Empecemos por el final. Rodrigo Rato (Madrid, 1949) fue elegido esta misma semana como el quinto peor consejero delegado del mundo en 2012 por la revista Businessweek. La mención del magazine no deja de ser una anécdota, pero dibuja a la perfección dónde ha aterrizado el último ángel caído del emporio financiero español.
Rato tendrá que testificar este jueves en la Audiencia Nacional para aclarar su gestión en Bankia en los escasos quince meses en los que estuvo al frente primero de Caja Madrid y luego de su brazo bancario. Ante el juez Fernando Andreu, Rato hará un ejercicio que no es especialmente de su agrado: dar explicaciones.
Poco amigo de comentar sus decisiones, en un país donde no dimite nadie, Rato se ha hecho un profesional de la renuncia. De Bankia se fue dando un portazo, muy similar al que aún resuena en los pasillos del Fondo Monetario Internacional (FMI) donde fue nombrado director gerente y del que se fue alegando motivos personales.
Como ha quedado demostrado, cuando Rodrigo Rato está de nones, es capaz de decir que no al mismísimo presidente del Gobierno. En sus recientes memorias, José María Aznar ha contado que Rato le dijo que no, hasta dos veces, a ser su sucesor frente al Partido Popular. Ni presidente del Gobierno, ni gerente del principal organismo financiero del mundo, ni consejero delegado de una entidad en apuros. Nada parecer ser suficiente para Rato que desde joven dio muestras de culo de mal asiento.
El más joven de tres hermanos, comenzó los estudios en ICADE (Universidad de Comillas) pero los finalizó en la Complutense, sin fama de ser un estudiante especialmente aplicado. En 1974 realizó una maestría en Administración de Empresas en Berkeley, que le dejó como herencia un marcado acento estadounidense al hablar inglés, con un fuerte deje de joven sobradamente preparado.
El primer trabajo del joven Rato fue como consejero de Aguas de Fuensanta, una de las muchas empresas familiares, pero también se las vió con el sector de la construcción. Participó en la gestión de la Cadena de Emisoras Rato, el embrión de la red de radios que ahora forman parte del Grupo Intereconomía, fundada por su padre en 1947. En 1990, su padre, Ramón, vendió por 5.400 millones de pesetas la cadena de emisoras a la ONCE.
La familia de su madre, los Figaredo, tenían una fuerte presencia en la minería y en la banca en Asturias. En cuanto a la vertiente política, su abuelo paterno llegó a ser alcalde de Madrid y responsable de Hacienda con Francisco Silvela. Aún veranea en Gijón y varias fincas en las cuencas mineras siguen estando a su nombre junto con otros herederos.
En el mundo económico, Rato no ha terminado, con especial éxito ninguna de las empresas que ha comenzado. Su labor al frente de la cartera de Economía con el Gobierno de Aznar, del que llegó a ser vicepresidente, fue reconocida internacionalmente hasta el estallido de la crisis. La famosa Ley del Suelo, promovida bajo su mandato, es para muchos el desencadenante de la burbuja financiera.
En lo personal, ha flirteado con muchos tipos de empresas. Una de sus últimas aventuras, en un compás de espera entre trabajos, fue la de entrar en una empresa biotecnológica (Algaenergy) que busca producir energía mediante el uso de algas. Iberdrola se interesó por el proyecto y entró con una participación del 20%. Tiene varias sociedades patrimoniales a su nombre. También ha estado frente a la división española del banco de inversión Lazard o como asesor en el banco Santander y Criteria (el brazo empresarial de La Caixa).
Se da el caso de que la mano derecha de Rato en política económica en aquel dorado inicio de milenio fue el actual ministro del ramo, Luis de Guindos. Aún no está claro, y probablemente no lo esté hasta que uno de los dos publique sus memorias, si fue Guindos el que forzó la salida de Rato de Bankia, o fue el banquero el que decidió irse ante las condiciones impuestas por Economía. En cualquier caso, el vínculo entre ambos parece estar tocado de muerte.
Rato presume de ser un auténtico liberal, de los que se dicen no existen en el Partido Popular. Las posiciones del PP sobre la legalización del matrimonio homesexual o la entrada en la guerra de Iraq, nunca gozaron del visto bueno del político. El aura que desprendía el ala más dura y conservadora del Partido Popular, con Acebes, Zaplana, etc.. le alejó de la política nacional y su revés en la gestión de Bankia pone muy difícil que, al menos en lo público, Rato vuelva a desempeñar un cargo de trascendencia.
Orador brillante, socarrón e irónico, aunque con cierta debilidad por demostrar ser siempre más listo que su interlocutor, Rato defendió su gestión en Bankia en una comparecencia en el Congreso el pasado julio. El otrora político apuntó a muchos culpables en la caída de Bankia y aseguró que el plan de viabilidad de la entidad que él había presentado a De Guindos era mucho más barato que el que se ejecutó finalmente.
A Rato le toca demostrar ante la Justicia que en su administración al frente de la entidad madrileña no hubo mala fe ni engaño y que se cumplió con todos los criterios exigidos por los reguladores, en especial con la salida a bolsa de Bankia. También le toca asumir que la brillante carrera empresarial que quiso recuperar al abandonar su cargo del FMI puede haberse visto truncada para siempre.