El 'programa electoral' de Thomas Piketty en cinco propuestas

El economista francés Thomas Piketty (Clichy, 1971), director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y profesor asociado de la Escuela de Economía de París, ha visitado esta semana España para promocionar su monumental obra El capital en el Siglo XXI, un apabullante compendio de datos con el que, tras el éxito cosechado en Estados Unidos (se dice que es el libro que el 1% más rico de ese país no quiere que lea el 99% restante), ha colocado el asunto de la desigualdad en la primera línea del debate económico tras la mayor crisis desde la Gran Depresión de 1929.

Convertido, dicen, en el economista más influyente del Siglo XXI, este hijo del Mayo del 68 ha estrenado 2015 rechazando la Legión de Honor, la más alta condecoración en Francia, para mostrar su desacuerdo con el Gobierno socialista. El francés, que no ha ocultado su “decepción” con François Hollande, del que esperaba que se convirtiera en un “Roosevelt europeo”, se ha reunido por separado en esta visita con los líderes del PSOE, Pedro Sánchez, y Podemos, Pablo Iglesias.

Estas son las principales propuestas, resumidas en cinco puntos, de un científico social que aboga por “repensar los límites del mercado, los límites del capitalismo, y repensar también las instituciones democráticas”.

1. Más impuestos a la riqueza. Piketty, que ha propuesto que los países de la eurozona, empezando por Francia y Alemania, compartan su impuesto de sociedades, argumenta que la economía crece a ritmos menores que la rentabilidad del capital ya acumulado, lo que redunda en una creciente desigualdad: si la remuneración del capital es muy superior a la del trabajo, y la riqueza se perpetúa a través de la herencia, esa brecha se agudiza y el capitalismo corre el riesgo de autodestruirse si no se introducen impuestos al patrimonio o a las herencias.

En su opinión, es necesario gravar el stock de riqueza (el patrimonio) y no sólo los flujos (las rentas del trabajo), para los que ya no hay más margen de subidas. Por ello, propone un impuesto “confiscatorio” de hasta el 80% para las rentas superiores a un millón de euros que imponga límites a los “comportamientos económicos inútiles y a veces dañinos” de la “oligarquía económica”.

Al mismo tiempo, propone una tasa global a la riqueza que grave gradualmente a los grandes patrimonios y refuerce la garantía de los derechos sociales. No obstante, esos impuestos deben ser globales, para que nadie pueda huir de los infiernos tributarios hacia los paraísos fiscales.

2. Política fiscal expansiva y más inversión en educación. Piketty considera que las tasas de crecimiento superiores al 3% son cosa del pasado y debemos acostumbrarnos a tasas del 1% o 1,5% anual. “Es, en realidad, un crecimiento muy rápido si se prolonga en el tiempo”, dijo en una entrevista en eldiario.es en noviembre. Su apuesta pasa por abandonar la actual política de austeridad e invertir en educación superior, innovación y medio ambiente.

Esta semana ha hecho hincapié en su “obsesión” por la educación, un tema “crucial”, y ha recordado que España o Italia gastan más en hacer frente al servicio de los intereses de su deuda que a financiar el sistema educativo, algo que, asegura, sólo tiene un precedente: el Reino Unido en el siglo XIX.

3. Reforma de las instituciones europeas. En mayo, justo antes de las últimas elecciones europeas, Piketty publicó un “Manifiesto por Europa” junto con otros catorce economistas, politólogos y periodistas franceses en el que advertía de que “una moneda única con 18 deudas públicas diferentes, con las que los mercados pueden especular libremente, y 18 sistemas fiscales y de prestaciones en rivalidad desenfrenada entre sí no funciona, y nunca va a funcionar”.

Proponía dejar atrás esta “tierra de nadie”, el “peor de todos los mundos”, para avanzar hacia la unión política sin privar por completo a los Parlamentos nacionales de su poder para fijar impuestos. “Es precisamente sobre la base de la soberanía parlamentaria nacional que será posible forjar una soberanía parlamentaria europea compartida”.

Su propuesta es que la UE tenga dos cámaras de representación: el Parlamento Europeo tal y como existe, elegido directamente por los ciudadanos de la UE-28, y una Cámara Europea que representaría a los estados a través de sus parlamentos nacionales e involucraría sólo a los países de la eurozona “que quieren avanzar hacia una mayor unión política, fiscal y presupuestaria” para acordar el ritmo de ajuste y la estrategia de crecimiento. El esquema se completaría con un ministro de Finanzas de la zona euro, y, finalmente, un Gobierno europeo real, que respondería ante la Cámara europea.

4. Mutualización de la deuda europea. Dentro de esa reforma de la arquitectura europea para articular una verdadera política económica común a escala comunitaria, defiende “crear un fondo común” para rebajar los costes de financiación entre los socios del euro, de forma que “seguiría habiendo cuentas separadas y nadie asumiría las deudas de otros”, aunque los países miembros compartirían un tipo de interés común y el BCE “sería así más eficaz”.

5. Contrato único. El economista, que no se declara “hostil a nuevas reformas laborales”, cree que una buena forma de combatir la temporalidad sería implantar un nuevo contrato único de carácter indefinido, ya que “un sistema muy protector afecta a muy pocos trabajadores y condena a los jóvenes a esperar a una edad avanzada para beneficiarse”. Sería una fórmula para “buscar un equilibrio sin llegar a contratos basura contraproducentes”.