La alquimia económica mundial emulsiona confusión, mezcla mal y genera posos sombríos. Cuando la invasión rusa de Ucrania se aproxima a su segundo mes, los análisis del mercado empiezan a alejarse del consenso, con la imprevisibilidad de toda contienda bélica, por los muchos factores de riesgo que se han instalado en la coyuntura global.
En el caso de las potencias del G-7, el grupo de economías más desarrolladas del mundo que forman Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos, desde la sala de máquinas de Economist Intelligence Unit (EIU) se decantan por un escenario de aterrizaje más o menos suave todavía.
Poco antes de que se publique el World Economic Outlook (WEO) de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI), la hoja de ruta que describen en EIU, unidad de inteligencia económica del grupo que edita el influyente semanario británico The Economist, desvela una senda pedregosa, con riesgos de estanflación (la temida combinación de estancamiento económico y alta inflación) en la primera economía mundial, EEUU, y la posibilidad de una recesión en Alemania si se cortase el suministro de gas ruso a este país.
El contagio de la guerra en Ucrania sobre el dinamismo del G-7 se está produciendo por tres cauces. El primero, el efecto bumerán de las sanciones occidentales al Kremlin. Estas deprimirán la economía rusa, cuyo PIB caerá este año a doble dígito, pero también atravesarán la coraza del ciclo de negocios de las siete naciones más industrializadas.
El segundo cauce es la intensa subida de los precios de la energía y su inmediato y meteórico tránsito hacia la inflación. Y el tercero, la reaparición de disrupciones en las cadenas de valor de las empresas, que han recrudecido los cuellos de botella del comercio global y la crisis logística aparejada a este colapso.
Este cóctel hace presagiar a los expertos del EIU una caída de medio punto en sus predicciones de crecimiento del PIB mundial para este año; del 3,9% de antes del inicio del conflicto armado al 3,4%. La mayor damnificada será Ucrania, que se contraerá nada menos que un 46,3%, frente al aumento del 3,3% previsto antes de la guerra.
Europa será el epicentro del cierre del flujo del comercio y del shock energético. Un “doble golpe” que deja a sus economías más expuestas a los daños colaterales de esta contienda en pleno corazón del continente. “La escalada de los hidrocarburos fósiles y de otras materias primas -las metálicas y las agroalimentarias-, seguirán distorsionando la capacidad productiva en la región” y sus tasas de inflación, poniendo en riesgo la recuperación post-Covid. Y el crecimiento en la región se quedará en el 3,3% este año, siete décimas por debajo de la predicción de comienzos del ejercicio.
Según el análisis de EIU, a Italia las tensiones bélicas le restarán un punto; a Alemania, 8 décimas y a Francia, una. Serán los tres países del G-7 más perjudicados. En Reino Unido, el castigo será residual, con apenas una décima, por sus escasos lazos económicos bilaterales con Moscú.
En Norteamérica, la previsión actual es de un crecimiento del 3% en EEUU frente al 3,4% previo a la guerra. Para Canadá se mantiene en el 3,8%, ante el impacto negativo sobre su inflación y el efecto “positivo” en su actividad de la subida de los precios del petróleo.
Sin embargo, los dos representantes norteamericanos en el club más selecto del planeta verán un descenso paulatino de sus ratios de consumo, empujados por las espirales inflacionistas. Estas van a llevar a la Reserva Federal estadounidense a elevar en otras siete ocasiones el precio del dinero este año, tras la subida ya consumada en marzo, con alzas de un cuarto de punto, a las que se sumarán previsiblemente otras tres o cuatro en 2023, si el escenario no empeora la capacidad de compra de hogares y la inversión de las empresas.
En ese caso, la economía de EEUU entraría, advierten en EIU, en un “serio riesgo” de estanflación, con la Fed regulando el crecimiento a la baja para combatir con mayor firmeza la subida de precios.
En el caso de su vecino del norte, el Banco de Canadá decidió el pasado miércoles aumentar en 50 puntos básicos el tipo de interés de referencia, en lo que representa el mayor incremento en 22 años de la tasa, que pasará a situarse en el 1%. El supervisor canadiense pronostica que la economía de Canadá crecerá un 4,25% este año antes de desacelerarse a 3,25% en 2023 y el 2,25% en 2024, mientras que espera que la inflación, actualmente en el 5,7%, promedie casi el 6% en la primera mitad de 2022 y se mantenga muy por encima del rango de control durante todo este año para disminuir al 2,5% en la segunda mitad de 2023 y regresar al objetivo del 2% en 2024.
A Japón, la segunda mayor economía del G-7 y su único socio asiático, los analistas de EIU también le otorgan un daño superficial por la guerra en Ucrania, con una corrección de sólo 2 décimas en el crecimiento, hasta el 2,8%, con la que su PIB restablecerá el nivel previo a la pandemia en la segunda mitad de este año.
La nipona es la economía más tardía de todo el club. Tiene el cartel de enfermo económico mundial desde hace más de dos décadas, por su crónica pinza de ralentización extrema de actividad y un persistente coqueteo con la deflación. La vuelta a la conciencia de ahorro de la sociedad nipona ante un escenario de riesgo, en este caso, geopolítico, amortiguará las alzas salariales y retraerá, otra vez más, los gastos del consumo.
La radiografía del EIU no ofrece una perspectiva estanca. En el circuito económico se sopesan las embestidas que todavía puede deparar un ejercicio que estaba llamado a consolidar el despegue de la economía tras el COVID, pero que puede esconder nuevos episodios de convulsión.
Ante esta tesitura, ¿qué temores atenazan al club de países más ricos? Y, sobre todo, ¿qué podría desembocar la tercera recesión sincronizada del G-7 desde la crisis financiera de 2008?
EEUU
Los polos opuestos se atraen y, en la primera economía global, esto es especialmente elocuente: con los beneficios empresariales creciendo en 2021 un 35%, la cota más alta desde 1950, la curva de rentabilidad se revierte y, en el mercado de bonos, predominan las ganancias de las emisiones del Tesoro americano a 2 años respecto de las de 10 años, lo que es señal de recesión. Una posibilidad que Goldman Sachs sitúa aún en el entorno del 20% y el 35%. Mientras, se empieza a vislumbra un cierto consenso en torno a un frenazo más brusco de la Fed en su recorrido alcista de tipos. Y de lo que acontezca en el PIB americano dependerá el curso que tome el G-7, Europa y, por supuesto, el resto del ciclo global.
Japón
Si al inicio del ejercicio se alertó desde Citigroup o BNP Paribas de un “riesgo alto de recesión” en la tercera economía global por el aumento de casos de coronavirus, paradójicamente esa amenaza, tras la invasión de Ucrania, parece que se ha atenuado, a pesar del descenso de la actividad. El FMI considera que la política expansiva del Banco de Japón (BoJ) es adecuada y la inflación, en un país que coquetea desde hace décadas con precios negativos, se mantendrá a raya, por debajo del 2%, aun con una subida del 1% este 2022. Su poderoso sector exterior seguirá guiando al PIB, con un 5% más de exportaciones para hacer frente a la intensa demanda de bienes tecnológicos y del sector TIC, advierte Sian Fenner, analista de Oxford Economics. Este experto ve la gestión del BoJ más laxa que en otros países de la región. El resto de bancos centrales asiáticos acelerará el encarecimiento de sus tipos este año.
Alemania
El prestigioso Instituto Kiel ha calculado en 90.000 millones de euros el coste de la guerra de Ucrania sobre el tercer PIB del G-7. El conflicto generará pobreza en un mercado con un exceso brutal de dependencia energética de Rusia, con un sobrecoste en las importaciones que este think tank estima en “alrededor de 40.000 millones más caro que las estimaciones de diciembre”. Su previsión es que el crecimiento germano apenas será este año del 2,1%, significativamente más bajo que el 4% previsto a comienzos del ejercicio, cuando la expansión del coronavirus ya tuvo un importante impacto en la industria. La inflación aumentará hasta el 5,8% en 2022, una cota desconocida desde la reunificación, en 1990. Eso, si no se materializa un corte total del suministro de gas ruso, que supera el 50% de las compras germanas de esta materia prima y es vital para su sector industrial. El mes pasado, el consejo de sabios que asesora al Gobierno alemán ya recortó drásticamente (del 4,6% hasta el 1,8%) la previsión de crecimiento para este ejercicio y advirtió de un riesgo “sustancial” de entrada en recesión de la primera economía europea. En el último trimestre de 2021, su PIB ya registró una contracción de siete décimas. Según los principales institutos económicos alemanes, el crecimiento de la economía alemana se ralentizará drásticamente este año por la guerra, hasta el 2,7% o solo el 1,9% si se suspenden las importaciones de gas ruso, lo que haría entrar al país en recesión en 2023.
Reino Unido
El plan de ayudas diseñado por el ministro de Economía británico, Rishi Sunak, contempla una dotación de 21.000 millones de libras para contener los efectos de la subida de la energía sobre el coste de la vida, y parece haber aportado calma a los hogares y empresas. Sin embargo, las interrupciones en el tránsito del transporte de mercancías resurgen tras el colapso de los primeros meses post-Brexit. Y las previsiones del Centre for Economics and Business Research (CEBR) apuntan a una fuga de 90.000 millones de libras de la economía británica por el conflicto bélico. Pero los efectos colaterales serán mínimos. El Institute for Goverment, como el EIU, apunta que el daño será notable, pero no extensivo en el futuro, por los escasos lazos comerciales -las ventas británicas a Rusia apenas suponen un 0,7% del total- y la mínima integración rusa en el sistema financiero. La economía británica acababa de recuperar sus niveles pre-COVID justo antes de la contienda militar.
Francia
Como en el caso del bund alemán, el bono francés ha evidenciado los riesgos económicos y geopolíticos de la invasión. También sus fluctuantes mercados de valores. La incertidumbre cotiza al alza y es uno de los factores que explica la subida final del voto euroescéptico hacia Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones francesas. El primer ministro, Jean Castex, también ha concebido otra coraza de medidas proteccionistas a los consumidores. En el instituto OBCE cifra en 64.000 millones de euros el coste adicional de la energía, mientras el Banco de Francia admite un recorte de entre medio punto y un 1,1% al crecimiento de este año, para el que augura un alza del 3,4% de mantenerse el barril de crudo en un valor promedio de 93 dólares y del 2,8% si irrumpe hasta los 119 dólares. El IPC se situaría en el 3,7% y el 4,4% en cada uno de los dos escenarios.
Italia y Canadá
Las dos hermanas menores del G-7 presentan trayectorias inversas. La italiana, que exporta el 1,6% de sus ventas a Rusia, soporta el impacto energético y unas consecuencias en el de empleo. La invasión, según el sindicato FimCisl, ha expulsado a más de 25.000 trabajadores manufactureros italianos y va a incidir en otros sectores por “las nuevas disrupciones productivas y en las redes de suministro”, que ralentizarán proyectos de reindustrialización y digitalización. En cuanto a Canadá, para Tiff Macklem, gobernador del Banco de Canadá, la economía norteamericana “sufrirá alteraciones en su ritmo de crecimiento por las sanciones occidentales”, pero estos efectos no serán “duraderos”.