Las tensiones geopolíticas, la incertidumbre, el despegue de la inflación y los altos tipos de interés que han marcado los últimos años han hecho que muchas compañías se hayan pensado dos veces salir a Bolsa. Un escrutinio que, sin embargo, ha convivido con el furor de los inversores por conseguir que las empresas se decidan a dar el salto al mundo de las cotizadas.
Este 2024 tiene una peculiaridad. A diferencia de lo ocurrido en ejercicios anteriores, no solo están abrazando el mercado bursátil empresas ligadas a las nuevas tecnologías o a la energía, sino otras más ligadas a la economía tradicional, como el comercio textil o las colonias. Es lo que ya ha ocurrido con Puig y lo que puede suceder en breve con Tendam, la matriz de Cortefiel o Springfield; o con el fabricante de calzado Golden Goose, que vende zapatillas en apariencia desgastadas pero que cuestan más de 500 euros.
En España, el grupo Puig salió a Bolsa el 3 de mayo y rompió una racha de meses sin grandes saltos al parqué. La empresa catalana no tiene intención de dejar de ser una compañía familiar, porque solo ha colocado entre inversores algo más del 30% de su capital, pero sí ha buscado, afirma, asegurar su futuro y la sostenibilidad del proyecto para las siguientes generaciones.
“Hasta ahora hemos actuado siempre como una compañía cotizada, pero siendo una compañía privada, ahora seremos una empresa cotizada, actuando como una compañía privada, con las luces largas y pensando en el largo plazo”, aseguró su presidente Marc Puig en el toque de campana. En su caso, dar este paso ha supuesto valorar la compañía en cerca de 14.000 millones de euros y captar como accionistas a firmas como Criteria, el brazo inversor de la Fundación La Caixa, que inyectó en la operación 425 millones de euros.
Puig suena más por sus colonias y cosméticos pero, en realidad, también es un peso pesado del textil, fundamentalmente en el segmento de lujo. Es dueño de enseñas como Carolina Herrera, Dries Van Noten o Jean Paul Gaultier, que también le sirven para comercializar perfumes. De hecho, cuando habla de sus resultados une los dos negocios. Juntos, fragancias y moda, le aportaron el año pasado 3.115 millones de euros en ingresos, una actividad que crece a un ritmo anual del 17% y supone el 72% de todo lo que factura. “Rabanne se ha convertido en la primera marca de Puig que supera los 1.000 millones de ventas netas”, explicaba la empresa antes de saltar al parqué.
La dueña de Cortefiel mira otra vez al mercado
Otra compañía conocida por sus cadenas de moda, Tendam, también está sondeando el mercado para hacer un movimiento similar al de Puig a lo largo de este año, aunque aún no hay un calendario claro. Las marcas de Tendam son más conocidas que la matriz, porque es la dueña de Cortefiel, Hoss Intropia, Springfield, Pedro del Hierro, Women'secret, Fifty, Slowlove y High Spirits.
Este caso es diferente al de Puig porque se trata de un regreso a Bolsa que, además, ya se ha intentado varias veces, pero se ha tenido que ir posponiendo por la pandemia, el desplome del consumo y la incertidumbre en los mercados. Ahora, con la perspectiva de que la inflación vaya a la baja y los tipos de interés comiencen a moderarse, los dueños de Tendam buscan dar ese movimiento para replegarse en el capital y lograr liquidez.
Detrás de Tendam están dos firmas de inversión, PAI y CVC –esta última también ha salido a bolsa este año–. Llevan en el capital de la textil casi dos décadas, un tiempo que es casi una eternidad para las firmas de capital riesgo, que suelen estar cuatro o cinco años, para hacer caja y rentabilizar sus movimientos. Juntas, compraron Cortefiel en 2005. Lo hicieron de la mano de otra firma de inversión, Permira, a la que compraron su participación en 2017. Ahora, enfilan una oferta pública de venta (OPV) que supondría valorar la empresa en 2.500 millones de euros, según la información publicada por el diario económico Cinco Días.
Y como en el mundo empresarial se dan las coincidencias, detrás de las zapatillas de Golden Goose también está Permira, que compró el fabricante de calzado en 2020 por 1.300 millones de euros, que ahora busca salir a Bolsa y valorar la empresa en cerca de 3.000 millones, según Bloomberg.
Los pasos de Shein a uno y otro lado del Atlántico
Al margen de los movimientos de compañías controladas por el capital riesgo está la posible cotización de Shein, que lleva meses sobre la mesa y que no parece sencilla. El gigante chino de la ropa barata sondeó la posibilidad de dar el salto al parqué estadounidense a finales del pasado año. Sin embargo, ahora parece más factible que se decida por el mercado londinense, aunque tampoco está claro.
El motivo, la oposición política y que también tendría que dar detalles de su modelo de negocio. En Estados Unidos, tendría que desglosar su actividad y los riesgos a los que se enfrenta al presentar el folleto de su OPV ante el regulador de ese país, la Securities and Exchange Comission (SEC). Y no tiene el clima político a su favor. El congresista republicano Blaine Luetkemeyer instó a la SEC a que si Shein buscaba cotizar allí lo impidiera para “garantizar que el capital estadounidense no financie crímenes contra la humanidad”, en referencia a las dudas sobre el modelo de producción, sobre si ha empleado a trabajadores de la minoría uigur sin respetar los derechos laborales. Una acusación que Shein ha negado.
Ahora esas críticas y esas mismas exigencias regulatorias llegan al Reino Unido. La presidenta conservadora del Comité de Asuntos Exteriores del parlamento de ese país, Alicia Kearns, ha asegurado que “con los precios de Shein tan bajos, la Bolsa de Londres tendría que preguntarse qué hay detrás de ellos”, según recoge el diario The Guardian.
Y en la misma línea, Sarah Champion, presidenta, miembro del partido laborista y presidenta del Comité de Desarrollo Internacional. “Ninguna empresa que utilice la esclavitud moderna debería cotizar en Londres. A menos que se aborden las acusaciones en torno a Shein, no deberíamos apoyar su solicitud”, ha criticado.