La recomendación del Gobierno de teletrabajar para ahorrar energía no ha calado en la gran mayoría de las empresas, evidencian las cifras de trabajo a distancia y confirman los sindicatos. Aunque esta modalidad de trabajo sigue muy por encima de los datos prepandemia, cuando era casi anecdótica, mantiene su evolución a la baja según los últimos datos de la EPA. El dato de las personas que trabajan a distancia de manera habitual y ocasional ha caído al 12%, el mínimo desde la COVID.
El dato corresponde al tercer trimestre del año, entre julio y septiembre, cuando la vicepresidenta Teresa Ribera recomendó el teletrabajo dentro del paquete de medidas de ahorro por la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania. En concreto, Ribera señaló al conjunto de administraciones públicas y las “grandes empresas”.
El teletrabajo puede reducir consumos de manera agregada, sobre todo por los desplazamientos en coche. Aun así, un estudio de Eurofound emplaza a evaluar bien cada caso concreto para constatar si existe realmente esa merma en el uso de energías, ya que depende de numerosos factores. Por ejemplo, si la plantilla va en general andando al trabajo, si las oficinas se cierran o si las empresas adaptan sus espacios para consumir menos gracias al trabajo a distancia de sus empleados o mantienen sus mismas dinámicas, entre otras.
Desde el emplazamiento del Gobierno, el teletrabajo no ha aumentado siguiendo la estela de esta recomendación, sino que continúa su evolución ligeramente a la baja. El trabajo a distancia más frecuente, de más de la mitad de los días de la semana, se contrajo un poco más en el último trimestre del año. Este se desplomó con fuerza tras lo peor de la pandemia, como muestra el siguiente gráfico y, aunque todavía sigue en descenso, parece que se está estabilizando algo por debajo del 7%.
En cuanto al “teletrabajo ocasional”, como lo denomina la Encuesta de Población Activa (EPA), experimentó en verano el mayor descenso desde la pandemia hasta alcanzar al 5,4% de los trabajadores. Al contrario que aquel que abarca la mayoría de la semana, esta modalidad de teletrabajo más esporádica sí estaba aumentando en los últimos dos años.
Su crecimiento se ha explicado por el auge de las modalidades híbridas (‘3+2’, tres días en presencial y dos desde casa) con la apertura de las oficinas tras lo peor de la COVID y también como una muestra de que el teletrabajo había llegado para quedarse en muchos centros de trabajo que antes no lo tenían implantado.
Las cifras del verano muestran también que se ha cerrado la brecha de género que se generó con la pandemia, por el que las mujeres eran mayoritarias por primera vez en el trabajo a distancia desde casa. “Desgraciadamente es la representación de los estereotipos de género. Las mujeres acudieron a la llamada de los cuidados y los hombres no dieron ese paso”, interpretan en UGT, explica José Varela.
El responsable de Digitalización del sindicato indica que la brecha entre hombres y mujeres se expandió durante la pandemia sobre todo en las trabajadoras en edad de tener hijos o personas mayores a las que cuidar, como se muestra a continuación. Recuperada la “normalidad”, las diferencias por género han ido desapareciendo. “Ahora estamos igualados y en breve volveremos a ver que se invierte y vuelve a haber más hombres teletrabajando”, considera Valera.
El impulso por el ahorro energético no ha cundido
Susana (nombre ficticio), esperaba que la empresa para la que trabaja se sumara a la recomendación del Gobierno porque gasta “mucho en gasolina” en los desplazamientos diarios a la oficina, pero nada ha cambiado: sigue con un solo día de teletrabajo a la semana. Antes de la pandemia no teletrabajaba y con la COVID llegó a estar todos los días empleada desde casa. Después de lo peor del coronavirus, la compañía mandó al personal de vuelta a la oficina, aunque permitió un día de teletrabajo. “Creemos que es para no pagarnos nada por los gastos”, dice Susana, ya que la ley obliga a abonar una compensación de gastos a partir del 30% de jornada en teletrabajo.
Dentro del sector privado, la llamada al teletrabajo del Gobierno no ha cundido, reconocen en los sindicatos mayoritarios. “En absoluto. Una muestra es que no tenemos ninguna gran empresa que lo haya implantado con el argumento del ahorro energético”, sostiene José Varela. Algunas compañías que ya lo utilizaban destacan este punto como una de sus ventajas, pero el ahorro energético no está motivando ni impulsado más el trabajo a distancia por el momento en España, añade Varela.
¿Y en el sector público? Aquí, al menos en la Administración General del Estado, depende del propio Gobierno que lanza la recomendación. Cuando Teresa Ribera presentó su plan de ahorro energético, el Ministerio de Hacienda y Función Pública puso en marcha unos planes de trabajo a distancia que debía diseñar cada Ministerio para su personal. Fuentes de Función Pública señalan que en torno a un 46% de los empleados están cubiertos por estos planes.
Sin embargo, no ha convencido esta implementación a los sindicatos. Antonio González, portavoz de UGT en la Administración General del Estado, denuncia que se está produciendo un “reino de taifas”. Al depender de las decisiones de cada Ministerio, se ha constatado que funcionarios con trabajos similares pero en distintos departamentos tienen diferentes derechos a trabajar desde casa. Jesús Jordán, portavoz de área pública de CCOO, coincide y apunta que “no hay un impulso decidido por parte de las Administraciones”. “Muchas veces el teletrabajo está sesgado por la creencia de las Direcciones, de que se trabaja menos, y eso supone un fracaso de inicio para su puesta en marcha”, subraya.
En el caso del sector público el teletrabajo es, además, un tema enquistado. En 2021, el entonces ministro del ramo, Miquel Iceta, y los sindicatos, acordaron una normativa para el teletrabajo. Aquello debía de convertirse en un sistema que se aplicase de igual manera a los funcionarios de todas las administraciones. Pero nunca se convirtió en realidad al no trasladarse a Real Decreto. “Son muy pocas las administraciones que han desarrollado el teletrabajo”, señala Jordán.
Así, los trabajadores públicos que hoy tienen teletrabajo lo hacen bajo el paraguas del ahorro de energía, como anteriormente se hizo por la pandemia. Pero no existe todavía el marco estable para cimentar este modo de trabajo a distancia en el futuro. La actual ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, acordó con UGT y CCOO un Acuerdo Marco para una Administración del SXXI donde, además de las subidas salariales, se hacía mención al teletrabajo y a su puesta en marcha definitiva, aunque sin fechas.
Los gastos de quienes sí teletrabajan
Aunque la medida no se haya extendido para ahorrar energía, el número de personas que teletrabajan ha adquirido más relevancia en España: 1,4 millones trabajan desde su domicilio de forma habitual y 1,1 millones, de manera ocasional, según la última EPA. En CCOO consideran que “el teletrabajo se consolida” como una realidad que trasciende la pandemia, explica Mari Cruz Vicente, secretaria confederal de Acción Sindical de CCOO. Antes del coronavirus, los trabajadores que teletrabajaban rondaban el 8%, unas 950.000 de forma habitual y otras 690.000 de manera ocasional.
Por ello, los sindicatos exigen que las empresas que han implantado la medida garanticen los derechos de la plantilla, como la compensación de gastos que marca la ley de teletrabajo. Los acuerdos de teletrabajo en la negociación colectiva “han visto un repunte importante”, indica Vicente (CCOO). No obstante, con la mayoría de negociaciones centradas este año en las subidas salariales y la inflación, este punto −y muchos otros− pasan en algunos casos a un segundo plano.
Además, los acuerdos para regular y compensar el teletrabajo son más frecuentes en empresas de mayor tamaño, con más sindicación, mientras que en las pequeñas se producen más abusos. Carmen (nombre ficticio), administrativa en una pyme, explicaba a elDiario.es que el trabajo desde casa no es bien recibido por su jefe, así que se interpreta casi como “un favor” y nadie pide la compensación de gastos. En los últimos meses, la dirección les ha hecho firmar un acuerdo por el que la plantilla asume que el teletrabajo no les supone gastos adicionales. “Según dijo un compañero deberían de pagarnos, por eso nos han hecho firmar el papel”, cuenta la trabajadora.
En el sector público ocurre que, al no haberse aprobado todavía la regulación para el teletrabajo de manera formal, más allá de con motivo del ahorro energético, no existe un reconocimiento de los gastos para los trabajadores. Es decir, los ministerios donde se aplican las medidas de trabajo a distancia dotan a sus trabajadores de los medios tecnológicos necesarios y de la formación, pero no compensan gastos como la energía o internet, como confirman fuentes de Función Pública.
Antonio González, portavoz de UGT en la Administración General del Estado, lamenta que en las negociaciones con el Ministerio no se está teniendo en cuenta el coste añadido en energía que supone para los trabajadores que se conectan desde casa. “Se le ahorra un gasto a la administración”, defiende. González recuerda que en el acuerdo de 2021 con Iceta tampoco se reconocía esta compensación. “Aducen que el trabajador se ahorra el coste del transporte”, apunta.
En algunos casos, la compensación acordada no cubre todos los gastos y pone en aprietos a los trabajadores que llegan más justos a fin de mes. Esther trabaja en una empresa que tiene asignado un plus por teletrabajo, “pero que no cubre todo lo que implica trabajar desde casa y ahora con lo que ha subido todo sí que no me da”. En verano, por el coste de la luz con el aire acondicionado y ahora que se acerca el invierno, por el coste de calefacción. Por ello, Esther ha decidido ir a la oficina. “Creo que se olvida, pero no todos nos podemos permitir que las condiciones de nuestras casas sean idóneas para trabajar”.
Ya sea por el ahorro energético o por cualquier otra motivación, los sindicatos mayoritarios recomiendan analizar el teletrabajo caso por caso, siempre de manera voluntaria para la plantilla, y atendiendo también a elementos fundamentales como el estrés y los problemas para la desconexión, más presente en los teletrabajadores. También, desde una perspectiva más innovadora, apunta José Valera. “Debería ser una nueva manera de organización del trabajo y de controlar la productividad, distinta del presencialismo y ver cuántas horas estamos sentados en una silla, en la oficina o en casa”, añade el responsable de UGT.