceleración que se ha ampliado, pero la baja posición ahora no se debe a la pandemia como tal”, explica el investigador. “Es un indicador subjetivo, pero que acierta bastante. Hace seis meses, ya nos decía que nos desacelerábamos. Hay que sumar ese factor para entender nuestra posición actual”.
Veamos, por ejemplo, la evolución del empleo en la construcción. Desde mayo de 2019, la afiliación se ralentizaba, como sucedía en la industria y el transporte. De hecho, hay que recordar que los datos de empleo en enero fueron malos y que la destrucción fue la más alta desde 2013.
La capacidad de la industria —el porcentaje de actividad industrial del país respecto al total que puede alcanzar— también había caído ligeramente en el último trimestre de 2019 y el primero de 2020, tras varios trimestres en máximos, por encima del 80% y muy lejos ya de las cifras alcanzadas en la anterior crisis, cuando nuestra industria llegó a estar al 70% de su capacidad. Esto ha provocado que la recuperación sea más lenta que en otros países europeos y que actualmente casi un tercio del sector siga parado.
En Bolsa, las cosas no van mucho mejor. El Ibex 35 ha perdido un 29% de su valor desde finales de febrero hasta situarse como el peor de los europeos, con caídas especialmente fuertes en las empresas turísticas (Meliá, IAG o Amadeus) y en los bancos (BBVA o Santander), que han registrado pérdidas récord en la primera mitad del año y también tienen mucho peso en la economía española. Por último, España es el país de la eurozona en el que más han caído las ventas de coches (que suelen ir muy ligadas a la evolución del PIB) en los seis primeros meses del año. De nuevo, la tendencia no es una sorpresa: ya en enero los datos avisaban de la ralentización.
La desaceleración que ya traía España es una de las razones que explican por qué salimos tan mal parados en el indicador de la OCDE. La caída del consumo interno por el confinamiento, la estructura del tejido empresarial —compuesto mayoritariamente por pymes— y la debilidad de nuestro mercado laboral suman al cóctel. La dependencia del turismo es una parte de la historia, pero no toda. De hecho, países como Italia o Francia también tienen un alto porcentaje de PIB turístico y ni el PIB ha caído tanto ni están tan abajo en el gráfico de la OCDE.
“Las condiciones del mercado laboral español son peores que el resto. Partimos en desventaja por el paro estructural y el porcentaje de temporalidad. Si las condiciones laborales son más atrasadas, los ratios de ahorro son peores. Eso pesa en el consumo”, indica Naranjo. Los puestos temporales son los primeros en destruirse si las cosas van mal. Y el tejido industrial español no se puede comparar con el francés, continúa, ni siquiera si miramos a nuestra 'niña bonita', la industria automovilística. “Es un sector con unos desafíos tremendos por delante y que el coronavirus ha acelerado. Yo preferiría tener un 10% del PIB en industrias con mejor tendencia a medio plazo, como la transición a modelos eléctricos”, continúa.
De momento, España no tiene grandes planes de inversión en electrificación, sigue subvencionando coches contaminantes y corre el riesgo quedar obsoleta frente a Alemania, China, Corea y Estados Unidos, que es donde se fabrican la mayoría de baterías.
“Además de tener dos sectores muy expuestos a las restricciones, como el turismo y el comercio, salimos muy mal parados en el tamaño de las empresas. Las pequeñas tienen costes fijos, como el alquiler, y distintas formas de financiarse. No acuden al mercado, sino al banco o al Estado. Sufren más”, añade Felgueroso. Aunque el estado está sosteniendo a empresas y rentas familiares con instrumentos como los créditos ICO, los ERTE y el ingreso mínimo vital, nuestro punto de partida era más frágil y estaba peor preparado para una crisis que el de otros países, de ahí que la recuperación se prevea más lenta.
“Lo importante es que la crisis se expande a todos los sectores. Ha cambiado la demanda, la gente está ahorrando por precaución y no consumimos tanto. Ahí es cuando entramos en recesión: cuando la renta se ve afectada y el consumo también”, concluye el investigador. “En principio, lo que dice la OCDE de por qué lo vamos a pasar peor es porque hay riesgo de que los efectos directos, en algunos sectores, se acaben expandiendo”.