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La respuesta de la UE al coronavirus: un plan de recuperación por definir, una bolsa de deuda por resolver y la sombra de la troika

De izquierda a derecha: Sophie WILMÈS, primera ministra de Bélgica; Angela Merkel, canciller alemana; Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español; Antonio Costa, primer ministro de Portugal; Kyriakos Mitsotakis, primer ministro griego; Xavier Bettel, primer ministro de Luxemburgo; Giuseppe Conte, primer ministro italiano; y Emmanuel Macron, presidente francés.

Andrés Gil

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Tres días seguidos de reunión. Semanas de desacuerdo. Y, al final, el Eurogrupo ha encontrado un compromiso para desbloquear medio billón de euros. El acuerdo, labrado entre Holanda, Francia, Italia y España con el visto bueno de Alemania, fue primero asumido por los 19 países del euro y después por los 27 de la UE. Pero, ¿qué consecuencias tiene una respuesta acompañada por la sombra de la troika, sin un plan de recuperación definido y con una bolsa de deuda por resolver?

El instrumento nacido en la crisis financiera para intervenir países por la troika a cambio de un rescate es la principal herramienta acordada por los ministros de Finanzas para responder a la crisis del coronavirus. Es el MEDE, el mecanismo de estabilidad, el fondo de rescates.

Pero, como tiene ese estigma, los gobiernos dicen que no van a usarlo. Aun así, por si acaso, se rebajan sus condicionalidades para el uso vinculado con gastos relacionados con la crisis sanitaria. Pero, como el fantasma de la troika es alargado, los países más golpeados, España e Italia, insisten en que no van a tocar ese dinero, la mayor partida acordada: 240.000 millones de los 540.000 movilizables.

“El ministro Wopke Hoekstra está encantado con el acuerdo”, escribe la prensa holandesa: “Para frustración de sus colegas europeos, incluidos los alemanes, Hoekstra se atuvo a las condiciones estrictas asociadas a la obtención de un préstamo de emergencia favorable del MEDE. Hoekstra solo quería hacer una excepción para los costes médicos que están directamente relacionados con la lucha contra el coronavirus”.

Hoekstra y el italiano Paolo Gentiloni, los antagonistas en las reuniones, se felicitaron en Twitter por el acuerdo, saludado por todos los participantes y las instituciones europeas. 

En efecto, la no condicionalidad del MEDE se ciñe a los préstamos subordinados a la emergencia sanitaria, no para garantizar el empleo o sostener los servicios públicos.

Batalla dentro del Eurogrupo. Después de una reunión de tres días y tras semanas de discusiones, los ministros de Finanzas de la eurozona han vivido una dura batalla. Pero enmarcada solamente en la fase de crisis sanitaria, en el qué hacer ahora.

Y al final se acordó utilizar el MEDE sin condiciones solo para gasto sanitario, aunque hay una discusión interpretativa sobre si el cierre de establecimientos debidos a la crisis entraría en ese concepto.

¿Por qué? Porque el documento dice lo siguiente:

"El único requisito para acceder a la línea de crédito será que los Estados miembros de la zona del euro se comprometan a utilizarla para apoyar la financiación de los costes relacionados con la atención médica, los tratamientos y la prevención directa e indirecta debido a la crisis de COVID-19. Si un país quiere dinero del MEDE para gastos sanitarios, directos o indirectos, no habrá ninguna condicionalidad macroeconómica. Todo euro del MEDE para la economía, para empresas, para otras cosas, sí la tendría".

La ambigüedad de estos textos es habitual cuando las posiciones son tan divergentes, y se tiende a posponer la pelea. Así, por ejemplo, ¿el cierre de los comercios para evitar la propagación de la pandemia entra en el capítulo de “prevención indirecta de la pandemia”? Seguro que más de uno puede pensar que sí.

En todo caso, ¿qué pasará después?

"La línea de crédito estará disponible hasta que termine la crisis de COVID-19. Posteriormente, los Estados seguirán comprometidos con los fundamentos económicos y financieros, de conformidad con los marcos de coordinación y vigilancia económica y fiscal de la UE, incluida cualquier flexibilidad aplicada por las instituciones de la UE".

Es decir, que en el futuro las instituciones europeas, el Semestre Europeo, las herramientas de gobernanza económica, pueden pedir a los Estados medidas, reformas y recortes para cuadrar una ratio de deuda-PIB que se habrá disparado.

No hay eurobonos. Era previsible. Estaba anunciado: el Eurogrupo debía centrarse en pactar las “tres redes de seguridad” y una frase sobre la senda de recuperación. El debate sobre el MEDE y el ahora era suficientemente intenso como para abrir el debate del qué hacer después. Eso se lo trasladan, de momento, a los jefes de Estado  y de Gobierno, que tendrán que reunirse en los próximos días para ratificar lo acordado en el Eurogrupo y ordenar los siguientes pasos.

Tampoco hay en el acuerdo ninguna medida comunitaria de estímulo fiscal y económico. Se ha dejado para más adelante: los países del norte no quieren ni oír hablar de ello y lo han repetido hasta la saciedad; y los del sur, que sí quieren y también lo han repetido hasta la saciedad, confían en que más adelante sea inevitable.

Todos cuentan con la artillería del Banco Central Europeo. La célebre bazooka, como se decía en tiempos de Mario Draghi, para compras en el mercado secundario. El BCE, cuando aprueba movilizar 750.000 millones –una semana después de anunciar 120.000–, dejó claro que no iba a permitir elevar los spreads de deuda y, por lo tanto, que controlará las primas de riesgo para facilitar que los Estados puedan seguir endeudándose gracias a la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento activada por la Comisión Europea.

Así, se crea la tormenta perfecta para la barra libre para la emisión de deuda pública con la que financiar programas de estímulo. Eso sí, para la escala nacional y sin mutualizar deuda, ya sea en forma de eurobonos, coronabonos o cualquier otra. Al menos de momento.

Burbuja de deuda. La estrategia puesta en marcha por la UE disparará inevitablemente la deuda para afrontar la crisis del coronavirus, pero no está previendo mecanismos para financiarla.

Y, aunque el BCE movilice todos sus recursos para evitar una crisis de deuda como en 2008 que requiera rescatar países, en algún momento los Estados del norte podrían reclamar políticas de austeridad para devolver la deuda y cuadrar unos parámetros macroeconómicos que van a sobrepasar los límites de los indicadores del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, cuyos controles levantó la Comisión Europea. Pero que, en algún momento, cuando vaya escampando la crisis de la pandemia, volverá a ponerlos.

Por eso, tanto España como Italia están diciendo que no quieren coger dinero del MEDE, aunque sea sin condicionalidades, porque las condicionalidades macroeconómicas aparecerán cuando se supere la crisis, como establece el comunicado del Eurogrupo.

¿Qué puede pasar? La gestión de la deuda futura es un problema que aún no están abordando los 27. Y podría haber varias posibilidades. Una de ellas sería que el BCE permitiera la monetización de la deuda comprándola directamente a los países y otorgara préstamos directamente a los Estados. Pero eso requeriría un cambio de sus estatutos.

Otra posibilidad sería fruto de un hipotético empeoramiento de la situación económica dentro de la UE, y el equilibrio de fuerzas cambiara de manera que Holanda y Alemania aceptaran eurobonos u otras fórmulas de mutualización de deuda.

También podría ocurrir que, simplemente, se siguiera con los prismas de 2008 y, una vez que la situación económica se haya estabilizado con altos niveles de déficit y deuda, los países del norte exigieran programas de austeridad para reconducir los parámetros macroeconómicos. Lo que sería un regreso a las recetas de la crisis financiera.

En último término, la UE podría entrar en una grave crisis política que terminara por implosionar todo si no se llega a un acuerdo sobre cómo afrontar la recuperación y cómo financiar la deuda necesaria para la fase de reconstrucción.

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