La reforma laboral da en el clavo para reducir el trabajo temporal en España tras cuatro décadas enquistado
Los datos de abril ya no dejan lugar a dudas. Los contratos indefinidos han experimentado un auge sin precedentes gracias a la nueva reforma laboral. “El efecto es evidente”, coinciden varios economistas. La contratación indefinida se ha disparado, con un incremento que sobresale y rompe la serie temporal de manera excepcional. Frente al 10% de años y décadas anteriores, se alcanzó un 48% de contratos indefinidos en el mes de abril. La mitad de los suscritos en total, que se tradujo en un récord de casi 700.000 contratos indefinidos en el mes. La reforma laboral está funcionando en sus primeros pasos con una gran reducción del empleo temporal. Ahora hay que ver cuánto y cómo evoluciona en el tiempo.
El Gobierno de coalición, así como los sindicatos, ya habían celebrado el gran empuje del empleo indefinido de los últimos meses gracias a la reforma laboral pactada con los agentes sociales a finales de 2021. Sin embargo, desde el sector de la investigación económica aún se mostraban prudentes a la hora de hacer relaciones causa-efecto. Los datos de abril han desterrado las dudas: el nuevo marco legislativo está impulsando de forma masiva la contratación indefinida.
“Claramente hay un cambio en las pautas de contratación de las empresas”, sostiene Carlos Victoria, economista e investigador de EsadeEcPol. El organismo de estudios ha sido el primero en publicar un análisis más detallado de los efectos de la reforma laboral en el empleo, a través de los microdatos de la EPA. El informe, que tiene en cuenta los meses de enero a marzo, recoge “un efecto positivo y significativo de la reforma laboral de 2021 sobre la creación de empleo indefinido”.
“Es innegable que está habiendo efectos en los contratos indefinidos”, coincide Raül Segarra, estadístico del departamento de Trabajo y Asuntos Sociales de la Generalitat de Catalunya. “Hasta qué punto llegarán, si estos serán duraderos y cómo quedará la tasa de temporalidad es lo que tendremos que ver con el paso del tiempo”, añade.
Estos efectos podrían parecer obvios, ya que para eso se aprobó la legislación, pero no lo son tanto. Al menos, en un mercado laboral que acumula tantas reformas legislativas con esta meta que no han provocado apenas cambios en el balance de temporales y fijos durante cuarenta años. “Ha habido otras reformas pero, como esta, a la vista está que no. Ninguna había tocado tan bien las teclas concretas que había que tocar”, responde Raül Segarra.
La nueva reforma laboral incluyó medidas en muchas direcciones: más penalización económica para los contratos ultracortos, con cargo a la cotización a la Seguridad Social; la desaparición del contrato por obra o servicio, foco de fraude y de contratación injustificada; la necesidad de justificar más la causa de los contratos temporales en las nuevas modalidades; y multas mucho más elevadas de la Inspección de Trabajo por esta infracción. Las campañas de la autoridad laboral en los últimos años, que han destapado miles de contrato en fraude, también funcionaron como un aviso para navegantes.
Y, junto a todo esto, los ERTE. Una herramienta de flexibilidad interna, cuyo éxito se había probado en la pandemia, y que ofrecía salidas a las empresas para épocas de crisis e incertidumbre más allá de los despidos. La receta más habitual hasta el momento, sobre todo a cuenta de los temporales.
Los trabajadores temporales, en mínimos históricos
En abril, con el despliegue de los nuevos contratos de la reforma laboral desplegados, los contratos indefinidos suscritos se han disparado aún más. Y lo más importante, como apuntaba Segarra, es el balance que dejan en el mercado de trabajo de una fuerte reducción de la tasa de temporalidad (los afiliados con contrato temporal sobre el total). Esta cae en abril al 22% en el Régimen General, donde se encuadran la mayoría de personas asalariadas, el dato más bajo de la serie histórica.
Como se puede observar en el gráfico, no se había registrado nunca un descenso de la tasa de temporalidad tan pronunciado. El más parecido (de 2008) se debía a unas causas bien distintas: al desplome del empleo por la crisis financiera. Las crisis e incertidumbres en el mercado laboral español se han saldado hasta la fecha con rápida destrucción de empleo, sobre todo a cuenta de las rescisiones de temporales, lo que reducía la tasa de temporalidad. Pero, ahora, el peso de los temporales cae mientras crece el empleo.
El informe de EsadeEcPol, de los investigadores Ángel Martínez y Carlos Victoria, apuntaba además algo que se confirma en abril: los contratos indefinidos están creciendo más allí donde los temporales por obra y servicio estaban más presentes. Por ejemplo, entre los jóvenes, víctimas de la temporalidad como vía de entrada al mercado laboral incluso cuando ocupan puestos estructurales.
Pero también a nivel territorial: las regiones en las que más están creciendo los indefinidos son aquellas con tasas de temporalidad más elevadas, como se aprecia en el gráfico anterior y también en el siguiente.
El mapa resultante es de buenas noticias en el sur peninsular y en las islas, donde los contratos indefinidos se dispararon en abril mucho más que en el norte. Eso sí, es porque son las regiones donde había más temporalidad y más margen de mejora. Un margen muchas veces engordado por el fraude. “Esto es evidente. La mayoría de la temporalidad que había era fraudulenta. Era un modus operandi de las empresas, que aplicaban con total impunidad. Y se vio muy claro con las campañas de cartas de la Inspección de Trabajo a empresas de sectores con una alta temporalidad. Solo con una carta conseguían decenas de miles de conversiones de contratos temporales en indefinidos”, sostiene Raül Segarra.
Drástica reducción de la temporalidad más nociva
Otra de las consecuencias evidentes de la reforma ha sido la gran reducción de los contratos de muy corta duración. Los contratos de menos de siete días han pasado de ser “el 75,8% del total de los firmados en el mes de abril en los ejercicios previos a la pandemia a representar el 28%”, destaca la Seguridad Social.
Por el momento se observa un aumento de los contratos en lo que va de año. “Se constata la mayor supervivencia de los contratos: mientras que en años anteriores solo el 8,4% de los contratos firmados desde el inicio del ejercicio seguían vigentes en abril, ahora ese porcentaje llega al 46,7%”, añade el Ministerio.
Cuando se va al detalle de las contrataciones de abril por tipo de contrato, se observa el auge de los indefinidos en todas sus modalidades. Se firmaron un total de 512.967 contratos indefinidos iniciales, un 461% más que el año anterior, y se registraron 185.679 conversiones de trabajadores temporales en indefinidos, un 156% más que en el mismo mes de 2021.
Dentro de los contratos indefinidos, los que más se han disparado son los fijos-discontinuos. Se trata de la modalidad de empleo indefinido para trabajos de actividad intermitente a la que el Gobierno quería derivar gran parte de los trabajadores hasta ahora temporales. El contrato fijo-discontinuo mantiene el vínculo entre la empresa y el trabajador, de manera que siempre acude a esta persona cuando se retoma la actividad en lugar de contratar a esta u otra mediante contratos eventuales. En caso de despido, cuentan con la indemnización de los indefinidos.
“Si pensamos en 2020, cuando vino la pandemia y se pusieron en marcha los ERTE, los trabajadores que no quedaron protegidos fueron los temporales, pero los fijos-discontinuos sí”, apunta Segarra sobre las voces que desmerecen los contratos fijos-discontinuos como si fueran temporales. El economista Carlos Victoria destaca que el mantenimiento de la relación laboral en estos contratos tiene también “efectos dinámicos” que no se encuentran en las relaciones temporales, como incentivos para formar a la persona trabajadora y para que progrese profesionalmente, ya que su permanencia en la compañía se prevé para mayor plazo.
La excepcionalidad de los datos de abril habla por sí sola, pero refleja solo el inicio. Ahora, insisten los expertos en el mercado laboral, hay que esperar a cómo trascurren los siguientes meses. Los principales retos pasan por ver hasta dónde se reduce la tasa de temporalidad, que todavía está por encima de las de los países de la UE, y cómo funcionan los nuevos contratos indefinidos y los temporales para comprobar que –más allá de cómo se llamen los contratos– las personas tienen relaciones laborales más estables y con más derechos.
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