Los precios industriales cayeron en marzo en España por primera vez de diciembre de 2020 y rebajan la presión sobre la inflación que soportan las familias. Es decir, reducen la presión sobre el IPC (Índice de precios de consumo), que también calcula el INE, y que en el mismo mes se quedó en el 3,3% interanual, el nivel más moderado desde agosto de 2021.
El IPRI (Índice de precios industriales) cayó un 1% en marzo respecto al mismo mes de 2022 por la reducción de los costes de producción, principalmente de los carburantes, el gas o la electricidad. Y también por el abaratamiento de los bienes intermedios, los que se utilizan para fabricar el producto final.
Tras esta bajada en los precios de la industria, este viernes se conoce el avance del IPC de abril, que se espera que repunte ligeramente por encima del 4%, con los alimentos como los productos más tensionados. Por distintas razones, en la cadena alimentaria (desde los productores hasta los supermercados), todavía no se está trasladando el alivio en los costes a los precios de venta. Y ahora se añade la amenaza de la sequía sobre la oferta agrícola en nuestro país.
El IPRI empezó a escalar desde mediados de 2021 por la explosión de demanda tras el shock de la pandemia y fue sumando los problemas en las cadenas de suministro globales, primero, y, después, el histórico incremento de los costes energéticos, que se exacerbó con la invasión rusa de Ucrania.
En estos momentos, el indicador muestra que han desaparido todas esas tensiones. Y sobre todo un efecto escalón respecto a los precios de los carburantes o del gas disparados en marzo de 2022.
Eso sí, siguiendo la misma tendencia a la baja, en variación mensual, de febrero a marzo, este índice de precios industriales cayó un 2,2%. Todos estos datos de la industria rebajan las presiones sobre los precios finales en las tiendas, los que pagan las familias. Y, por tanto, sobre la inflación subyacente.
Máximos de la inflación subyacente
El IPC subyacente excluye de su cálculo los precios de la energía y los alimentos frescos porque son más volátiles. De esta manera busca dar una visión más estructural de la evolución de los precios. Esta inflación estructural hizo saltar las alarmas al dispararse al 7% en diciembre, y ha seguido escalando hasta quedarse en el 7,5%.
En la reducción de los costes de la industria, que alivia la presión sobre la inflación en el consumo, actúan las medidas del Gobierno para bajar el precio de la electricidad (como el tope al gas o las bajadas de impuestos), las ayudas directas (sobre todo a la industrias más electrointensivas), la moderación salarial y la descongestión de las cadenas de suministro globales.
La semana pasada, el Índice de Confianza Empresarial que calcula el propió INE señaló que el 72,2% de las empresas cree que los precios se mantendrán estables este trimestre, un máximo desde 2021. El índice recoge que apenas una de cada cinco compañías de España espera más inflación entre abril y junio respecto al primer trimestre.
A estas alturas, ya todas las instituciones admiten que, el último factor que está actuando en esta crisis de inflación es la mejora de los márgenes de beneficios de las empresas. Es decir, su capacidad de trasladar el aumento de los costes a los precios de venta por la falta de competencia en ciertos mercados y por la fortaleza de la demanda. “El incremento de los ganancias de las empresas ha jugado un papel importante en la inflación”, confirmó este miércoles Isabel Schnabel, economista alemana del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE).