Las madres tienen menos posibilidades de ser recomendadas para un trabajo que las mujeres sin hijos y los padres
Tener un hijo marca la trayectoria laboral de mujeres y hombres, pero de muy diferentes maneras. Un estudio reciente muestra que las mujeres con hijos tienen hasta seis veces menos probabilidades de ser recomendadas para un puesto de trabajo que las mujeres que no los tienen. La brecha se agranda si comparamos a las madres con los padres trabajadores: a ellos, los hijos no les perjudican a la hora de encontrar o conservar su empleo, sino todo lo contrario, les hace parecer más comprometidos con su puesto de trabajo. 'Estereotipos de género en el trabajo' ha sido publicado por la Universidad Oberta de Catalunya y recoge las investigaciones que llegan a estas conclusiones.
“Las madres se perciben como menos competentes y comprometidas con el trabajo que las no madres y que los hombres con o sin hijos”, concluye el estudio. Esa frase resume el llamado “muro materno” en el que los roles y estereotipos de género y el reparto de los trabajos de cuidados juegan un papel fundamental. Una de las consecuencias es que las probabilidades de ser recomendadas para un trabajo son mayores para las mujeres sin hijos, pero también que a las que son madres se les exigen mejores resultados que al resto de personas cuando se presentan a un proceso de selección.
El estudio recoge un experimento de dos investigadores en el que enviaron 1.200 currículums en respuesta a ofertas de trabajo. Su conclusión: las mujeres sin hijos recibieron más del doble de llamadas que las mujeres con hijos a pesar de que sus expedientes eran idénticos. “Cuando tienes un hijo, las normas sociales hacen que acabe siendo la mujer la que asuma el rol de hacerse cargo de las tareas domésticas y del cuidado de los niños, lo que provoca que se tenga la percepción de que no estará tan entregada al trabajo”, dice la autora del estudio y doctora en Psicología Social Maria Àngels Viladot.
En el caso de los hombres que tienen hijos, la percepción social es la contraria: son percibidos como más comprometidos con el trabajo que los que no tienen descendencia. “El estereotipo social dice que el padre es el que debe mantener a la familia y este rol hace que esté más ligado a la empresa”, apunta Viladot. Eso hace que las empresas les permitan llegar más días tarde al trabajo, les ofrezcan salarios más altos, tengan más posibilidades de ser recomendados y propuestos para ascensos.
Sin embargo, y aunque sea menos penalizados laboralmente que las mujeres en su misma situación, los padres trabajadores hacen menos uso de la flexibilidad laboral o de permisos y excedencias. “Aún no está bien visto que los hombres se cojan permisos largos, por ejemplo, y eso les frena. No es un rol que se adscriba a los hombres y les penaliza en ese sentido, en su identidad masculina, aunque luego no suceda de la misma manera en el empleo”, dice la autora del estudio y profesora de la UOC, Maria Àngels Viladot.
Entre la espada y la pared
Los datos del Instituto Nacional de Estadística reflejan esta desigualdad. La brecha en la tasa de empleo entre hombres y mujeres se agranda cuando llegan los hijos. La tasa para los hombres sin hijos es del 83% y del 72,4% para las mujeres en la misma situación. Es decir, casi once puntos diferencia. Esa diferencia se dobla cuando comparamos a madres y padres: la tasa de empleo de los hombres con hijos menores de 12 años es del 88%, la de las mujeres en esas circunstancias, de 66,%, esto es, 22 puntos de diferencia.
Las cifras muestran también como la tasa de empleo de los hombres crece cuando tienen hijos, mientras que la de las mujeres desciende cuando son madres: los hombres con hijos trabajan más en el mercado laboral formal que los que no los tienen, mientras que las mujeres que son madres lo hacen menos que las que no lo son.
Solo cuando las mujeres muestran “entrega” al trabajo pueden evitar los prejuicios de sus empresas, apunta el estudio. O lo que es lo mismo, en los casos en los que esconden las necesidades de cuidado y se dedican al trabajo como si no existieran pueden recibir recomendaciones y oportunidades en la misma medida que los hombres “consagrados a la familia y el trabajo”.
Viladot señala que las mujeres se encuentran entre la espada y la pared. “No pueden mostrarse demasiado volcadas en sus preocupaciones familiares porque entonces son percibidas como poco dedicadas a su trabajo y son penalizadas. Pero si se muestran muy centradas en su trabajo también son penalizadas porque se considera que no se ocupan suficientemente de su familia”.