A Coca-Cola le sale competencia inesperada en Alemania
Las botellas de Coca-Cola no sólo contienen un oscuro y azucarado líquido que sirve de refrigerio a medio mundo. El producto estrella de la marca estadounidense es uno de esos bienes de consumo cargados de significado. Simbolizan una globalización donde la hegemonía de Estados Unidos marca el paso. Sin embargo, en Alemania, y no porque el presidente estadounidense Donald Trump parezca ahora decidido a desentenderse del planeta con sus políticas aislacionistas, dos marcas germanas han logrado afianzarse con éxito en el mercado de las bebidas gaseosas de cola.
Con técnicas que algunos han llamado en origen de “guerrilla de marketing”, Fritz-Cola se ha impuesto como referente en muchas zonas de bares y ambientes alternativos de las grandes ciudades alemanas. Premium-Cola, por su parte, es una iniciativa de un colectivo cuyo impulsor, Uwe Lübbermann, dice haber logrado “hackear” la economía capitalista.
Tanto Fritz-Cola como Premiun-Cola son proyectos que parten de individuos convencidos de que “otra Coca-Cola es posible”. Fritz-Cola la inventaron Mirco Wolf y Lorenz Hampl, dos amigos y boy scouts de la ciudad de Hamburgo. Con poco más de una veintena de años, sin grandes recursos económicos ni mucha idea de cómo hacer un refresco, se propusieron acabar con el pseudomonopolio que tenía de Coca-Cola en su ciudad.
Su aventura empezó en 1999. Tendrían poco más de 9.000 euros. Se pusieron en manos de un productor de bebidas de su ciudad para dar con una receta de un refresco de cola que pudiera plantar cara a las que dominaban sin rival el mercado. En su composición, destacan los 25 miligramos de cafeína por cada 100 mililitros. Coca-cola tiene 15 miligramos menos de cafeína por cada 100 mililitros.
En una cata de refrescos de cola, la periodista Charlotte Dietz, escribía hace dos años en el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung que el sabor de Fritz-Cola era “refrescante” aunque también sabía “un poco a ambientador de habitación”. Aún así, Dietz sólo puntuaba mejor en términos de sabor a Coca-Cola y a la austriaca Red Bull Cola.
Otro rasgo diferencial del refresco de la compañía de Wolf y Hampl es que haya usado desde siempre sus caras en las botellas para vender su producto. Haciendo esto se ahorraron pagar diseños llamativos o derechos de imagen. Con el paso de los años, y alimentada por el éxito, Fritz-Cola hace campañas donde parece que ya no se escatiman en medios.
En el marco de la recientemente celebrada en Hamburgo cumbre del G-20, la compañía lanzaba por toda Alemania carteles con retratos del presidente ruso Vladimir Putin, de su homólogo estadounidense, Donald Trump, y del jefe de Estado turco Recep Tayyip Erdogan. Todos llevaban una pose de estar dormidos. “¡Hombre, despierta!”, se leía junto a las caras de esos líderes.
La campaña pretendía dirigirse a los líderes del mundo. “Para mí es importante abrir la boca y mostrar actitud. Para que haya un G-20 pacífico y para que temas como la injusticia social, la destrucción medioambiental y la explotación no sean temas marginados”, decía Wolf sobre la campaña.
Coca-Cola y Fritz-Cola, las “grandes de Alemania”
En la cata de Dietz, la periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung, de Fritz-Cola se decía que este refresco no podía faltar en ningún café o bar de moda. En Berlín, como en Hamburgo –por citar sólo dos ejemplos de grandes ciudades alemanas– hay barrios con fama de ser alternativos donde Fritz-Cola prácticamente ha logrado dejar a Coca-Cola en un segundo plano. Las caras de Wolf y Hampl son más visibles que los colores rojo y blanco de la marca estadounidense. En Fritz-Cola guardan con mucho celo sus datos de empresa. En contadas ocasiones hacen públicos datos de sus cuentas. En 2010 apuntaban tener unas 30 personas empleadas. La cifra de negocio alcanzaba los 2,7 millones de euros.
“En Alemania hay dos grandes empresas de refrescos de cola, Coca-Cola y Fritz-Cola”, dice a eldiario.es Miguel Martínez, fotógrafo, presentador de eventos deportivos y experto en marketing. Martínez, hijo de inmigrantes españoles afincado desde hace dos décadas en Hamburgo, forma parte del colectivo que lanzara Uwe Lübbermann hace tres lustros para crear un refresco de cola alternativo a las Coca-Cola, Pepsi y compañía, pero, sobre todo, a Afri-Cola.
Ese refresco de cola era el favorito de Lübbermann. Según ha contado, hace quince años, mientras tomaba un baño tranquilo en su casa con una Afri-Cola en la mano, se dio cuenta de que la empresa productora había cambiado la receta. Aquello no gustó nada a Lübbermann. Se presentó ante el gerente de la empresa que producía Afri-Cola. Éste le dijo que la empresa había quebrado y que tuvo que vender la fórmula. De ahí vino el cambio.
Premium-Cola: 1,55 millones de botellas vendidas
Lübberman, que había creado un grupo de interesados en que Afri-Cola volviera a ser la misma, acabó por descubrir que había una empresa colaboradora con la que fue la productora de su refresco favorito que tenía la antigua receta. “Uwe consiguió que nos hicieran unas 1.000 botellas, y así hasta ahora, con esa empresa seguimos, es una empresa familiar del centro de Alemania”, cuenta Miguel Martínez.
Así fue la primera producción de Premium-Cola. “Éste año hemos vendido 1,55 millones de botellas”, comenta Martínez, apuntando el éxito de la compañía, que ahora también produce una limonada y una cerveza. El propio Uwe Lübberman comenta a eldiario.es, en relación con los buenos números del colectivo, que Premium-Cola facturó en el pasado ejercicio 600.000 euros.
Premium-Cola no es, sin embargo, una empresa como otra cualquiera. Ninguno de esos euros figura como beneficio. En Premium-Cola, según Martínez, “no nos interesa ganar dinero”. Por eso, “al final del año, como lo que no queremos es pagar impuestos por generar dinero, compramos envases que siempre hacen falta y también, este año, le hemos hecho un préstamo a la empresa que nos hace el refresco”, agrega Martínez.
'Hackear' la economía con un refresco
“Para mí era importante que todo el mundo fuera tratado de la misma manera, de la forma más igualitaria posible, independientemente del género, origen, orientación sexual, pero también, entiendo yo que no tiene que ser automático que el director de la empresa tenga más derechos que los otros trabajadores”, ha explicado Lübberman en una de las muchas charlas que ha dado para explicar qué hace su colectivo. Una de ellas llevaba por título Hackeamos la economía“.
Lo cierto es que no hay pocos elementos que hacen de Premium-Cola una excepción en el mercado de los refrescos de cola. Los sueldos igualitarios, el no querer hacer publicidad porque el colectivo piensa que “la industria publicitaria esta muy basada en la mentira”, o la horizontalidad con la que trabajan las 700 personas implicadas en mayor o menor medida en el proyecto dan buena cuenta de ello. También lo hace el que todas las decisiones se tomen por consenso, alcanzado en un foro en internet y en asambleas anuales en las que participan los miembros del colectivo que lo deseen.
Premium-Cola trabaja con 1.700 proveedores y tienen entre 10.000 y 30.000 clientes, según las cuentas de Martínez. “Todo ello sin contratos, porque los contratos los necesitas cuando no confías en la gente con quien trabajos, si confías en quien trabajas, entonces hablamos, hablamos de precios y hacemos negocios”, apunta el español hijo de inmigrantes. Esto es, en principio, posible porque en Hamburgo, ciudad portuaria, existe una forma legal que es el apretón de manos hamburgués. No hace falta tener un acuerdo y condiciones del mismo por escrito. Basta con un apretón de manos para hacerlo oficial.
Un colectivo abierto
La ausencia de contratos forma parte de los 50 principios que fundamentan la actividad del colectivo de Lübberman y Martínez. Cualquiera puede entrar en él, siempre y cuando cumpla con tres requisitos. Éstos son, según los enumera Martinez, “haber bebido uno de nuestros productos, haber conocido uno de nuestros representantes y dar tu nombre oficial, porque si estás en el colectivo también puedes entrar en nuestra cuenta del banco y tenemos que saber quién eres”.
A diferencia de Fritz-Cola, según Martínez, los responsables de Premium-Cola aspiran a “cambiar el funcionamiento de la economía”. “Lo que nosotros vendemos no es un refresco de cola, nuestro producto es un software, una forma de hacer economía social y ecológica”, apunta Martínez. Tanto es así que Premium-Cola no se va a extender más allá de países que estén en un radio de 600 kilómetros de Alemania.
“De hacerlo la huella ecológica de la empresa sería demasiado grande”, plantean a eldiario.es desde Hamburgo otros responsables del colectivo. A lo que sí están abiertos es a ayudar, facilitando toda la información que sea necesaria, a cualquiera que quiera aplicar el modo de trabajo de Premium-Cola más allá de esos 600 kilómetros. A Lübbermann, Martínez y compañía les han llegado interesados por tener botellas de Premium-Cola en Estados Unidos, Asia y el mundo árabe. Puede que sólo sea cuestión de tiempo que surjan allí otras 'Premiums-Colas'.