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ENTREVISTA Profesor universitario y experto en energía

Pedro Fresco: “No podemos perder la carrera de las baterías porque ponemos en riesgo toda la fabricación de vehículos”

Antonio M. Vélez

10 de octubre de 2020 22:22 h

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Pedro Fresco (Valencia, 1981), analista y experto en energía, atiende a elDiario.es por teléfono para charlar sobre la actualidad energética y de su segundo libro, el recién editado El nuevo orden verde: cómo la transición energética cambiará el mundo (Barlin Libros), en el que aborda las consecuencias sociales y geopolíticas de un proceso que cree imparable y que, considera, puede ser muy beneficioso para España, el país del sol. 

Licenciado en químicas por la Universidad de Valencia, Fresco trabaja desde hace más de una década en una importante empresa del sector energético. Activo tuitero, es profesor colaborador del Máster en Energías Renovables de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y ejerce como analista y coordinador de contenidos de la sección de “Transición energética” de la web Agenda Pública. Está convencido del enorme potencial de las renovables, cree que el plan de recuperación del Gobierno podía haber mostrado más ambición en la apuesta por la transición energética y considera que la energía nuclear “no tiene sentido” en Europa.

El libro está escrito antes de la pandemia, pero incluye un epílogo añadido en mayo en el que sostiene que esta crisis va a acelerar la transición energética.

Sí, y creo que no me equivoqué. Lo estamos viendo ahora, con China prometiendo la neutralidad en carbono antes de 2060 en la última asamblea de la ONU, la UE acogiendo objetivos más ambiciosos, con el Green Deal, el paquete de ayudas que anunció el Gobierno español hace unos días, o la situación del petróleo: BP decía hace unas semanas que probablemente ya hemos llegado al pico de demanda mundial. Esto es completamente distinto a lo que hemos vivido en otras crisis. Este virus, este shock, tiene toda la pinta de que en la mayoría de terrenos va a acelerar esa transición energética.

Cree que el mayor protagonismo de los Estados para intentar sacarnos de esta crisis es una “oportunidad de oro” para ello.

Esta es una crisis atípica que está tocando transversalmente a todos los sectores y en la que va a haber una destrucción de empleos y de formas de economía que ya estaban un poco moribundas, en una especie de destrucción creativa. Tenemos que crear algo nuevo y los Estados tienen que entrar a ayudar, a invertir, a tomar de nuevo el control de la economía. Y lo van a hacer creando el mundo que saben que tenemos que crear, que es el mundo descarbonizado. Es lo que está pasando en la UE y lo que probablemente veremos en el plan quinquenal chino. En Estados Unidos veremos qué pasa en las elecciones. Si no gana Trump, posiblemente también veremos un esfuerzo especial en este sentido. 

¿Qué le parece la hoja de ruta presentada por el Gobierno español para los fondos europeos?

Me hubiese gustado un poco más de foco en la transición verde, pero evidentemente tenemos otras necesidades por la situación del país. Prácticamente han ido al mínimo posible dentro de lo que marcaba la UE. Es verdad que en la otra gran pata, la digitalización, nuestro país va retrasado y gran parte de los fondos ha ido también ahí. A mí me gustaría destacar cómo han ido cambiando nuestras perspectivas en los últimos años. Cada uno de los objetivos de reducción de emisiones y renovables que nos hemos ido poniendo nos ha parecido ambicioso en el momento en que lo hacíamos y tres o cuatro años después nos parecen bajísimos. El mundo va tan rápido hacia la descarbonización que cualquier plan, por ambicioso que nos parezca, cuando lo miremos en dos o tres años nos parecerá poco. Muy probablemente en unos años iremos a unos objetivos reforzados. 

El mundo va tan rápido hacia la descarbonización que cualquier plan, por ambicioso que nos parezca, cuando lo miremos en dos o tres años nos parecerá poco

En su libro explica que muy probablemente China se va a convertir en la primera potencia mundial este siglo, en gran parte por lo que tiene la energía de vector transformador. 

En Occidente tenemos todavía ese pensamiento de que en China se fabrican palanganas de plástico y productos de bajo valor añadido, y eso no es cierto. Es líder tecnológico en muchísimos campos, incluyendo la transición energética. En China se generan la mayoría de paneles solares del mundo, la mayoría de vehículos eléctricos se fabrican y venden allí, son líderes en fabricación de baterías, en aerogeneradores algo menos, pero también… Están en todas las líneas de desarrollo de la tecnología que necesita la transición energética. Han convertido en su oportunidad un grave problema de contaminación atmosférica. Con más de un millón de muertes prematuras al año por culpa de la contaminación, y con la guerra a la contaminación que lanzó el Partido Comunista Chino hace unos años, han empezado a fabricar toda esta tecnología y a ponerse los primeros en el mercado. Y no sólo en la tecnología, también lo han hecho en el control de las materias primas. Son los primeros productores de tierras raras. El litio no lo producen en cantidades importantes, pero sí han logrado dominar la mayor parte de la producción mediante inversiones en empresas de otros países como Australia. En cobalto, el primer productor es la República del Congo, pero quien lo refina son los chinos. Han acabado dominando todas las líneas de control y además tienen una ventaja, digamos, política: al ser un régimen autoritario, los problemas sociales que pueden generar con su política energética no van a tener una contestación política potente.

En España ha habido algún intento de explotar tierras raras que no fructificó por el fuerte rechazo social. Ahora hay proyectos para explotar litio en Extremadura. ¿Debemos abrir ese melón ante la crisis en la que estamos inmersos?

Debemos estudiar cada proyecto concreto, ponderando pros y contras. Ver su impacto ambiental, qué se puede obtener de allí, si eso puede generar unas cadenas de valor... si desde el litio va a llevar a la fabricación de baterías y eso permite mantener las factorías de coches en España, sería un gran resultado. 

En los últimos meses, líderes empresariales como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, o el de Renault España y Anfac (fabricantes de coches), José Vicente de los Mozos, han dicho que España ha perdido ya la carrera de las baterías o está a punto de hacerlo. ¿Está de acuerdo?

Vamos tarde, tienen razón en eso, pero nada se puede dar por perdido. Tenemos una potente inversión automotriz, el 10% de nuestro PIB, y no podemos permitirnos perder la carrera de las baterías porque estaremos poniendo en riesgo absolutamente toda la fabricación de vehículos aquí. Probablemente no vamos a ser líderes mundiales, pero no podemos obviar estos proyectos. Según ha dicho el Gobierno, estamos muy cerca de anunciar un proyecto de una importante fábrica de baterías. Tenemos que entrar ahí. No podemos darnos por vencidos, sería un suicidio económico. 

¿Es viable adelantar a 2023 los objetivos de penetración de renovables del Plan del Clima para 2025, como prevé el plan de recuperación del Gobierno? 

No sé si va a dar tiempo a instalar todo. Sobre todo en termosolar, habría que hacer una subasta rápidamente para poder meter los 2.500 megavatios que se quieren meter. Y también quizá en eólica. En fotovoltaica, es posible que sí se llegue. En cualquier caso, los objetivos siempre tienen que ser ambiciosos y es un momento excelente para intentar acelerarlo, con todas las ayudas del fondo de recuperación. Además, todo apunta a que al final la UE fijará objetivos de descarbonización más ambiciosos para 2030.

También se plantea llegar a los 250.000 vehículos eléctricos en España en 2023. ¿Es suficiente, se queda corto?

No creo que el objetivo sea descabellado ni se quede corto. Está bien ponderado. Con el vehículo eléctrico puede pasar que se produzca una disrupción y sea un proceso mucho más rápido de lo que creemos, o que ocurra lo contrario. Llevamos 100 años subidos en una ola de petróleo y cambiar esto estructuralmente es muy complicado. Hay que poner una inversión importante y cambiar la mentalidad de todos los agentes económicos y de los ciudadanos. Hay que ser lógicos: no vamos a vender todo eléctrico en cinco años, por el propio periodo de vida útil de un coche, diez o quince años, no va a cambiar el parque móvil radicalmente. Podrían haber sido más ambiciosos, pero también hay que tener en cuenta el punto del que partimos. Estamos por detrás, en venta de vehículos eléctricos, en infraestructuras de recarga eléctrica, no ya de Reino Unido, Francia y Holanda, que también, sino de Portugal. Tenemos que tener la perspectiva de que en 2050 vamos a tener que alcanzar el 100% de eléctricos, pero no se pueden plantear objetivos locos que no se van a poder cumplir. Lo más importante es que lo que se venda a partir de ahora sea eléctrico en un porcentaje muy alto.

En su libro dibuja un panorama no muy halagüeño para los fabricantes de coches eléctricos en Europa, ante el dominio chino.

Probablemente van a lograr entrar en Europa, algo que no han hecho hasta ahora. Y es un riesgo muy importante para los fabricantes tradicionales europeos y norteamericanos. Es una competencia nueva de un país con 1.300 millones de habitantes que tiene una capacidad de producción inigualable. Pero después del coronavirus, estamos viendo claramente un periodo de desglobalizacion que puede llevar a intentar relocalizar las producciones y a políticas de libre comercio más limitadas, como el arancel al CO2 que quiere implantar la Comisión Europea. A lo mejor con esas dinámicas se puede contener la entrada de los vehículos chinos y los fabricantes europeos se pueden poner al día. Aquí también vamos tarde y el coche eléctrico tiene muchas posibilidades de desplazar fabricantes mientras emergen otros. Es una batalla bonita que veremos en los próximos 20 años y que depende de coyunturas políticas o geopolíticas que no son fáciles de predecir.

España está a la cola de la OCDE en impuestos medioambientales. ¿Por qué modelo tenemos que apostar? 

Los impuestos medioambientales van a ser una necesidad que no vamos a poder evitar. Vamos a comenzar a pagar tasas por el CO2 que emitimos, que además van a ser crecientes. El principio de que quien contamina, paga, se va a convertir en una realidad inexcusable cada vez más poderosa. Eso obviamente va a aumentar la recaudación de impuestos y a alterar los costes relativos de cada tecnología. Un coche de combustión no va a ser lo mismo que un eléctrico cuando a lo mejor estemos pagando 100 euros por tonelada de CO2 emitido en los combustibles. Ese es el futuro inevitable. España está por detrás pero va a elevarlos de forma inevitable.

Los impuestos medioambientales van a ser una necesidad que no vamos a poder evitar. Vamos a comenzar a pagar tasas por el CO2 que emitimos, que además van a ser crecientes

En la COP de Madrid no hubo acuerdo para regular los mercados de carbono globalmente. ¿Con esta crisis hacerlo va a ser más difícil todavía?

Creo que no. La lógica que va a emerger de esta crisis va a ser diferente de las anteriores. A nadie se le escapa que un pacto a nivel mundial es complicado, pero los últimos movimientos de China y Europa y la necesidad de pactos bilaterales pueden hacer avanzar al menos a los grandes bloques. Creo que sí vamos a ver tasas de CO2 e impuestos medioambientales que tendrán resistencias de países como India, por ejemplo, pero la cuestión es empezar y que la fuerza de la coacción comercial haga que todos entren ahí. Si queremos descarbonizar en 2050 o 2060, será inevitable.

¿Qué ambición climática le ve a Joe Biden en Estados Unidos?

No sé qué hará si llega a gobernar, pero por lo menos no será obstruccionista como Trump. Y Estados Unidos tiene un federalismo muy potente, donde los estados prácticamente hacen lo que les da la gana. Lo hemos visto estos años, con Trump en posturas prácticamente negacionistas mientras muchos estados gobernados por los demócratas han seguido con su apuesta por la descarbonización. Una victoria de Biden ayudaría sobre todo a los pactos internacionales, un regreso al Acuerdo de París, pero cada estado va a ir por su línea y ahí sí se está avanzando. Sería complicado no entrar ahí, sobre todo si la burbuja del fracking acaba explotando, EEUU va a tener que acogerse a otro tipo de política energética.

Una de las principales tesis de su libro es que la transición energética va a cambiar las relaciones económicas y diplomáticas entre países y a reconfigurar el escenario mundial. Dice que puede beneficiar a todos. ¿Es una visión optimista?

La contaminación atmosférica y el cambio climático tienen efectos perversos sobre la sociedad: acortan la vida de millones de personas al año y nos ponen ante un futuro donde un cambio climático desbocado nos obliga a inversiones masivas y a muchísimos problemas internacionales. Evitar eso es positivo para todos los ciudadanos del mundo, vivan donde vivan. Aunque va a haber países que van a estar más beneficiados y otros más perjudicados. Yo espero un beneficio neto para los que son importadores energéticos masivos, como los europeos; o los fabricantes de tecnología energética, como China. Y perjudicará a los que están obviando esta realidad, como Estados Unidos, o Rusia, que es un país gasista y petrolero, y otros exportadores que pueden tener muchos problemas como Venezuela, países árabes, Nigeria… aunque algunos de ellos, como Arabia Saudí o Noruega, están viendo el futuro más claramente. Hay otros que no pueden, no saben o no pueden, o no están haciendo nada, caso de Venezuela, que está en una crisis económica terrible y no se puede plantear ahora ir a una estrategia de descarbonización porque es el último de sus problemas. 

La ministra Teresa Ribera, al presentar esta semana el plan de recuperación hablaba de una clara apuesta por la eólica offshore. ¿Qué potencial tiene esta fuente en España? 

Tenemos el problema de que nuestra plataforma continental es bastante profunda. En gran parte del país no podemos anclar los generadores a la costa y hay sitios turísticos en los que no tendría sentido hacerlo. Nuestra suerte es que la tecnología de eólica flotante va poco a poco bajando costes y estamos en previsión de que sea competitiva de aquí a poco. Ahí sí que podemos ganar mucho porque tenemos amplias zonas de costa, sobre todo en el norte de España, que darían muy buen rendimiento. Ya hay proyectos en Galicia, en Asturias, en el País Vasco, que están intentando ir por ahí. Y no solo es la fuente energética. Tenemos que pensar otras derivadas. Todavía somos una potencia en componentes de energía eólica y algunos de nuestros astilleros también están ahí, las plataformas para la eólica offshore y flotante las estamos haciendo en astilleros como el de Ferrol. Tenemos que ver cómo incentivar todo esto porque puede ayudar a nuestra industria y al sector naval, que tienen graves problemas. 

Una de las claves para permitir la integración masiva de renovables en el sistema eléctrico es tener interconexiones y en eso Francia es clave. 

Los proyectos europeos de interconexión nos asignan miles de megavatios para la próxima década. Con su potencial eólico, eólico marino y sobre todo solar, España va a ser una potencia renovable en muy pocos años. Vamos a necesitar exportar esa energía en muchos momentos del año y la forma más clara es hacerlo a la UE con unas interconexiones mayores y reforzadas, fundamentalmente con Francia, como forma de abrir todo el mercado europeo. Pero también podríamos exportar energía renovable de forma indirecta en forma de hidrógeno. Ambas vías las vamos a tener que explotar porque tenemos el mayor potencial de energía solar en Europa y es la fuente más barata. Eso no podemos desperdiciarlo en nuestro mercado natural. Por eso no podemos perder el tiempo y es absolutamente necesario tanto ampliar las interconexiones como empezar a buscar formas de convertir nuestra generación renovable en formas de energía final como el hidrógeno que podamos exportar.

Las nucleares españolas dicen que pagan más de lo que facturan por los impuestos con la crisis del coronavirus porque los precios se han hundido y van a seguir a la baja con las nuevas renovables. ¿Deben recibir apoyos para ser viables, como reclaman?

Eso se puede hacer de varias maneras: con un incentivo por su aportación como energía constante, ‘de base’; o con algún tipo de precio fijo, aunque aquí estamos un poco contenidos por las estructuras del mercado marginalista europeo. Pero me gustaría verlo con un poco más de perspectiva. El mundo nuclear se queja de los altos impuestos que tienen muchas centrales, sobre todo en territorios como Catalunya. Y en esa parte tienen razón. Pero tienen que ver la otra parte, el cuadro global. El fondo Enresa, que está destinado a la gestión de residuos y al desmantelamiento de las nucleares, se va a quedar muy corto. Y si tuviésemos que actualizar la tasa para que ese desmantelamiento no acabe cayendo en los bolsillos del Estado, posiblemente habría que multiplicar por dos o por tres esa tasa. Si es verdad que están pagando mucho por un lado, por otro está pagando poco. Mucho de impuestos y poco de tasas, por decirlo así. 

Y luego está la segunda parte: el problema de la nuclear es que las centrales de los 70 u 80 que ya están prácticamente amortizadas son competitivas. Pero no pueden sustituirse por nuevas: los tiros no van por ahí y las nuevas nucleares son carísimas, es la forma más cara de energía de nueva instalación. En Europa esta tecnología está entre la espada y la pared, en busca de un régimen económico beneficioso para que se puedan instalar nucleares o para que puedan continuar operando las que ya existen, porque cada prórroga de su vida útil requiere inversiones que hay que amortizar. Y están compitiendo con energías con costes marginales de cero y costes totales bajísimos, por lo que es muy probable que no puedan amortizarlas. La nuclear está amenazada. Tenemos que hacernos la pregunta de si la nuclear tiene sentido en economías como las europeas que no están creciendo al 7%-10%; ¿tiene sentido planteártela como algo de futuro cuando tienes un montón de energías renovables mucho más competitivas y cuya curva de aprendizaje todavía no ha acabado, y van a ser más competitivas en el futuro? Yo creo que nuestro caso no tiene sentido. En otros países y otras latitudes la nuclear puede tener sentido. Yo creo que en Europa no lo tiene.

En países europeos como Alemania hay precios negativos en el mercado eléctrico. El Gobierno ha llegado a decir en algún texto legal reciente que es “probable” que se acaben implantando en España. ¿Debemos hacerlo?

Los precios negativos tienen algo muy bueno: que cuando generamos más de lo que demandamos, son un incentivo increíble para los mecanismos de almacenamiento, que es lo que necesitamos. Otros países los tienen en momentos muy puntuales y no pasa nada. Lo que tendríamos que ver es a dónde va a llevar nuestro sistema marginalista de precios cuando esté absolutamente inundado de fuentes de energía renovables, que tienen un coste marginal de prácticamente cero. Nos vamos a ir a un mercado con ceros o incluso demasiados negativos. Y no va a funcionar. Habrá que cambiarlo para que los generadores cubran sus costos, por lo menos, y que a la vez tengan los mecanismos adecuados para absorber el exceso de energías renovables. Es impepinable que vamos a ver cambios en el futuro en la fijación de precios, porque el sistema está hecho para tener muchas energías con coste marginal que van a ir desapareciendo.

Habla de cómo la inteligencia artificial y los algoritmos de aprendizaje van a ser clave en la transición. Por ejemplo, para la gestión de la demanda, el autoconsumo con baterías... ¿Cuándo lo vamos a ver en nuestras casas?

En cuanto las leyes lo permitan. La tecnología para comenzar a hacer eso ya está. Se ve claramente con la carga de los coches eléctricos. Posiblemente un ciudadano medio necesite cargar su coche eléctrico solo 10 horas a la semana para poder circular. Una semana tiene 168 horas poder gestionar esas 10 horas de carga como más te interese es en el fondo gestión de la demanda y beneficio económico para el consumidor. Otros mecanismos más avanzados son consumos que todos tenemos en nuestras casas y empresas que pueden ser paralizados por cortos periodos de tiempo, media hora o tres cuartos de hora. Pongo el ejemplo de las cámaras frigoríficas de una gran empresa: a cambio de un beneficio económico, pueden pararse sin tener afectación sobre la temperatura y permitir solventar el descenso brutal de generación fotovoltaica que se produce al atardecer de forma mucho más fácil para el sistema eléctrico. Son sistemas que van a implantarse pero hay que poner las legislaciones al día. 

¿Dónde habría que poner el foco en regulación del sector eléctrico de manera más urgente?

Primero, hay adaptarla a todas estas nuevas tecnologías que van entrando. Tenemos que comenzar a permitir e incentivar la utilización de tecnologías como el almacenamiento en las plantas de renovables nuevas, creando mecanismos adecuados de forma que tenga sentido económico hacerlo. Y las subastas de renovables tienen que estar, forzosamente. Es verdad que el mercado está instalando mucha fotovoltaica, pero si queremos evitar una futura canibalización de precios que lleve a la paralización de actividades, tenemos que tenerlas. También permitirán que no toda la inversión vaya a la misma tecnología en detrimento de otras que vamos a necesitar porque nos generan en momentos distintos a los de la fotovoltaica y tienen que ser complementarias. Y es muy importante ir a una electrificación de todo aquello que se pueda electrificar, fundamentalmente transporte ligero, transporte urbano y climatización, en la medida de lo posible. Esa electrificación de todos esos sectores que ya podemos hacer con tecnología que ya es competitiva llevaría a una estimulación importante también de la generación renovable. Es crear demanda y las leyes tienen que favorecerlo