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Siete gráficos que niegan que la deuda pública sea una bomba de relojería

Alberto Núñez Feijóo ha intentado crear alarma repitiendo que el "Gobierno nos cuesta 6.000 millones de euros de deuda cada mes".

Daniel Yebra / Raúl Sánchez

17 de enero de 2023 22:55 h

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La deuda de España superó los 1,5 billones en noviembre de 2022, un récord histórico, en pleno encarecimiento de los tipos de interés. Sin duda, su sostenibilidad es uno de los principales retos económicos a corto y medio plazo. Ahora bien, está lejos de ser una bomba de relojería, ni existen amenazas financieras como las sufridas en la crisis del euro de 2012.

Los mismos agoreros del apocalipsis de la economía en 2022 por la invasión rusa de Ucrania que nunca llegó, han agitado recurrentemente la alarma sobre la deuda pública durante los últimos meses. Estos expertos mantienen un discurso catastrofista, mientras ignoran que su coste seguirá contenido, cerca de mínimos pese a las subidas de tipos del Banco Central Europeo (BCE) y que continuará disminuyendo respecto PIB (Producto Interior Bruto) por el crecimiento de la economía.

1. Endeudamiento

El endeudamiento de un Estado es la relación entre su deuda pública y su PIB. Es el primer indicador que se observa para medir la sostenibilidad financiera de un país. Depende tanto del numerador (la deuda) como del denominador (el PIB).

Por eso, aunque la deuda pública total sigue aumentando, el endeudamiento disminuye por el crecimiento económico. Desde el 125% que alcanzó esta relación en el primer trimestre de 2021, ha caído cerca de 10 puntos porcentuales hasta el final de 2022. Según el objetivo del Gobierno, cerrará el año en el 115%. El primer semestre lo terminó en el 116%, según se ve en el gráfico.



Aunque todavía no está confirmado por el INE, el PIB de España se incrementó por encima del 5% en 2022, mejorando el comportamiento del resto de grandes economías de la eurozona. Y en 2023, nuestro país volverá a liderar el crecimiento según todas las previsiones, desde la más optimistas del propio Ejecutivo, hasta la del FMI, pasando por la del Banco de España.

La semana pasada, el Tesoro Público presentó la estrategia de financiación del Estado con el mismo objetivo de emisión neta de deuda en 2023 que en 2022: 70.000 millones de euros. Una meta “conservadora”, que responde a la “elevada incertidumbre” y que podría ser revisada a la baja a lo largo del año.

Y también un objetivo “flexible”, que se adaptará al desembolso de los fondos europeos ligados al Plan de Recuperación, según explicó Carlos Cuerpo, secretario general del Tesoro y Financiación Internacional.

2. Coste medio de la deuda

España saldrá a buscar esos 70.000 millones a los mercados financieros a unos tipos de interés que no han parado de aumentar en el último año. Además el BCE está en retirada, tras años de omnipresencia para favorecer primero la recuperación de la crisis financiera y después del shock de la COVID.

Aún así, el Tesoro acentúa que el coste medio de la deuda se mantendrá contenido y que se avanzará en la reducción del déficit (el desequilibrio entre ingresos y gastos que se financia con esta deuda) por los mayores ingresos fiscales, directamente relacionados con el crecimiento económico, la inflación, los beneficios empresariales y la solidez del mercado de trabajo.



El coste medio de las nuevas emisiones de deuda de nuestro país tocó suelo en agosto de 2021. Desde entonces, se ha encarecido tres puntos porcentuales como consecuencia de la respuesta del BCE a la inflación.

Este incremento se ha trasladado en apenas 2 décimas al coste medio de toda la deuda en circulación de España, como se observa en el gráfico anterior. Desde el mínimo histórico del 1,54% de marzo del año pasado, al 1,73% de diciembre.

3. Factura de intereses respecto al PIB

Que el coste medio de la deuda se mantenga contenido, y cerca de su suelo, permite que no ascienda la factura de intereses a la que tiene que hacer frente el Estado cada año. En los Presupuestos Generales, el Gobierno estimó que esta carga de la deuda será de 31.330 millones de euros, 1.000 millones más que en 2022. Carlos Cuerpo incluso adelantó la semana pasada que este gasto será inferior.



Respecto al PIB, las estimaciones apuntan a que se mantendrá muy lejos del máximo que alcanzó esta factura en 2013, según se aprecia en el gráfico situado sobre estas líneas.

Y, además, en el ejercicio de sensibilidad que sigue, se aprecia que el incremento del coste de medio debería ser mucho más pronunciado para que se elevara la factura de intereses en relación con el PIB hasta niveles preocupantes, si se toman como referencia las últimas décadas.



4. Factura de intereses respecto a los ingresos

Otra forma de medir la carga de la deuda es enfrentando el gasto en intereses con los ingresos del Estado, y en esta fotografía España sale peor parada que Alemania o Francia, pero mucho mejor que Italia. Y se observa que el aumento también ha sido contenido en los últimos dos años.



5. Prima de riesgo

El coste de las nuevas emisiones de deuda de nuestro país que se va trasladando al coste medio depende de los tipos de interés oficiales del BCE, que los ha incrementado del 0% al 2,5% desde julio, y que los seguirá elevando en los próximos meses. Pero también depende de la demanda de fondos de inversión, bancos, aseguradoras o inversores particulares.

Hasta ahora, esta demanda ha estado respaldada por el propio BCE, que ya ha anunciado el fin de sus compras de bonos de los países de la eurozona. El secretario general del Tesoro incidió en que “ya hemos vivido antes sin la participación de la institución en el mercado, y ahora esperamos que la progresiva retirada de la institución vaya coincidiendo con la llegada de nuevos inversores que ocupen su lugar”.

Actualmente, el BCE tiene cerca de un 33% de toda la deuda de España. El Tesoro confía en que los bancos nacionales (menos de un 15%) sean uno de los principales actores que vaya sustituyendo a la institución, “lo que tiene sentido porque la entrada del BCE redujo la participación de los inversores residentes”, explicó Carlos Cuerpo.

“También está incrementándose la participación de inversores particulares”, añadió, recalcando que existe un “apetito generalizado, porque la deuda de España es atractiva y competitiva, y se ha visto en la primera subasta de bonos de este 2023”.



La estabilidad de la prima de riesgo (el diferencial entre el bono de referencia de nuestro país y el de Alemania, considerado el socio del euro más fiable) es prueba de este “apetito”. El Tesoro insiste en que seguirá sin dar sustos. De hecho, el BCE guarda en la récamara un mecanismo, el TPI, para evitarlo.

La demanda de los 7.000 millones que el Tesoro emitió el pasado jueves casi duplicó la oferta, lo que apuntala las afirmaciones de Carlos Cuerpo, quien recordó que la media de la tasa de cobertura en 2022 fue de 2,5 veces.

“La rentabilidad del bono a 10 años de España [la referencia para la prima de riesgo] es del 3%. Es del 4% para Italia. Ambos son estados sobreendeudados, pero hay una gran diferencia. Los compradores extranjeros están cómodos quedándose con España, pero están vendiendo mucha deuda de Italia”, comentaba Robin Brooks, economista jefe de IIF.

6. Vida de la deuda

El traslado “contenido” del encarecimiento de las nuevas emisiones al coste medio está relacionado también con “la preparación de la cartera de deuda en los últimos años por parte del Tesoro para diversificar la base inversora”. Por otro, “al incremento de la vida media, que llegó a superar los 8 años en 2022”. Un plazo que se traduce en que España solo tiene que refinanciar más cara un 12% de su deuda al año.



Asimismo, “otro factor directamente relacionado es que se han sustituido cupones [tipos de interés] muy elevados que aún coleaban desde la crisis del euro de 2010-2012 por cupones muchísimo más bajo en los últimos años”, recalcó Carlos Cuerpo en la presentación de la estrategia del Tesoro.

7. Necesidades extraordinarias

Por último, cuando el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, o economistas neoliberales como Daniel Lacalle se enrocan en la alarma sobre la deuda olvidan que buena parte de la subida extraordinaria desde 2020 ha sido necesaria para financiar directamente los gastos extraordinarios para hacer frente a las tres grandes crisis provocadas por la COVID: la sanitaria, la social y la económica.



Tanto para pagar los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), como para comprar las vacunas o para el Ingreso Mínimo Vital (IMV), entre otras grandes partidas. Y en los últimos meses para luchar contra el impacto de la inflación que ha impulsado la guerra de Ucrania.

“No parece estar en duda, en la actualidad, que ese incremento de la deuda [...] ha sido una reacción necesaria y eficaz para mitigar la reducción sin precedentes de ingresos de familias y empresas”, observaron recientemente los economistas Pedro José Gómez Serrano y Carlos Sánchez Mato en un informe de la Universidad Pontificia Comillas.

Por supuesto, el crecimiento de la deuda fue generalizado en el mundo en 2020 y en 2021. Y en nuestro país, este incremento, junto con el apoyo europeo por ejemplo en las compras conjuntas de material sanitario o en el mantenimiento en mínimos del coste de la propia deuda por parte del BCE, sirvieron para que por primera vez una dura crisis no se tradujera en una gran destrucción de empleo.

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