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La nueva política del terraceo: del 'máximo una hora' al 'si no comes, no te sirvo café'

Analía Plaza

24 de abril de 2021 22:43 h

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Es jueves, llueve en Madrid y en una terraza de la céntrica plaza de Santa Ana no tienen reparo en servir un café. Otro gallo cantaría si fuera sábado o domingo por la tarde, cuando por política de la casa solo se pone café a quienes han comido allí. A condición de no citar el nombre del local, su encargado explica lo siguiente. “Si comes por ahí y te dejas 150 euros, no quiero que vengas a tomar aquí el café. Y gastar solo ¿cuánto? ¿4 euros?”, dice. “Hoy que llueve te lo tomarías allí, pero cuando hace bueno la gente viene, se sienta, se queda al solecito...”.

No es una medida nacida con la pandemia, aclara. Y ni siquiera es exclusiva de su establecimiento. En el de al lado hacen lo mismo. Con la crisis solo tienen a un camarero —que sirve dentro y fuera— y si después de comer la gente se sienta a pedir cafés “se quedan toda la tarde y no merece la pena”. Esta política no se aplica a los refrescos, la cerveza, el vino y las copas. Un par de kilómetros al este, en una bodeguita frente al parque del Retiro, aclaran la lógica de tal decisión: café te tomas uno, pero vinos o cervezas caen más.

Allí tampoco sirven café por las tardes a quienes no han comido allí. En su ventana cuelga, además, un cartel que dice que “el tiempo máximo de estancia por mesa será de 1 hora y 30 minutos”. “Lo pusimos al principio, porque los aforos estaban más limitados. Tenemos pocas mesas fuera, la gente se atrincheraba y no salía rentable”, dicen. Más que una imposición, el cartel era una forma de cubrirse las espaldas si había que pedir a alguien que se fuera. Ahora que las cosas han vuelto casi a la normalidad, apenas tienen ese problema (mantienen el cartel por inercia).

Las restricciones por el coronavirus han trastocado el negocio hostelero. Incluso en comunidades como Madrid, que ha mantenido abiertos los bares, hay reducciones de aforo y un toque de queda que reduce los ingresos por cenas. Muchos ayuntamientos han permitido ampliar las terrazas y han perdonado o rebajado su tasa municipal, Madrid entre ellos. El negocio se ha trasladado a las mesas de exterior y ha introducido cambios sus políticas. Encontrar espacio libre es una odisea, así que algunos bares limitan el tiempo de estancia: con reservas, carteles, franjas de comida y cena, turnos o, como en los casos anteriores, rechazando servir café para que los clientes no se eternicen.

Si se nos sientan con café, nos joden las comidas. Es un tema de negocio.

La periodista Silvia Nanclares narró en Twitter su experiencia en la plaza de Santa Ana. “En las terrazas no sirven té ni café. Y te lo dicen tan anchos. Solo copazos y dobles”, escribió. Vanesa Sánchez, otra usuaria de Madrid, respondió que le sucedió lo mismo en un chiringuito del Retiro. Fue un domingo. La táctica del café es más habitual de lo que parece, según varios camareros consultados por elDiario.es. Andrés trabaja desde hace cinco años en la Cervecería Alemana, en Santa Ana. “Esta es una casa antigua y no pone limitaciones a los clientes”, dice. “Pero he trabajado en otros locales de la plaza y es cierto que evitan servir café”.

En La Casa de las Navajas, en la zona de El Rastro, aclaran que dejaron de servir café en terraza antes del virus. “Hace más de diez años. Abrimos la terraza a una hora en la que si se nos sientan con café nos joden las comidas”, dicen. “Es un tema de negocio. Ni después de comer, ni nada”.

“Todo lo que esté informado previamente es legal”, dice Emilio Gallego, secretario general de la patronal Hostelería de España. “Muchos establecimientos tienen un precio en barra, uno en sala y uno en terraza. La política de precios debe ser informada para que el cliente no se lo encuentre a posteriori: a partir de ahí, es libre mercado. Y nos parece muy bonito el teletrabajo, pero hay que tener en cuenta que si se sienta una persona con un ordenador, te pide un café y te ocupa una mesa en la terraza durante tres horas... En un despacho le cobrarían por horas. En estas situaciones funciona el sentido común. Un buen hostelero sabe tratar a sus clientes”.

Máximo una hora (o media)

En las mesas de El Rincón del Pez hay pegatinas de “Máximo 1 hora” que antes no estaban. La acera es ancha y su terraza ocupa la mitad (en condiciones normales, ponen entre diez y once mesas). Consideran que son pocas y quieren que todo el mundo disfrute de mesa fuera, así que limitan el tiempo. Da igual si hay una persona o cinco, si consumen un café o varias copas: la medida es para todos. Y, aunque no lo indiquen, dan prioridad a los clientes que pretenden comer. Un cliente consultado por elDiario.es cuenta que, en fin de semana, le dijeron que si se sentaba tenía que ser para eso. “Me pareció abusivo”, relata.

“No es lo mismo dar cafés que comidas”, justifica uno de los camareros. “Si alguien está esperando para comer y otro ocupa una mesa con un refresco, ¿qué haces? Es lo normal”.

Yo fijaría una consumición mínima. 6 euros. Si no te gusta, búscate otro sitio

“Los establecimientos suelen separar zonas y usos, y montan las mesas a la hora de comer y cenar. Cuando empieza el horario de comidas, el camarero te lo va a decir”, continúa Gallego. Con la pandemia, las terrazas cogen reservas (que en ocasiones también son de tiempo limitado) y ponen franjas en las que solo puedes sentarte a comer. “A partir de las siete y media empiezan las cenas. Así que un poco antes avisamos a los clientes que están sentados para que se vayan o se queden a cenar, pero que no haya problemas”, explica la camarera de un bar del centro.

Además, continúa Gallego, “se está generalizando la fijación de dos turnos en terraza, dos horarios para almorzar y dos para cenar. Ayer me comentó un bar de Vallecas que les está funcionando”.

Con respecto a la limitación de tiempo, independientemente de la consumición, el portavoz de Hostelería de España cree que no es generalizado. “Pero es cierto que los sitios populares necesitan mayor rotación. Al final lo que menos vendemos son alimentos y bebidas: se vende la experiencia y el momento. Y, dentro de eso, lo importante es el ambiente, el uso del espacio. No es lo mismo una terraza que el interior”, añade. “Y hay que entender las tasas que se pagan por tener terrazas. Lo que yo haría sería fijar una consumición mínima. 6 euros. Si no te gusta, búscate otro sitio”.

¿Qué dice la ley? ¿Qué derechos tiene el consumidor? Acudimos a Facua. “Las cafeterías, bares y restaurantes están sometidos a la ley de espectáculos públicos y actividades recreativas”, explica Jesús Benítez, miembro del equipo jurídico. Pueden ejercer su derecho de admisión para impedir el acceso a quien se comporte de manera violenta o produzca molestias, pero no usarlo para “restringir el acceso de manera arbitraria o discriminatoria”. Y siempre deben informar sobre las condiciones.

Eso por un lado. Por otro, la ley de defensa de los consumidores considera infracción la “imposición injustificada” de cantidades mínimas y “la negativa a satisfacer las demandas del consumidor, cualquiera que sea su nacionalidad o lugar de residencia, cuando su satisfacción esté dentro de las disponibilidades del empresario, así como cualquier forma de discriminación”. Si un bar no sirve café al que no come allí aunque lo tenga, podría considerarse discriminación.

El problema es que, como todo, la normativa es interpretable. “Podríamos sostener la abusividad de este tipo de prácticas, bien por imponer el consumo de cantidades mínimas, por imponer comer en terraza o por dar un trato discriminatorio. Pero se puede argumentar que son lícitas: que se prestan servicios distintos en espacios distintos, o que yo como empresario decido qué servicio doy siempre que asegure la información previa al consumidor”, continúa Benítez. La información puede darse con carteles o verbalmente. “En caso de que no se informe previamente de este tipo de condiciones, creo que sin dudas podría denunciarse”, zanja.