India es el primer exportador de arroz del mundo. Cerca del 40% del comercio mundial de esta materia prima se concentra en ese país que, en pleno verano, decidió restringir drásticamente las exportaciones de este alimento básico. Una decisión política, para mantener los precios estables en su mercado interior, que ha abierto las puertas a un terremoto internacional, porque el resto de productores no son capaces de cubrir toda la demanda de esta materia prima sin que los precios se disparen.
Subir, ya han subido. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publica un índice de precios del arroz, que en otoño está un 30% por encima de los niveles que se alcanzaban hace un año. A pesar de que en septiembre hubo un pequeño respiro, este “obedeció a que la demanda de importaciones fue generalmente baja”. Sin embargo, la FAO asume que existe una “constante incertidumbre” por las restricciones en India y por la “progresiva reducción de la oferta antes de las nuevas cosechas en Asia”.
En España, de momento, esa subida de precios ya se ha percibido por los consumidores. Los datos del IPC que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) apuntan que, al hacer la compra, el arroz se ha encarecido en lo que va de año más de un 8%. Si se comparan datos del conjunto de los últimos 12 meses, la subida ha sido del 18,5%.
España puede amortiguar una escalada internacional porque es el segundo mayor productor de arroz de Europa, tras Italia, pero no del todo. La producción lleva dos años seguidos a la baja como consecuencia de la sequía. La cosecha es prácticamente la mitad respecto a la que se consigue en un año con precipitaciones normales.
¿Por qué importa que India deje de exportar arroz?
India se ha convertido en el primer exportador de arroz a lo largo de los últimos 15 años. En 2010 exportaba algo más de 2 millones de toneladas. En 2023, ha superado los 22,5 millones, según los datos que publica el International Food Policy Research Institute (IFPRI).
En verano, el Gobierno de Narendra Modi decidió restringir las exportaciones, primero de las variedades de arroz diferentes al basmati y, después, también de esta última. Lo justificó por la necesidad de controlar los precios dentro del país y garantizar el autoabastecimiento. Una medida que ya ha recibido las críticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que contribuye a la espiral inflacionista global. Su economista jefe, Pierre-Olivier Gourinchas, aseguró que el efecto de las restricciones es similar al que la guerra en Ucrania tuvo con los cereales. “En el contexto actual, este tipo de restricciones pueden exacerbar la volatilidad de los precios de los alimentos en el resto del mundo y pueden provocar medidas proteccionistas”, aseguró. “Alentamos la retirada de este tipo de restricciones a las exportaciones porque pueden ser perjudiciales globalmente”, reclamó.
La producción de arroz en India ha alcanzado en la última campaña los 125 millones de toneladas, solo por detrás de los más de 147 millones de toneladas que produce China, según las estadísticas que publica el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Los siguientes, otros cuatro mercados asiáticos: Bangladesh (35 millones de toneladas), Indonesia (34), Vietnam (27) y Tailandia (19).
¿Cuánta de esa producción llega a Europa? En 2022, el conjunto de la Unión importó más de 2,1 millones de toneladas, casi el doble que una década antes. De esa cifra, a España le correspondieron 255.000, como indican los datos de comercio agrícola que publica la Comisión Europea.
En el caso de las importaciones a España, India no tiene tanto peso como otros países asiáticos, como Pakistán, Birmania, Myanmar y Tailandia, que ahora están más presionados tras las restricciones en el mercado indio. También, de Argentina e Italia. En el último año, el arroz que llega a España desde los mercados tailandés, pakistaní o argentino ya es un 40% más caro, según recogen las estadísticas del Ministerio de Agricultura.
España, golpeada por la sequía
En España el problema del arroz es la fuerte caída de la producción, por la falta de lluvia y las altas temperaturas. “Las restricciones en la dotación de agua de riego condicionan la superficie sembrada de arroz”, explican desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
“Llevamos dos años condicionados por la sequía”, argumenta Ignacio Huertas, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) en Extremadura. “Donde más ha afectado es en Andalucía y Extremadura, donde se ha sembrado la mitad”. También se ha cultivado menos, apunta, en Catalunya y Aragón y se ha notado menos en la Comunitat Valenciana.
Básicamente, la producción y los cultivos se han recortado a la mitad. En 2018, se superaron las 800.000 toneladas de arroz y, en la última campaña, se rozaron las 350.000. También cae a la mitad en estos cinco años la superficie cultivada, que ha pasado de 105.000 a 54.000 hectáreas.
Aquí se cultivan tanto las variedades de arroz redondo (japonica), como el largo (indica) y algunas de especial valor añadido, que se producen en levante, como el bomba, explica María Carmelo, responsable de arroz de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). “La sequía, el exceso de calor y la baja polinización”, han afectado de forma negativa. “Llevamos dos años que ha habido de todo”.
“Cuando no hay restricciones de agua y se cultiva la totalidad de la superficie, España es excedentaria en arroz, siendo uno de los principales mercados de exportación los países del norte de Europa y Reino Unido”, indican fuentes empresariales, que prefieren ser anónimas. También apuntan que la subida de precios para los consumidores, en algunas variedades de arroz, ha sido superior al 30%.
Mientras, las organizaciones agrarias lamentan que esa subida de precios no se ha traducido en una mejora de la rentabilidad de los agricultores. También, la falta de control en cuanto a la procedencia de las importaciones que llegan, por ejemplo, de países como Camboya y Myanmar, que en ocasiones sirven para “triangular” arroz que en realidad viene de terceros países, apunta el responsable de UPA. Una situación similar a la que viven los productores de miel. Una suma de factores, entre la sequía y la falta de rentabilidad, que lleva a muchos agricultores a replantearse la continuidad de las explotaciones arroceras. “Es una realidad que está en el horizonte”, asume Ignacio Huertas.