El verano de 2022 será recordado por sus temperaturas extremas, los incendios devastadores y, también, por el alto precio de la luz. En agosto se pagó más que nunca por la electricidad. De media, los consumidores españoles con tarifa regulada abonaron 300 euros por MWh, a pesar de que la llamada 'excepción ibérica' está mitigando esta escalada de precios. Y, en gran medida, se paga más porque el gas se ha convertido en la principal fuente a la hora de producir luz.
Un hecho que no es puntual, sino que se ha ido consolidando a lo largo de la última década. Si se amplía el foco y se ve lo ocurrido en estos diez años, queda patente que el gas se ha reforzado como principal materia prima a la hora de generar electricidad. Una energía que hay que importar de otros países, que depende de la volatilidad de los mercados internacionales y que suele proceder de estados inestables.
Desde hace diez años, España produce más luz a través de las plantas de ciclo combinado. Hay que tener en cuenta que las altas temperaturas hacen que baje la generación hidráulica, así como la eólica, la fotovoltaica y la termosolar durante los picos de calor estival. Y, si esas tecnologías bajan, con lo que se compensa es con gas. Por ejemplo, en este verano, en las dos olas de calor, se superaron los récords históricos de demanda de gas para generar electricidad. El 13 de julio se llegó a 803,8 GWh; y el 16 de junio, se alcanzaron los 770 GWh. En lo que va de 2022 se ha producido más electricidad con gas que en los demás años de esta última década.
En el cómputo de estos 10 últimos años, el uso del ciclo combinado ha despegado en casi un 58%, como se comprueba en el siguiente gráfico.
En cambio, en ese marco de una década, hay otras tecnologías que han recortado su peso en el mix de producción eléctrica. Así ha ocurrido con la cogeneración y con la hidráulica. También, con tecnologías altamente contaminantes como el carbón, que ya han comenzado su proceso de cierre a pesar de que ahora pueden cobrar una nueva vida -o una prórroga- ante la crisis energética que se teme para el próximo invierno. La producción de carbón ha rebajado su peso en casi un 85% si se compara con 2012.
Baja también la relevancia de la nuclear, en casi un 5%. Las centrales nucleares reducen ligeramente su aportación, aunque su peso en el mix de generación se mantiene prácticamente invariable en el 20%. Hay que tener en cuenta que las centrales nucleares no paran su producción, salvo por cuestiones de mantenimiento. También en estos años se ha producido el cierre de la central nuclear de Garoña, en Burgos, que ahora el PP y Vox sondean recuperar.
La energía nuclear tiene marcado el calendario de cierre. Será a partir de 2027 y hasta 2035 en un proceso de transición que será progresivo y, por ello, no conlleva ningún desmantelamiento de centrales en los próximos meses, cuando en Europa se enfrente a problemas de suministro por la decisión de Putin de cerrar el grifo de gas hacia la UE. A pesar de ello, formaciones políticas de derechas, como el PP, Vox o Cs abogan por alargar la vida de las nucleares.
Las nucleares van a perder peso porque las renovables lo están ganando y están reforzándose como alternativa a las fuentes más contaminantes. E irán a más, porque España va a incrementar sus objetivos de generación verde para la próxima década. No solo por el actual contexto de inflación disparada y exigencia de ahorro derivadas de la guerra en Ucrania, también por los objetivos de descarbonización que ha marcado la Unión Europea. La Eurocámara votó este miércoles que las renovables cubran el 45% del consumo energético en 2030.
De entrada, en esta década, la energía eólica también ha superado la aportación de la nuclear, aunque ahora el gas sea la primera fuente de generación de luz.
En el siguiente gráfico se constata cómo ha crecido la relevancia de las energías renovables en estos años. Han pasado de generar el 29% de la electricidad en 2012 a alcanzar el 42% en 2022. La clave está en el aumento de la generación por eólica y solar que pasan del 21% al 34% a lo largo de estos ejercicios.
Es tanto el crecimiento de la energía generada por el viento como la solar. Su producción se ha disparado casi un 119% en los tres últimos años; y más de un 154% a lo largo de la última década.
Actualmente, España produce tres veces más energía fotovoltaica que en 2020, como se ve en la siguiente gráfica.
Una producción fotovoltaica que va a pisar el acelerador, si nada cambia, en el futuro más inmediato, dado el crecimiento que está teniendo y la proyección para los próximos meses, debido al crecimiento del autoconsumo.
El objetivo es que España alcance los 14 GW de autoconsumo en 2030, que podrían incrementarse porque la evolución actual ya permite ser más optimista.
Un despegue de este tipo de energía, bien por la concienciación ciudadana, bien por la necesidad de protegerse y ahorrar ante la actual situación energética, que conlleva que el sector asuma que puede absorber más de 50.000 empleados para desarrollar todos los proyectos que hay en cartera.
Con este crecimiento en los últimos años, la energía solar se ha convertido en una de las energías verdes ganadoras del nuevo mix de generación eléctrica. En el extremo contrario, el carbón, que ha reducido su peso en lo que va de año -comparado con 2012- en más de un 77%.
Se ha reducido el uso de las centrales de carbón, como ha ocurrido, también, con las de cogeneración y con la energía hidráulica, como se concluye en este gráfico. La hidráulica se ha visto afectada claramente por la sequía y, también, por el vaciamiento de embalses por parte de las eléctricas, sobre todo en el ejercicio pasado.