Share: La empresa que pasa del marketing para implicarse en proyectos humanitarios

Una barrita de frutos secos de la marca Share cuesta un 1,55 euros. Ese precio es apenas superior en unos céntimos al de otras barritas de marcas denominadas premium que se pueden encontrar en los supermercados alemanes. Las de Share, sin embargo, han aparecido en el mercado con una promoción mínima. “Nosotros hacemos muy poquito marketing. Si nos comparamos con empresas como Nestlé o Unilever, no hacemos apenas marketing”, dice Sebastian Stricker a eldiario.es. Él es el fundador y principal responsable de Share.

Los productos de esa marca tienen un plus que hasta ahora no ofrecía ninguna otra marca. No es que sean especiales por contar con certificación de producto ecológico. Lo que ocurre, por ejemplo, cuando se compra una de las barritas de Share, es que con esa adquisición se financia una comida en un país pobre en el marco de un proyecto de la ONG internacional Acción contra el Hambre. A esta organización se ha asociado Share. “Nosotros nos decimos que nuestros proyectos sociales son tan buenos, o mejores, que el marketing”, plantea Stricker.

Este austriaco de 35 años lidera un equipo de apenas trece personas con un objetivo nunca visto en Europa. Crear una empresa donde actividad económica y responsabilidad social sean igual de importantes. “Queremos demostrar que la responsabilidad social a medio y largo plazo puede hacernos traer al mercado mejores empresas”, dice Stricker a eldiario.es. “Share quiere ser una empresa capaz de ofrecer beneficios, pero para todas las partes, los proyectos sociales, la empresa en sí, y también los comerciantes y distribuidores”, añade.

Los proyectos sociales que cita Stricker son aquellos a los que se ha asociado Share. A saber, los que desarrolla Acción contra el Hambre en zonas necesitadas de Senegal y Burkina Faso y los del Banco de Alimentos de Berlín, una asociación dedicada a recolectar y distribuir comida entre personas sin hogar y los más necesitados de la capital alemana. La lógica de Share es sencilla. “Cuando me compro una barrita de frutos, estoy comprando al mismo tiempo una ración de comida en un país en vías de desarrollo”, expone Stricker.

El mismo principio se aplica para el agua y el jabón que vende la marca Share. Por cada botella de agua de esta marca que se vende en Alemania, los proyectos a los que están asociados ganan el equivalente a un día de agua potable. Por cada bote de jabón de manos de Share, en los proyectos asociados hay dinero para comprar una nueva pastilla de jabón.

17 céntimos humanitarios por cada barrita 

Una parte de los 1,55 euros de la barrita de frutos secos o de los 2,95 euros que cuestan 250 ml de jabón para las manos sirve para pagar aportaciones a esos proyectos. “La cantidad que se destina oscila entre un 5% y un 20% del precio total de los productos en Alemania”, precisa el fundador de Share. En el caso de la barrita, de los 1,55 euros, 17 céntimos van a parar a los proyectos humanitarios.

Stricker, un economista doctorado en ciencias políticas natural de Viena, estuvo madurando la idea de crear Share un par de años. La lanzó en 2017, después de haber creado en 2014 una aplicación sin ánimo de lucro llamada Share the Meal. Ésta es una 'app' asociada al Programa Mundial de Alimentos (PMA), una iniciativa de la ONU que distribuye comidas en países en vías de desarrollo, colectivos de refugiados y desplazados y en casos de emergencias provocadas por catástrofes naturales o medioambientales.

A través de esa aplicación para smartphones se facilita a los usuarios realizar donaciones a proyectos del PMA. Con 0,40 céntimos se puede pagar una comida caliente a un niño en una zona necesitada del planeta.

Share the Meal consiguió crear el año pasado una comunidad de 340.000 usuarios. Colaboraron facilitando algo más de 9,6 millones de raciones de comida en diferentes iniciativas humanitarias del PMA con niños africanos en Lesotho, Malawi y Camerún y con menores refugiados sirios en Jordania, Líbano y la propia Siria. Niños afectados en conflictos como el de Yemen, Sudán del Sur y el del noreste de Nigeria también se beneficiaron de las donaciones hechas a través de Share the Meal.

Según explica Stricker, “el principio de las donaciones también puede hacerse a través de la compra de productos”. Esa es la idea fundacional de Share, que esta semana comenzó a tener disponible para la venta al público sus productos en 5.000 supermercados de grandes ciudades alemanas. Berlín, donde se encuentran las oficinas de Share, es una de esas urbes.

Desde el lunes pueden encontrarse los productos Share en los establecimientos de la capital alemana que tiene Rewe, propiedad del grupo empresarial que lleva el mismo nombre y que a su vez es uno de los grandes actores germanos del sector, y los de dm-droguerie markt, más conocido como dm. Ésta es una cadena de droguerías que funciona como fundación sin ánimo de lucro.

“Yo creo que es muy bonito que haya una marca en la que, por cada compra, otra persona recibe algo. La gente ya no quiere tener que consumir marcas que no le gustan”, asegura Stricker.

Él, antes de especializarse en las iniciativas empresariales de trasfondo social, trabajó como asesor para empresas. También integró el equipo de la Fundación Clinton, la organización del otrora presidente de Estados Unidos Bill Clinton. En suelo anglosajón precisamente, iniciativas como la de Share no son una novedad. Bien lo sabe Stricker.

“En Estados Unidos, por ejemplo, hay una marca que se llama Toms Shoes. Ésta, por cada par de zapatos que uno compra, otra persona que necesite calzado recibe otro par”, subraya Stricker. “En el mundo anglosajón existen un par de ejemplos. Pero, en Europa, no. En Share somos, de alguna forma, la vanguardia”, conviene en afirmar el fundador de la marca alemana.

Su iniciativa también tiene mucho que ver con una constatación que hizo en su día Stricker. “Las empresas como Share en Europa están poco desarrolladas respecto a Estados Unidos debido a la idea del Estado social. Pero en Estado social europeo está reculando y el Estado pierde influencia sobre la sociedad ante las empresas, especialmente las internacionales, esto es una realidad”, dice el fundador de Share. Inconformista, Stricker sostiene que, “frente a esta situación, se puede o proteger el Estado o hacer empresas más sociales”. Él y su equipo han elegido la segunda opción.

Aprender sobre la marcha

No lo han hecho sin saber que es un proyecto es arriesgado. Por lo pronto, carece de plan de negocio propiamente dicho. “Tenemos presupuesto hasta finales de año”, concede Stricker. De momento hay financiada la producción de tres millones de productos gracias a quienes han invertido en esta 'start-up'.

La incertidumbre no mina los esfuerzos de Stricker y compañía. Y eso que, los productos Share, que en pocos días han vendido más de 10.000 unidades, podrían terminar siendo un experimento fallido. En sus oficinas berlinesas, reconocen que Share todavía no es rentable, pero no por ello deja de merecer la pena. “Share es concepto demasiado nuevo, un proyecto que tenía que probarse, tenemos que aprender sobre la marcha y ver cómo avanza el proyecto”, concluye Stricker.