ANÁLISIS

La recuperación en la construcción y los servicios que el INE no recogió

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En el anterior artículo señalábamos cómo el PIB por la vía de las rentas está siendo mal estimado. Unas inconsistencias parecidas se pueden observar en el PIB por el lado de la producción. Un análisis detallado de estos registros muestra que las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) no siguen una lógica consistente con el efecto económico que cabría esperar de la pandemia de la COVID-19. En este artículo analizaremos con más detalle los defectos más visibles en las cifras del PIB y, en particular, cómo la lenta recuperación de la economía española en 2021 se debe a claras anomalías en sectores poco sospechosos de haber quedado afectados por las restricciones. El caso de la construcción es el más paradigmático.

El PIB por el lado de la producción mide la actividad generada en los distintos sectores de la economía de nuestro país. Separar el PIB por actividades es útil porque cuando ocurre una crisis económica es fácil identificar aquellas que más sufren los efectos de la recesión, pero también cómo otras pueden compensar este shock negativo. En marzo de 2020, con la crisis de la COVID-19, vivimos uno de los episodios con mayores diferencias en el comportamiento entre sectores. Con un confinamiento muy restrictivo, algunas actividades quedaron paralizadas durante semanas, entre ellas la hostelería, el comercio, la industria y la construcción. Por el contrario, los servicios esenciales (sanidad, seguridad, agricultura, etc.) y aquellos que podían desarrollarse con normalidad a través del teletrabajo (finanzas, educación, comunicaciones, etc.) apenas notaron la crisis. Esta lógica tan sencilla era fácil de observar en aquel momento y las cifras posteriores del INE lo confirman en gran medida. Como se puede observar en el gráfico, las actividades afectadas por las restricciones experimentaron durante el primer estado de alarma una gran caída (entre un 10% y un 45%), mientras que el resto pudieron operar a plena actividad durante ese año. En términos agregados, como las industrias afectadas por la COVID representaban cerca de un 80% de la economía en tiempos normales, era de esperar una fuerte contracción en el PIB.

El hecho sorprendente que se desprende de las cifras del INE no está, sin embargo, en los meses de confinamiento estricto, sino en los trimestres posteriores. En un momento en que cabría esperar una recuperación de los sectores afectados, uno encuentra entonces diferencias cada vez mayores entre sectores. Como se observa, la construcción y los servicios personales se recuperaron solo de forma puntual en la segunda mitad del 2020 y, después, experimentaron una fuerte caída durante 2021. Si nos atenemos a las estimaciones oficiales, ambos sectores terminaron el año con un nivel de actividad un 16% inferior al registrado antes de la pandemia. En otros casos (servicios profesionales, comercio, transporte y hostelería), sí se observa una recuperación, pero sin que se alcancen los niveles previos a la pandemia. Ambas tendencias son sorprendentes porque el empleo en casi todos estos sectores sí que ha recuperado la situación de 2019, generando así el famoso misterio de la productividad al que nos referíamos en otro artículo.

Las estimaciones del INE se pueden cotejar con otra pieza decisiva del sistema fiscal español: el IVA. Como su nombre indica, el Impuesto sobre el Valor Añadido mide la diferencia entre las ventas y las compras (mercancías, suministros, bienes de inversión) realizadas por los empresarios. La base del impuesto coincide en lo fundamental con el valor añadido bruto que mide el INE cuando estima el PIB por la vía de la producción. El IVA tiene la ventaja de ser un impuesto aparentemente sencillo, pero que descansa sobre un sistema de control muy efectivo. La norma general es que una empresa solo puede descontarse compras si hay otra que declara estas como ventas suyas. La información relativa al IVA es de hecho bien conocida por los analistas de la economía española. A modo de ejemplo, la AIReF incorpora en sus modelos de proyección del PIB las ventas diarias sujetas al IVA realizadas por las grandes empresas.

En este artículo ampliamos el foco de análisis para recoger a todos los empresarios en la estadística anual del IVA. En 2021, por cierto, se registró un máximo histórico de declarantes (3.5 millones), superando con creces el anterior récord de 2007. Su uso plantea solo dos limitaciones. Primero, que no incluye información referente a País Vasco, Navarra, Canarias, Ceuta y Melilla debido a las particularidades o exenciones que afectan a estos territorios. Segundo, que algunos sectores (bancos y seguros, la sanidad, la educación, los servicios sociales y el alquiler de vivienda) están exentos del IVA. La comparación entre las cifras del PIB y las del IVA debe por tanto hacerse solo para el resto de ramas de actividad. En este caso, esto no es un gran problema pues buena parte de las anomalías del PIB estimado por el INE se producen en actividades sujetas al IVA.

Los gráficos siguientes recogen las estimaciones antes de ajustar por la inflación. El primero muestra la comparación incluyendo todos los sectores sujetos a IVA, según el INE y la Agencia Tributaria. La tendencia es similar a la que ya señalábamos en múltiples ocasiones. De acuerdo con el INE, en 2021 todavía se estaba lejos (-5.9%) de haber recuperado los niveles de actividad previos a la pandemia, mientras que los registros fiscales indican lo contrario (+ 3.3%). Además, esta diferencia no se produce en 2020, el año de mayores restricciones en la actividad, sino con la recuperación de 2021. Los otros gráficos detallan esta comparación para los sectores que concentran el peor comportamiento en estos dos años de crisis: la construcción y los servicios inmobiliarios de mercado, los servicios a las empresas (consultoría y asesoría legal, investigación, etc.) y el ocio (incluyendo la hostelería). En total, estas actividades representaban un 30% del PIB de España en 2019.

La comparación ilustra una serie de pautas comunes. Por un lado, las estimaciones por sectores elaboradas por el INE y las que pueden establecerse a partir del IVA muestran una similitud considerable en los cinco años previos a la pandemia. Esto indica que los datos fiscales han sido tradicionalmente un buen indicador de la actividad económica. El segundo punto más importante es que, de nuevo, la diferencia no surge tanto en el año de confinamiento como en la recuperación de 2021. En otras palabras, da la sensación de que los indicadores que el INE utiliza para aproximar la actividad económica están dando señales cada vez más equivocadas en este contexto. 

Para entender esta divergencia tan fuerte, conviene por un momento entrar en los detalles de cómo calcula el INE el PIB para una actividad en particular, por ejemplo, la construcción. Según el manual del INE, el valor añadido es este caso se calcula sintetizando tres indicadores: 1) las ventas reportadas por las sociedades a la Agencia Tributaria 2) el índice de producción elaborado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana sobre la base de una encuesta 3) el consumo de materiales (cemento y ladrillos). Como podrá imaginar el lector, los dos primeros indicadores son más complejos y refinados, mientras que el tercero es algo más simple.

Por ilustrar las discrepancias, en el gráfico adjunto mostramos la evolución de acuerdo con la Agencia Tributaria, el Ministerio y la estimación final del PIB. Los resultados hablan por sí solos. De 2014 a 2019 las tendencias marcadas por la Agencia Tributaria eran casi idénticas con las que establecía la contabilidad nacional en su resultado final. Ello significa que, de forma implícita, los estadísticos del INE daban una menor importancia (o incluso prescindían en la práctica) de la encuesta sobre la construcción elaborada por el Ministerio. En cambio, desde el inicio de la pandemia, la situación es la contraria. Las series del INE coinciden casi a la perfección con las estimaciones del Ministerio y se distancian cada vez más de los resultados proporcionados por Hacienda. Las implicaciones de este cambio metodológico son enormes. Según el INE, la construcción no levanta cabeza desde la pandemia, mientras que de acuerdo con la Agencia Tributaria la actividad (sin ajustar por la inflación) es un 20% superior a 2019. Por si se lo estaban preguntando, el consumo de cemento también ha recuperado los niveles previos a la pandemia.

Las diferencias en la actividad de la construcción son aún más clamorosas cuando se ven en relación con el empleo. Si acudimos de nuevo al manual oficial del PIB, se comprueba que los trabajadores ocupados se miden a partir de la Encuesta de Población Activa (EPA) después de realizar algunos pequeños ajustes. Sin embargo, por fortuna para los investigadores, tanto la Agencia Tributaria como el Ministerio también informan del número de trabajadores en sus respectivas estadísticas. La comparación en el gráfico muestra que los datos de la Agencia Tributaria, la EPA y el PIB coinciden en mayor medida que con los Ministerio en todo el periodo y sin que la pandemia marque una diferencia. De forma inevitable surgen entonces múltiples interrogantes que nadie ha respondido hasta la fecha. ¿Por qué razón el INE hace depender sus resultados de una encuesta que claramente no concuerda con los indicadores que utilizaban hasta 2019? ¿Acaso no es un sinsentido que la actividad decrezca y el empleo se recupere? Incluso si hubiera razones fundadas para no utilizar los registros fiscales a partir de 2020, ¿por qué no se explica esta divergencia?

Aunque la construcción es un caso extremo de las anomalías del PIB, no es en absoluto una situación única. Una comparación detallada para cada industria puede establecerse con otros indicadores externos como, por ejemplo, las estadísticas de cifra de negocios que publica el INE o los resultados reportados a la Central de Balances. No obstante, por mantener en este artículo una comparación restringida a las fuentes fiscales, la tabla final recoge el efecto que resultaría de revaluar el valor añadido en cada caso de acuerdo con los datos de la Agencia Tributaria.

El balance final que puede establecerse es similar a la estimación a través de las rentas: el PIB en 2021 es un 5% superior al que estima el INE. En este caso la divergencia se explica porque en las actividades sujetas al IVA, que en total representan algo más del 60% del PIB, la recuperación ha sido mucho más intensa que lo que apuntan las series oficiales. Además, estas pautas siguen el orden lógico que cabría suponer en este contexto de crisis y recuperación. Las actividades industriales y la construcción se habrían recuperado de un shock puntual ocurrido durante el primer confinamiento de 2020. Pero lo más importante se observa en el sector servicios, el verdadero motor de nuestra economía. El empuje de los servicios a las empresas, junto con el sostenimiento de la actividad en los servicios públicos, la educación y la sanidad habrían sido más que suficientes para contrarrestar la dura caída experimentada en los servicios de ocio. Pero incluso en este último caso es evidente que la hostelería y otros servicios personales estaban ya participando de una importancia recuperación en la segunda mitad de 2021. España habría así superado el duro bache que ha supuesto dos años de pandemia. 

El pasado viernes 23 de diciembre, el INE realizó una revisión de las cifras del PIB correspondientes a los tres primeros trimestres del 2022. Este cambio no altera el sentido de este artículo, que analiza la evolución de la economía española en 2020 y 2021.