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Los préstamos rápidos, el negocio al alza que consume a los ludópatas desesperados

Anuncio de una empresa de préstamos rápidos en Madrid

Mario Escribano / Analía Plaza

Un jugador sale de cualquiera de las dieciséis casas de apuestas que hay a lo largo de los dos kilómetros y medio de Bravo Murillo, en Madrid, y uno de los primeros carteles que se encuentra es el de “¿Estás en el ASNEF [registro de morosos]? ¡¡No te preocupes!! Te prestamos hasta 600 euros”. Debajo, un número de teléfono y un nombre, María, que al cogerlo te pregunta cuánto quieres, cuánto cobras y te indica que para proceder pases por su oficina, situada en una calle secundaria de la zona.

María asegura que si estás en una lista como ASNEF no hay problema. En persona, sentada en un pequeño escritorio al fondo del centro de negocios en el que ha establecido el despacho, mete algunos datos en una aplicación móvil y canta la cuota que te saldría a pagar. En este caso, el interesado es un joven al que acompaña una familiar mayor. Lleva tres meses trabajando y pide 750 euros, sin especificar para qué.

“Serían 135 euros al mes en doce meses. Pagarías un total de 1.620 euros”, dice María. “Uf, es un montón. Pero es que Bankia no me deja”, suspira él. “Claro: tu banco te conoce. Es como si fuera tu mamá. Y si tu mamá no te deja, Bankia tampoco lo hará”, ríe. El joven dice que lo pensará. 1.620 euros es más del doble de lo solicitado, un interés desmesurado pero habitual en este tipo de operaciones.

María trabaja como comercial para Cashper, una de las decenas de empresas de préstamos rápidos que funcionan en España. Como Cashper, registrada en Malta, están Solcrédito (una intermediaria de Estonia) o las patrias Ccloan, Contante, Creditea, Dineo, MoneyMan, Kredito24, Vivus, Rapicash… “Hay muchísimas”, indica. “El mercado crece porque el cliente se maneja cada vez más por Internet. Pero hay que saber pedirlo bien. Hay clientes que por desesperación piden en varias webs y al estar ahí dale que dale les bloquean. Y ya no les dan nada hasta que no se calmen las aguas”.

Como ella tiene cuenta de comercial y accede a mejores condiciones que un usuario normal, su negocio está en asesorar a sus clientes para le que traigan a otros. Si supiera “de Internet”, cuenta, publicitaría sus servicios ahí y no empapelando las calles. ¿Por qué los pone frente a casas de apuestas? “Yo pago a alguien que lo hace y no sé dónde los pega”, sentencia. “Pero viene gente de todos lados”.

“Se me fue de las manos”

A Sergio, de 42 años, siempre le había gustado jugar a las máquinas tragaperras, pero empezó a engancharse tras separarse de su pareja sentimental. “No tenía problemas económicos, jugaba como cualquier otro, echando algún euro cuando estaba en un bar…. Y empecé a jugar más, al principio era mi sueldo, pero veía que no llegaba y una vez descubrí los microcréditos aquello fue un no parar”, cuenta para incidir en que “eran muy fáciles de conseguir y acudía para cualquier cosa, aunque fuera pequeña: en 15 minutos tenía el dinero en mi cuenta sin aportar casi documentación”.

Llegó a acumular más de una decena de créditos con empresas distintas, “y los intereses son brutales, dejas de pagar un mes y los suben al doble o más, pero quieres seguir y necesitas más”. Un préstamo de 2.000 euros, comenta, se convirtió en una deuda de 8.000. Todo ese dinero iba destinado a las tragaperras, única modalidad a la que acudía. “Yo veía las casas de apuestas y pensaba que eran una gilipollez mientras me dejaba un dineral en tragaperras”, recuerda Sergio, que recibió el alta terapéutica hace unos meses. “Antes de estar en tratamiento sabía que estaba mal pero no quería decirlo por el ‘qué dirán’”, admite este afectado, que solo decidió contarlo cuando la situación era “insostenible, sin salida económica”.

“Las apuestas se me fueron de las manos y empecé a tirar de créditos”, cuenta a este periódico David, un treintañero que debe cerca de 200.000 euros. Algo más de la mitad de ese dinero lo obtuvo a través de préstamos de todo tipo, mientras que el resto fue prestado por familiares y amigos. “Cuando me dejaron de conceder los normales, pedí microcréditos y al final se hizo una bola, pero tenía la cabeza en el juego, ni en el futuro, ni el dinero ni nada más”, relata.

Él no acudió a ninguna clínica a recibir terapia y ha conseguido salir delante al contar su historia a través de redes sociales, donde ha conocido otras personas con problemas similares, ayudándose mutuamente. “Twitter está siendo mi terapia. Había tenido varios intentos ya, pero ahí conté mi historia y me ha venido bien”, señala este afectado, que gestiona la cuenta @NoApuestes en esta plataforma desde hace dieciocho meses, el mismo tiempo que lleva sin apostar.

No obstante, la espiral de créditos continúa y ha acabado afectando también a su mujer, que pedía dinero sin su conocimiento para salir adelante. “Solo se quieren saldar deudas y seguir el ritmo de vida. La persona que está a tu lado pasa lo mismo que tú y tiene los mismos síntomas aunque no juegue, son codependientes”, dice. “Es un problema que he generado yo, y ella ha hecho lo que ha podido”.

David, que recibe asesoramiento del Foro Antiusura, explica que no pagan a empresas de microcrédito desde hace tres meses, y que es habitual que reciban “llamadas de extorsión” para que lo hagan. En alguna ocasión, les han llegado a ofrecer quedar exento de deuda pagando una cantidad reducida de esta (por ejemplo, 50 euros cuando la deuda es de 600).

“Quizá no lo sepan, pero muchas veces se aprovechan de situaciones desesperadas y personas enfermas, ¿cómo permiten que una familia o persona endeudada se endeude más y con esas condiciones?”, se pregunta antes de recordar que “son créditos de riesgo, saben que hay gente que no lo va a devolver”. “Las autoridades lo permiten, igual que las apuestas, al final hay mucho dinero en juego y relaciones con el poder político”, espeta sobre el sector del juego, que define como “una mafia legal, pero una mafia”.

Un negocio en auge

Las compañías de microcrédito proliferan desde hace unos años en nuestro país. La asociación que agrupa a algunas, AEMIP, nació en 2013 y cuenta con trece asociadas, de las cuales la mitad se fundaron en los últimos cinco años. Ninguna está supervisada por el Banco de España. La entidad deja claro que no supervisa a todas las entidades que conceden créditos y que, de hecho, “muchas de las empresas que conceden créditos casi sin papeleo, a plazos muy cortos y con costes elevados” no lo están. De las más conocidas, solo Cofidis aparece en el registro oficial.

El principal gancho de estas empresas no es solo que te presten dinero aunque estés en el ASNEF u otro registro de morosos: también la facilidad y falta de papeleo con la que lo conceden, normalmente a través de internet. De hecho, del negocio de los préstamos rápidos han nacido 'fintechs' (empresas de tecnología financiera) como ID Finance, ubicada en Barcelona y propietaria de las marcas MoneyMan y Plazo, o Amigo Loans, recién llegada a España. Desde la primera explican que su fuerte está en el “sofisticado scoring” que hacen de cada cliente para reducir el riesgo de impago, tomando en cuenta variables como la velocidad a la que un usuario introduce su nombre en la app (si lo hace despacio, o si copia y pega, podría estar mintiendo) y bases de datos de terceros.

'Fintech' o no, su negocio siempre es el mismo: cobrar intereses de hasta el 2.000% y el 3.000%, que quedan “maquillados” porque prestan cantidades pequeñas que se devuelven en cuotas pequeñas. Por ejemplo: 300 euros a devolver en 62 días cuestan 148 euros en MoneyMan, un 2.035% TAE. La Ley de la Usura española, que data de 1908 y sigue vigente, establece que “será nulo todo contrato de préstamo en que se estipule un interés notablemente superior al normal del dinero”. Una sentencia del Supremo de 2015 la aplicó y anuló un préstamo al 24% al considerarlo usurario, aunque empresas y bancos han seguido vendiendo productos así (y siendo condenados).

Como decía la presidenta de la asociación de usuarios de banca Asufin, Patricia Suárez, en una entrevista en este diario, “el mensaje es claro: si alguien te da un préstamo sin pedirte tu nómina, nivel de endeudamiento o capacidad de ahorro, ese préstamo será caro porque tendrás que asumir que un porcentaje importante de la gente no lo va a pagar”.

Autoprotección contra la petición de préstamos

La predisposición al endeudamiento es tal que la AEMIP tiene un fichero de “autoprotección” para que la gente se apunte si no quiere que estas empresas le concedan más préstamos. El Ministerio de Hacienda tiene una solución similar: el Registro de Interdicciones de Acceso al Juego, para ludópatas que deseen que las salas de juego les impidan entrar.

Las búsquedas en Google ya dan pistas sobre el interés en el sector prestamista, una tendencia creciente en el último lustro. Pero el aumento de un tipo determinado de consultas en el gigante de Internet suele tener la otra cara: la competencia por el clic en los primeros resultados, cuyo posicionamiento es de pago. Se trata de Google AdWords, donde las empresas pujan por el precio de cada visita que reciben gracias a estos puestos.

Determinadas 'palabras clave' relacionadas con el mundo crediticio pueden alcanzar cifras importantes en determinadas consultas. Por ejemplo, por 'crédito a clientes' se llega a pagar hasta 37,98 euros por clic o hasta 35,61 euros por 'cetelem' –nombre de la entidad crediticia del banco BNP Paribas–, mientras que en otros casos apenas alcanzan los dos euros.

Además de publicitarse online hay quien, como María, se anuncia en la calle y promete gestiones casi inmediatas. Es el caso de Dinercar Exprés, otra que ha empapelado varias ciudades ofreciendo “préstamos de dinero avalando con su vehículo y siga circulando con él (sic)”. “Me das tu matrícula y veo si es viable o no. A partir de ahí podemos hacerlo hoy mismo o mañana por la mañana”, dice el responsable al teléfono. La firma es presencial, y aunque la compañía (fundada en 2014 y con varias franquicias) no tiene oficinas en Madrid, desplaza a un comercial en pocas horas para agilizar el trámite.

A pie de calle, la propagación de los micropréstamos es menos notable que la de las casas de apuestas, que brotan como champiñones en los barrios vulnerables. El censo de locales de Madrid contabiliza 35 dedicados a esta actividad, sin variación relevante en los últimos años, frente a los ya 379 salones de juego - un 95% más que en 2014. Entre los que han abierto está Eurocredit, que ofrece servicios de intermediación financiera (negocia con bancos o empresas prestatarias por ti) y abrió hace dos meses en General Ricardos, al lado de un salón de Sportium y a menos de 350 metros de otros dos. Un empleado asegura que “no hay relación” entre su negocio y estos salones y que sus clientes piden más préstamos hipotecarios que personales, pero que la situación del local (a pie de calle, cerca del metro) es ideal.

La Dirección General de la Ordenación del Juego, dependiente del Ministerio de Hacienda, elabora estudios con cierta regularidad sobre los clientes del sector de juego, su perfil y comportamiento. En el Estudio sobre prevalencia, comportamiento y características de los usuarios de juego de azar en España, de 2015, preguntaron a un total de 6.816 jugadores de juegos de azar si habían “necesitado alguna vez pedir dinero prestado dinero a un familiar, o a otra persona, para poder salir de una situación económica desesperada causada en gran parte por el juego”. Solo un 0,7% respondió de forma afirmativa.

Esta cuestión no ha vuelto a ser formulada de la misma forma, por lo que no se puede establecer una serie histórica. Eso sí, Hacienda publicó dos años más tarde un estudio similar, y la pregunta era mucho más específica y se hacía solo a aquellos jugadores que ya buscan ayuda: “¿Ha pedido en alguna ocasión dinero prestado a alguien y no se lo ha devuelto a causa del juego?”. Seis de cada diez admitieron haberlo hecho. Y de ellos, cuatro de cada diez a un prestamista.



“Los microcréditos ya eran comunes antes, pero se están anunciando más ahora. Además, muy cerca de los de apuestas: en una radio o televisión mayoritaria puedes encontrar, en el mismo espacio publicitario, los dos negocios casi seguidos”, destaca Bruno Cortés, psicólogo de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL), y detalla que “las condiciones suelen ser fáciles incluso para chavales sin empleo: les dan 500 euros si ningún problema. Lo ven fácil porque creen que lo recuperarán... y eso nunca pasa”.

Cuando son jóvenes con nómina, el asunto cambia en algo: se les concede más dinero. “Primer cogen un crédito potente con condiciones menos abusivas, y ahí empiezan a encadenar. Hemos trabajado con personas que con un sueldo de 1.000 euros tenían que pagar una deuda mensual de 1.400”.

Uno de los factores que más fomentan el apego a las apuestas es que haya ganancias importantes al empezar a jugar, porque “tienen menos valor por el dinero”: “Cada vez apuestan más, de forma exponencial: se juegan 10 y ganan 500 una vez y creen que siempre va a ser así. También hay quien consigue pagar el crédito apostando y empieza a gastar de forma inconsciente”. El montante suele oscilar entre los 6.000 y 15.000 euros, “incluso hemos visto de 60.000 euros, pero no es lo normal, depende del tipo del juego y la cantidad”.

“Solemos atender a mayores de edad, pero nos cuentan que cuando eran menores suplantaban la identidad de sus padres”, comenta este profesional, que aconseja a los padres de los afectados “que sepan siempre dónde tienen el DNI o la tarjeta de crédito”. “Una vez que una persona ha entrado en la dinámica de juego, el crédito rápido es la forma legal más fácil de acceder al dinero”, recopila: “Tiene que haber medidas más estrictas al menos para que no puedan acceder, pero es muy difícil establecer cómo evitarlo en una sociedad capitalista y consumista como la nuestra”.



“La ludopatía nunca viene sola”

Ángel García, técnico en adicciones y responsable del proyecto ACero Adicciones, explica que “la ludopatía nunca viene sola, sino que va asociada a la adicción a las drogas -en especial, la cocaína-, la prostitución o con trastornos como puede ser la depresión”. Las adicciones, continúa, “no llegan de la noche a la mañana”, sino que “tienen que haber pasado años y dejado consecuencias físicas y psicológicas”. Entre ellas, incluso ha llegado a conocer casos de robos en el propio entorno familiar, por lo que sugiere que “vender las joyas u objetos valiosos que tienen por casa coincide mucho con los heroinómanos de los 80”.

“No tenemos muchos casos, pero es cierto que últimamente llegan bastante más jóvenes de 18 o 20 años con muchas deudas”, comenta Laura Rodríguez, psicóloga de la asociación Punto Omega, en Móstoles, que añade que “son todo chicos, todavía no ha llegado ninguna chica”. Esta experta ha trabajado con adolescentes en talleres de prevención en institutos. En clases de Secundaria –con alumnado de hasta 16 años, de forma general– es habitual que haya “tres o cuatro personas que han entrado a locales de apuestas, mientras que es menos habitual que estén familiarizados con el juego online”.

“Igual no parece mucho, pero nos dice algo, porque lo cuentan como algo normal. No piden el carnet, digan lo que digan”, denuncia esta psicóloga. Hace unos días, se viralizaron las declaraciones de un veinteañero de Carabanchel en Telemadrid en las que explicaba, a las puertas de un local de apuestas, que la causa de que acudieran a estos negocios es la “falta de alternativas de ocio”. “No solo vas a apostar, te van a poner gratis partidos de pago, cervezas a cincuenta céntimos e invitar a un café. Te van a dar las condiciones perfectas para que estés cómodo y apuestes”, contaba este joven.

No obstante, aunque el aumento sea entre los jóvenes, Rodríguez sugiere ampliar el foco: “Tengo pacientes con 40 años que deben a todas las empresas que puedas imaginar, no se atreven ni a calcular el total de su deuda, y también alguno que ha llegado a rehipotecar su casa”. “No son solo pérdidas económicas, la ludopatía también tiene consecuencias familiares”, apunta para recordar que esta es “la única adicción sin sustancia considerada como tal: uno hace lo que sea para conseguir el dinero porque todo el día estoy pensando en cómo jugar”.

Sergio, uno de los ludópatas rehabilitados con los que ha contactado este periódico, recalca que haber pasado por todo esto le ha cambiado la vida. “Voy a ser un enfermo toda mi vida, y tengo que seguir unas pautas porque si no puedo recaer en cualquier momento”, lamenta. Entre ellas, dejar en manos de un tercero que lleve las cuentas, sin poder hacer ni una transferencia bancaria -“ya no eres libre económicamente”-, o la prohibición de participar en cualquier tipo de juego: “Ni siquiera al ajedrez con mi hija. Absolutamente nada”.

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