Un Primero de Mayo en democracia sin poder tomar la calle: “Cantaré La Internacional sola en casa”

Era una auténtica fiesta. “Celebrábamos que volvíamos a poder ejercer las libertades”, recuerda Alma Hernando, sindicalista de 85 años. La mujer se retrotrae a la recuperación del Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, tras la dictadura franquista: “En ese momento vivía en Canarias y llevé a mi madre a un acto donde cantó por primera vez de nuevo La Internacional. Lo tengo grabado. ¡Cómo lloraba la pobre!”. Ese fue su primer Primero de Mayo de muchos, todos en las calles, en la manifestación más señalada del movimiento obrero y de defensa de los derechos de los trabajadores. “Este año es muy triste, solo está lo virtual, que a mí no me gusta nada”, dice la hoy miembro de la Federación de Pensionistas de CCOO. 

La pandemia de coronavirus ha encerrado a la población en sus casas y ha provocado muchas situaciones inéditas. Este Primero de Mayo es el único tras la restauración democrática en el que no se producirán las tradicionales manifestaciones de las organizaciones sindicales debido a las medidas de contención del virus. Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, han convocado varias actividades a través de las redes sociales, así como algunos sindicatos minoritarios, como CGT y CNT. Otras organizaciones, como CSIF y USO, se han limitado a comunicados reivindicativos por esta fecha. 

El Primero de Mayo tras al franquismo

El 1 de Mayo de 1978 fue “el primero que, tras la vuelta de la democracia, se celebró con autorización gubernamental”, recuerda José Babiano Mora en el libro 1 de Mayo. Historia y Significado. Babiano recoge que Franco suprimió durante la guerra civil la festividad del 1 de Mayo, por Decreto de 13 de abril de 1937. Concluida la contienda, ratificó la suspensión, “en la medida en que se prohibían las conmemoraciones consideradas como subversivas –es decir, las propias del bando de los vencidos– y se establecen las festividades religiosas y apologéticas del régimen franquista triunfante”.

En lugar del Primero de Mayo, la dictadura fijó el 18 de julio, día del alzamiento militar, la fiesta de Exaltación del Trabajo Nacional. El día 1 de mayo, a partir de 1956, se celebraba también la fiesta nacional de San José Obrero, una nueva conmemoración “dentro de los parámetros ideológicos del nacionalcatolicismo, la ideología oficial del Régimen”. 

Para Alma, la recuperación del Primero de Mayo por el movimiento obrero fue todo un acontecimiento, en lo personal y en lo colectivo. Reivindicó con la multitud las libertades que durante tantos años habían estado amordazadas en España bajo la dictadura de Franco. “A mí me podía la alegría, pero había gente que todavía tenía miedo. No era fácil. Recuerdo en una manifestación del aborto, por ejemplo, que un policía me dio con la porra y me dijo 'esto por demócrata'. Si me llega a pegar por roja, me mata”, dice entre risas. 

Volver a tomar la calle el Día del Trabajo también era una victoria familiar, que la mujer sigue sintiendo hoy. “Mi padre fue uno de los primeros que se unió a la UGT. Mis dos padres militaban, aunque no sé si mi madre estaba afiliada. Lo he mamado. Nací en el 35 y muy pequeña, en el 39, pasé con mi madre a Francia. Nos separamos de mi padre, que entró por otro sitio. Él estuvo en un campo de trabajo y tuvo que pasar mucho tiempo hasta que logró regresar a España y nos pudimos juntar. Murió cuando yo tenía 15 años”, relata la mujer. 

Ya en España tocó “disimular”, cuenta la sindicalista. A Alma Hernando el franquismo le quitó hasta el nombre. “He sido Berta muchísimos años, con mis amigas de juventud, mis primeros novios... Mis padres no me habían bautizado, pero para inscribirme en el colegio en la dictadura tenían que hacerlo. El cura le dijo a mi madre que Alma no era un nombre católico, así que me puso el suyo, Berta”, explica.

De cara a la galería, su familia, como tantas otras, tuvo que esconder la ideología. Alma trabajó antes de casarse en la RCA, donde “estaba en el comité de empresa del franquismo, que es lo único que había y al menos se podía hacer algo”. Ya en la transición se afilió a Comisiones Obreras. “Cuando ya volví a trabajar, tras divorciarme en el 82 cuando aprobaron la ley, estuve como administrativa hasta que me jubilé en una empresa de ingeniería y formé parte del comité de empresa por CCOO hasta que me fui a los 67 años”, relata. 

Las lágrimas de su madre componen su recuerdo más especial en un Primero de Mayo. “Siempre he ido a la manifestación y lo vivo como una tradición, de manera muy alegre. Es un logro de la clase obrera. Siempre me ha gustado cantar La Internacional, por la época en que no podía. Cuando lo hago, tengo en la mente la imagen de mis padres, de lo que ellos pasaron”.

Una celebración diferente

Alma no pensaba que volvería a vivir un Primero de Mayo sin manifestaciones en sus calles, pero el coronavirus ha generado situaciones excepcionales. “Lo vivo fatal”, reconoce la pensionista, que está pasando sola en casa la pandemia, con la asistencia de sus hijos que le hacen la compra. “Me dicen que ni se me ocurra salir”.

La mujer ha estado hablando con su hijo, “que también le gusta mucho el Primero de Mayo”, para ver qué hacer ese día. “Me cantaré La Internacional sola en casa”, dice, “o lo mismo a dúo con mi hijo por teléfono, no lo sé, es que a mí no me gusta lo virtual”, añade. 

Alma Hernando ha sido testigo con tristeza de cómo la manifestación del Primero de Mayo se está desinflando en los últimos años. “No hay casi gente joven, ni hay tanta alegría como cuando salíamos antes. Ya no hay el mismo espíritu reivindicativo, es algo más melancólico”, reflexiona.

 

La sindicalista sigue pensando que hay mucho que reivindicar y conquistar por parte de los trabajadores ahora que estamos ante una crisis desconocida, que nos va a dejar lecciones. “Lo que ha pasado con las residencias de mayores lo veníamos venir desde hace mucho y lo decíamos, con un sistema tan privatizado. Tenemos suerte de cómo ha respondido la sanidad con todo lo que ha pasado”, añade.

Este año, aunque sea sola en su domicilio, volverá a vivir el Primero de Mayo como un día de conquista. De todos los trabajadores, de sus padres. “Quiero celebrarlo, la gente mayor no sabemos cuál será el último”, sostiene.

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