La austeridad monetaria del Banco Central Europeo (BCE) ha hecho saltar las alarmas sobre el riesgo de morosidad de las familias en España. Las subidas de los tipos de interés oficiales para luchar contra la inflación han frenado el descenso del porcentaje de préstamos dudosos de impago en el 3,5% del total del crédito concedido a los hogares. Al mismo tiempo, aumentan los que entran en “vigilancia especial [un paso previo a ser considerados dudosos]”, hasta cerca del 7%, según los datos del Banco de España. En conjunto superan ya el 10%, un máximo no visto desde 2020.
Los niveles son preocupantes. Es el primer aviso: 1 de cada 10 préstamos concedido a familias es dudoso o hay que vigilarlo [siempre según el criterio del regulador, el Banco de España]. Eso sí, esta ratio todavía está lejos del 13,62% que se alcanzó en enero de 2014 solo de préstamos dudosos, en lo peor de la crisis de deuda para nuestro país, tras los rescates bancarios y en plena ofensiva de las mismas entidades financieras con la ejecución de miles de desahucios.
El porcentaje de préstamos dudosos fue reduciéndose, poco a poco, desde aquel máximo. Principalmente por la menor demanda y por las medidas expansivas del propio BCE, que llegó a bajar los tipos de interés de referencia al 0%, un mínimo histórico, para apoyar la recuperación económica. Desde julio de 2022, la institución que preside Christine Lagarde tomó el camino contrario y comenzó un ciclo de incrementos del precio del dinero que se ha convertido en el más agresivo de la historia de la eurozona.
El BCE ya ha aumentado en 4,5 puntos los tipos de interés. Una escalada que ha arrastrado al euríbor, el índice de referencia para el cálculo de las cuotas de las hipotecas, hasta endurecer el acceso a financiación y encarecer los préstamos contratados a tipos de interés variable hasta máximos de la última década.
Tanto, que el primer aviso de las consecuencias de la estrategia del BCE ha sido la caída del negocio bancario: con descenso de las hipotecas concedidas en los últimos y también del dinero por el que se piden los préstamos (más detalles en esta información).
Las entidades financieras lo vienen compensando en términos de beneficios porque su margen de intermediación no ha parado de crecer. Es decir, ganan mucho más con cada operación, aunque se produzcan menos. Pero la segunda advertencia que reflejan los datos podría dar la medida real de las consecuencias de la austeridad monetaria del BCE y de su intención de bajar la inflación atacando la capacidad de consumir de las familias o de invertir de las empresas. En otras palabras, provocando una recesión.
Esta semana, la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, se detuvo en una conferencia en algunas de las señales que deberían resonar en el consejo de gobierno y en el comité ejecutivo del BCE. Apuntó, por ejemplo, que el peso de la carga financiera (lo que se dedica cada mes en devolver préstamos) sobre la renta disponible de las familias (el dinero que tienen para gastar o para ahorrar) no ha parado de elevarse, y que el incremento de la remuneración de los depósitos apenas está mitigando este daño.
Esta carga cada vez más pesada en promedio es especialmente perjudicial para los hipotecados a tipo de interés variable y, por supuesto, para las familias endeudadas más vulnerables, para las que superar el límite teórico de dedicar un 30% de los ingresos a pagar deudas las introduce en una situación de riesgo financiero.
La traducción de estas complicaciones es la que se ve en el siguiente gráfico, que también expuso Margarita Delgado en su última presentación. Se observa que la ratio de préstamos dudosos a familias ha dejado de descender y que hay más crédito que pasa a estar bajo vigilancia, en comparación con los niveles previos a la pandemia.
De momento, la renta disponible de las familias resiste, incluso se ha recuperado de media respecto a los niveles previos a la exacerbación de la crisis de precios con la invasión rusa de Ucrania, gracias a la creación de empleo y a las subidas de salarios de los últimos meses.
En términos macro, la recuperación de la renta disponible de los hogares, según muestran los últimos datos del INE, refleja una respuesta política desconocida hasta ahora en nuestro país. Las decisiones adoptadas van desde la financiación pública de los ERTE (Expedientes de regulación de empleo), pasa por el incremento de las pensiones según el IPC y por la reforma laboral y el récord de contratos indefinidos, y llega hasta el tope al gas (o mecanismo ibérico) para contener la escalada de la electricidad.
Esta evolución del dinero que las familias tienen para consumir o para guardar dista mucho del hundimiento de los años de la austeridad tras la gran crisis financiera de 2008. Por supuesto, se trata de una visión promedio, que no atiende a la desigualdad que existe en nuestro país entre los más ricos y los más vulnerables. Encima, ahora, el BCE pone en cuestión esta resistencia con agresividad, al no parar de tensar la cuerda.
La guerra en Gaza (Palestina) suma el riesgo de un nuevo encarecimiento de los carburantes que haga aún más pegajosa la inflación e invite a los bancos centrales a no cejar en la austeridad monetaria, redoblando el golpe sobre la renta y el poder adquisitivo de las familias.
Las empresas no sufren
Por su parte, y según destacó la subgobernadora Margarita Delgado, las empresas “mantienen una situación financiera sólida”. Según explicó, “los beneficios corporativos prolongan su fortaleza, aunque moderan su crecimiento”. También admitió que “el coste medio de su deuda aumenta a medida que se renueva, lo que hace que se incremente la carga financiera”, pero recalcó que su “nivel sigue siendo reducido, no obstante, en proporción de sus ganancias”.
El equipo de expertos dirigido por Rubén Segura-Cayuela, economista jefe de Bank of America para Europa, considera que “el equilibrio de riesgos en la eurozona en conjunto sigue siendo demasiado desigual”. Según señala en una nota publicada este viernes, “asumiendo que las grandes oscilaciones de los precios del petróleo y de los tipos reales [tipos de interés por encima de la inflación, lo que se considera una política monetaria totalmente restrictiva y que ocurre actualmente] sean persistentes, cambiarían el panorama de una semana a otra”.
Este mismo viernes, Christine Lagarde afirmó que el BCE volverá a subir los tipos de interés si es necesario, aunque también reconoció que los efectos del actual ciclo de endurecimiento monetario son “fuertes”, pero acusan un cierto “retraso”, pues aún tienen que transmitirse plenamente a la economía.
“Ya he dicho que nuestro objetivo, nuestra misión, es devolver la inflación al 2% a medio plazo, y lo haremos, y está ocurriendo mientras hablamos. Insistiremos en esto el tiempo que sea preciso y estamos dispuestos a hacer más si es necesario”, aseguró la presidenta de la institución en el contexto de la cumbre del FMI en Marruecos.