La industria automovilística está tratando de reajustar sus estrategias para no perder la batalla de los eléctricos, especialmente a la hora de fabricar vehículos baratos. De momento, las compañías europeas tienen difícil comercializar enchufables por menos de 25.000 euros, algo que sus rivales chinas sí logran. Una pérdida de competitividad que ha llevado a la Comisión Europea a acusar a China de subvencionar a su industria para ganar esta pelea comercial. Pero esa no es la única batalla en marcha.
En Estados Unidos, cuando queda menos de un año para las elecciones presidenciales, demócratas y republicanos se acusan mutuamente de llevar a cabo o diseñar políticas que ayudan a los fabricantes chinos en lugar de a los propios.
Mientras, el Reino Unido trata de no quedarse atrás e intenta convencer a inversores del país asiático para que ensamblen en las islas vehículos de cero emisiones.
“No van muy lejos” y “son demasiado caros”
“Trump cedió el futuro de los vehículos eléctricos a China e impidió que Estados Unidos aprovechase el boom de su fabricación aquí en casa”. Así ha respondido el Comité Nacional Demócrata -la organización que respalda a los candidatos de este partido- a las críticas del expresidente republicano y candidato a la cita electoral del próximo mes de noviembre. “Si gana Trump los empleos se irán a China”, concluye esta organización política.
En plena huelga de la industria automovilística, Trump denostó los coches eléctricos “por no ir muy lejos” en cuanto a su autonomía y, en cambio, “ser demasiado caros”. También puso el foco en que la apuesta por este tipo de movilidad supondría un recorte de empleos domésticos y un problema medioambiental por las baterías. “La gente no sabe lo malo que esto puede ser para el medio ambiente. Esas baterías, cuando hay que deshacerse de ellas, tienen muchos efectos negativos”, aseguró durante un discurso en Michigan sin ningún tipo de prueba sobre a qué se refería.
Acelerar la producción y bajar el coste de fabricar eléctricos forma parte de la megainversión de fondos públicos de 128.000 millones de dólares, destinada tanto a vehículos como a baterías, canalizada a través de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA en su siglas en inglés) que puso en marcha hace unos meses la Administración de Joe Biden para relanzar la industria estadounidense. Una política de ayudas públicas que también ha suscitado suspicacias en Bruselas.
Una parte sustancial de esos fondos, según recoge Reuters, irá a cuatro Estados: Georgia, Arizona, Nevada y Michigan, que se perfilan claves en las elecciones de noviembre y que ya lo fueron en las anteriores presidenciales de 2020. “La obsesión de Biden por los vehículos eléctricos ayuda a China y perjudica a las familias estadounidenses. No es una solución al aumento vertiginoso de la gasolina bajo su mandato”, ha terciado el Comité Nacional Republicano sobre los planes de la actual administración demócrata.
Allí, los fabricantes asumen que tienen deberes pendientes. Este miércoles, Mary Barra, consejera delegada de General Motors, reconocía en una entrevista con Bloomberg que la producción en Estados Unidos de coches enchufables no es suficiente y que la compañía está dando pasos para conseguir que los eléctricos sean más baratos. En su caso, General Motors ha apostado por adoptar los estándares de Tesla, lo que permitirá que sus vehículos puedan usar los mismos cargadores.
“Abiertos a la competencia, no a que nos arrastren”
Si en Estados Unidos el futuro de la movilidad cero emisiones se ha convertido en una cuestión de política nacional, en Europa, da el salto a la diplomacia internacional. A mediados de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, anunció una investigación sobre si China está subvencionando la fabricación de eléctricos y daña la competitividad de los modelos europeos. “Los mercados globales ahora están inundados de coches eléctricos chinos más baratos. Su precio se mantiene artificialmente bajo gracias a enormes subvenciones estatales. Esto está distorsionando nuestro mercado. Y como no aceptamos esto desde dentro, no lo aceptamos desde fuera”, aseguró en el Parlamento europeo durante su intervención en el debate sobre el estado de la UE.
Unas críticas que Von der Leyen ha ratificado a solo unos días de acudir a China para la cumbre bilateral con la UE. “Europa está abierta a la competencia, pero no a una carrera que nos arrastre al fondo”, aseguró la presidenta del Ejecutivo comunitario durante una conferencia sobre política exterior. “China tiene un exceso de capacidad [de fabricación de eléctricos] que seguramente exportará, especialmente si ese exceso de capacidad es impulsado por subsidios directos e indirectos”, añadió.
China niega la mayor. Su embajador ante la Unión Europea, Fu Cong, aseguró la semana pasada que “el hecho de que las compañías chinas estén vendiendo automóviles en Europa no significa que tengan un exceso de capacidad (...) Entonces ¿qué están haciendo las empresas europeas en el mercado chino?”, se preguntó.
De momento, las empresas europeas están moviendo piezas para reforzarse en ese mercado, incluso aquellas que han sido muy críticas con el diferencial de precios que pueden lograr los eléctricos del país asiático. Una de ellas, Stellantis, matriz de marcas como Peugeot, Citroën, Fiat, Opel, Chrysler o Jeep. Hace unos días, el grupo selló la compra del 20% del fabricante chino Leapmotor.
Esa inversión, de cerca de 1.600 millones de dólares, llega un año después de que Stellantis cerrase la única fábrica que tenía en el gigante asiático. Ahora, además, el consorcio automovilístico está estudiando con otro fabricante chino, CATL, poner en marcha una empresa conjunta que construiría una nueva gigafactoría de baterías en Europa que, precisamente, le puede ayudar a bajar el precio de los coches enchufables.
Y hay más actores en este tablero que mezcla lo diplomático y lo económico. El Reino Unido no quiere perder terreno y también está tratando de convencer a las automovilísticas para que apuesten por su territorio. “Por supuesto, tengo la ambición de atraer a un fabricante de automóviles chinos”, ha reconocido el ministro de inversiones británico, Dominic Johnson. “La inversión china es crucial si queremos alcanzar el objetivo de cero emisiones netas”.
En España, las marcas chinas ya se han aupado a lo alto de las ventas de coches y hay nuevos fabricantes por venir a comercializar sus modelos. El próximo será Great Wall Motors (GWM), la misma compañía que rechazó en la antigua fábrica de Nissan en Barcelona, que comenzará a distribuir en el mercado español el próximo año. El éxito de estos modelos, más baratos, también se ve en en Reino Unido, donde su liderazgo es aún mayor. Allí uno de cada tres eléctricos que se comercializan corresponde a alguna enseña china.