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Los riesgos que acechan al aceite de oliva: cosechas menguantes, precios al alza y fusiones de empresas

Vista de un olivar en la provincia de Córdoba.

Cristina G. Bolinches

9 de junio de 2023 23:15 h

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Cualquier hecho que afecte a un producto que aporta a España más de 3.000 millones de euros vía exportaciones puede suponer un terremoto. Es lo que le está ocurriendo al aceite de oliva en lo que va de año. O mejor dicho, en los dos últimos años. A la caída de la producción por la sequía y al aumento de los precios se suma ahora una operación corporativa que puede hacer que cambie de manos la mayor compañía del sector.

Deoleo, la multinacional que está detrás de marcas como Carbonell, Koipe y Hojiblanca va a ver, previsiblemente, en los próximos meses el relevo de su primer accionista

No es algo que pille al sector completamente por sorpresa, pero llega en un momento con turbulencias que no se sabe qué efecto van a tener. La compañía está controlada por el fondo de capital riesgo CVC, una tipología de firmas de inversión que suele estar cuatro o cinco años en el accionariado de una empresa hasta que han logrado la rentabilidad suficiente para venderla e ir a por otra. En este caso, CVC lleva en Deoleo casi una década. Es el mismo inversor que desembarcado en La Liga y uno de los principales accionistas de Naturgy

Un líder mundial con una historia agitada

La historia de Deoleo está llena de terremotos. Su antecedente es Sos Cuétara, un fima que se convirtió en la primera comercializadora mundial de aceite de oliva -compró las dos marcas italianas con más renombre, Bertolli y Carapelli- y que acabó viendo a sus principales directivos -Jesús y Jaime Salazar- en la Audiencia Nacional. Reconocieron sendos delitos de administración desleal y estafa, aunque fueron absueltos de delito fiscal y blanqueo. Tras esa crisis corporativa, la compañía acabó en manos de las principales cajas de ahorros.

Hasta que estas entidades financieras también saltaron por los aires en la última crisis bancaria. En su accionariado estaban, entre otras, Bankia y BMN. Desde entonces, tampoco ha sido un camino de rosas. En 2019, Deoleo entró en causa de disolución tras perder casi 300 millones de euros, una situación que llevó a los acreedores a tener que reestructurar su deuda y a convertirse, también, en accionistas. Uno de ellos es el hedge fund londinense Alchemy, que está especializado en invertir en empresas que viven momentos de estrés financiero.

Tras la pandemia, la situación económica de Deoleo se ha encauzado. Lleva tres años con beneficios y su deuda ha pasado de estar por encima de los 550 millones de euros a algo más de 100 millones. 

En este contexto, CVC, que se mantiene como principal accionista, ha decidido dar un paso atrás y contratar al banco de inversión Lazard para que le busque un socio industrial que tome su relevo, según adelantó el diario 'Cinco Días'. Y, a partir de este momento, se han desatado las especulaciones, hasta el punto de que Deoleo se disparó en bolsa casi un 16% en solo una jornada, tras conocerse que otras aceiteras españolas, como Acesur o Dcoop, están entre los posibles compradores, según contó 'El Economista'.

Tanto Acesur como Dcoop aseguran a elDiario.es que prefieren no hacer comentarios sobre esta posible operación. Para Acesur, Deoleo no es solo un competidor porque, de hecho, ya es accionista. En verano de 2020 se hizo con una participación del 5%. Un paso que, ahora, según diferentes fuentes consultadas, le puede dar más bazas para ser el futuro accionista de referencia.

“Cuando hay concentración de empresas, nosotros perdemos”

Para el sector productor, que haya menos empresas comercializadores no tiene por qué ser una buena noticia. “La experiencia nos dice que cuando los que nos compran se van concentrando, a medio plazo, perdemos”, asegura Juan Luis Ávila, responsable de olivar de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

Ávila valora que puede no ser del todo negativo que el nuevo accionista de control sea una empresa que ya conoce la realidad del mercado español “pero que no entren con el cuchillo y busquen resultados rápidos”. Por ejemplo, indica que la nacionalidad del comprador no es óbice para que “decidan traer aceite de otros sitios”. “Lo que necesitamos es sensatez”, resume. “En Italia no sucede que una empresa entre a cuchillo, allí el aceite es la joya de la corona”, critica. 

De forma más esperanzadora lo ve Cristóbal Cano, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) Andalucía. “Los nombres que se escuchan como interesados o compradores son empresas que ya están, son españolas”, indica. “Son una opción mejor que un fondo de inversión”, añade. “Sea cuál sea, que sirva para tener más músculo, en la línea de trabajo en la que estaban. Que no den un pelotazo”, apunta.

UPA tampoco es ajena a Deoleo. La asociación de agricultores y ganaderos acaba de renovar -lo hizo el 1 de junio- un acuerdo con la aceitera para “difundir prácticas sostenibles, dar formación a olivareros y producir aceite de calidad”, explica Cano. También con “catas a consumidores o en escuelas de hostelería, para que los profesionales de la cocina diferencien las variedades de aceite”. 

Además de Dcoop y Acesur, otros nombres que suenan como posibles inversores en Deoleo son Borges y Migasa (Ybarra o La Masía), comercializadoras que, en la mayoría de casos, venden sus propias marcas pero también a través de las enseñas de la distribución. 

Dos años de poca cosecha

Este proceso de integración de empresas coincide en el tiempo con un año complicado para el sector por los niveles de producción. La última cosecha fue una de las peores del último siglo -algunas voces dicen que la peor- porque no llegó a 700.000 toneladas, la mitad de lo que se obtiene en un año normal-. Y esta, la que se tiene que recoger a finales de este año, va por el mismo camino.

“Van a ser dos años difíciles”, asume Cristóbal Cano. Reconoce que las lluvias de las últimas semanas han sido un pequeño respiro, aunque solo en algunos territorios. “Han ayudado al olivar que aún no estaba en plena floración, pero si se quemó la flor en abril, en esos territorios se han quedado sin cosecha”, dice. Juan Luis Ávila, en cambio, cree que las lluvias “llegan tarde”: “Hay olivares donde, ahora mismo, no hay nada y eso el año pasado no pasaba”. También apunta a que las lluvias clave tienen que llegar en otoño. “Es imposible hacer una previsión”, dice sobre la cosecha de este año que, apunta, es poco probable que sea mejor que la del pasado ejercicio.

Y, a menos cosecha, precios más altos. A día de hoy es difícil encontrar en los supermercados precios del aceite de oliva (suave) por debajo de los 5,20 euros el litro, en el caso de la marca de la distribución. En cambio, las marcas del fabricante, en casi todos los casos están por encima de los 7 euros. 

Ante esta presión sobre los precios, el Gobierno pide contención, simplemente porque muchas familias no pueden permitirse pagar lo que cuesta el aceite de oliva y tienen que irse a otras opciones más baratas. En esa dirección ha apelado el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, que ha pedido en varias ocasiones que el aceite de oliva se mantenga “a precios razonables”, para que las familias tengan acceso a un bien de primera necesidad. No hay que olvidar que es uno de los productos a los que se ha bajado el IVA al 5%. 

En cambio, los olivareros afirman que ni con estos precios cubren aún los costes de producción. Por ejemplo, indican que el gasto de regar sus viñedos se ha duplicado en un año y que, por kilo de aceite de oliva, los costes que soportan se pueden elevar hasta 8 euros.

En esta situación, empiezan a no salir las cuentas. En total, en España hay cerca de 300.000 olivareros y el olivar, en su conjunto, representa una renta equivalente a 4.000 millones de euros, con el 60% del cultivo centrado en Andalucía, sobre todo en la provincia de Jaén. 

“La gente es resiliente, va con el cultivo, es una forma de ser, porque cuando pones olivos con tus padres, pues aguantas, pero nos empieza a llegar a COAG gente que tiene dificultades”, indica Juan Luis Ávila. “O se mete liquidez en el sector o va a ver gente que va a renunciar, porque hay jóvenes que ya están muy quemados, porque ven los abusos de la industria, la escasez de producción y pueden empezar a buscar otras opciones”, sostiene en referencia a la falta de rentabilidad.

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