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Trabajar en la calle a más de 40 grados: “Nos tenemos que traer el agua nosotros y nadie te dice que puedas parar”

Varios obreros trabajan en una obra en Madrid, en una imagen de archivo.

Laura Olías

9 de agosto de 2023 22:03 h

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“¿No oyes las chicharras?”, dice Pepe, agricultor de 49 años de Linares (Jaén), al otro lado del teléfono. El hombre, autónomo, está trabajando sus tierras junto a dos agricultores más. “Esto es mortal, dicen que vamos a llegar a 46 grados. Ayer aguantamos hasta la una. Hoy vamos a cortar ya mismo”, dice a las once y media de la mañana. Menos suerte corren dos obreros en una calle de Madrid, arreglando la acera en un barrio del sur de la capital. “Estamos trabajando como cualquier otro día del verano, no nos han dicho nada por haber alerta por calor. El agua nos la tenemos que traer nosotros y nadie te dice que puedas parar”, explica uno de ellos.

Los obreros dependen de empresas privadas, que no han tomado ninguna medida especial más que aplicar el horario obligatorio de verano de 7 a 15 horas. “La mía es una subcontrata del Ayuntamiento de Madrid, pero él está peor que yo: trabaja para una subcontrata que depende de la mía, con peores condiciones todavía”, cuenta uno de los operarios, señalando a su compañero.

Pese a que este miércoles se alcanzaba en muchas regiones el pico de esta nueva ola de calor del verano, la más intensa por el momento, con alertas naranjas y rojas de la AEMET en comunidades como Murcia, Castilla-La Mancha y Madrid, sus jefes no habían tomado ninguna medida preventiva accesoria. Algo que infringe la nueva regulación frente al calor extremo aprobada en mayo por el Gobierno central, que exige a las compañías incluir en sus planes de prevención medidas expresas ante el calor extremo y, especialmente, en situaciones de alerta de los servicios meteorológicos.

“A partir de ciertas horas, nada de máquinas”

Otro grupo de tres operarios de limpieza y mantenimiento de jardines de la capital, también dependientes de empresas subcontratadas por el Consistorio de José Luis Martínez-Almeida, se saludan y charlan un momento en una sombra. No quieren decir mucho. “Nos han dicho que no podemos hablar con la prensa”, confiesa uno de ellos. El año pasado, el 15 de julio de 2022, un barrendero de la limpieza viaria de Madrid, José Antonio González, falleció tras sufrir un golpe de calor mientras trabajaba.

El operario municipal apunta que este verano se están tomando medidas preventivas para las altas temperaturas; que hay un cambio respecto al pasado. “A partir de ciertas horas, nada de maquinaria, porque dan más calor”, dice como ejemplo. Ahora llevan también camisetas con manga corta, dice señalándose el brazo, y les envían documentos con medidas preventivas, como descansar a la sombra y beber más agua.

El hijo de José Antonio, Miguel Ángel González, relató en este podcast a elDiario.es que su padre murió sin que la empresa Urbaser hubiera tomado medidas preventivas específicas por el calor, como la alteración de horarios o la provisión de un uniforme más fresco. Urbaser no respondió a las consultas de este medio.

Con la nueva regulación de mayo, la ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, puso el acento en la necesidad de parar la actividad, la prohibición del trabajo si no se puede mantener la seguridad de los trabajadores ante calor extremo. Si no hay medidas preventivas suficientes que se puedan tomar para evitar una posible muerte o un accidente por calor.

En este punto ha insistido de nuevo este miércoles los departamentos de salud laboral de los sindicatos CCOO y UGT. “Instamos a las empresas a que cumplan la normativa”, afirmaba Ana García de la Torre, de UGT, que recordaba que la prevención de riesgos es una obligación de los empleadores.

“Aquí nadie nos ha dicho que se pueda parar. Ni que descansemos más, que ahora lo hacemos porque no está el encargado y hace demasiado calor. Pero si estuviera...”, dice uno de los obreros que está levantando aceras en la capital. “Solo pido que pase pronto el día”, responde a modo de despedida.

Juan Carlos, jardinero de 51 años del municipio madrileño de Pinto, ofrece la otra cara de la moneda. Su empresa es pública y ha implementado varias medidas preventivas, adelantando horarios, facilitando protección solar a la plantilla y protocolos frente al calor. “Trabajamos 35 horas, entramos a las 7h, pero si tienes que hacer algún trabajo más duro, en un tejado o algo así, puedes incluso entrar antes para evitar el calor”, explica.

En el “último empujón” de la jornada, “a partir de las 12h hasta las 14h sí que se nota” el calor extremo de estos días, reconoce. “Pero con un poquito de agua, parando de vez en cuando, con más pausas, lo vas llevando. En estos días noto más fatiga, así que paras y ya está, hay que tener mucho cuidado”. Juan Carlos lleva tres años en este puesto y casi siente que le ha “tocado la lotería”, dice entre risas. “He trabajado en sitios deprimentes, de condiciones, de horarios, de salario, de trato... En muchas empresas no hay ni protección ni nada. Tienes que hacer un trabajo y punto, no te tienen en cuenta”, lamenta.

“Te llega el golpe de calor y no te das ni cuenta”

Pepe y sus dos compañeros en Linares sí están recortando jornadas en el campo. “Si no, es imposible”, asegura. “A quien le toca tractor, que puede trabajar de noche con las luces, puede echar más horas porque empieza a las cuatro y puede estar hasta las 10 y media o así. Pero los que dependemos de la luz del día, por ejemplo que estamos espestugando, empezamos con los claros del día y ahora tenemos que recortar jornadas porque no se puede estar con este calor”, relata.

El agricultor explica que, hace dos años, cuando tenía 47, le dio un golpe de calor trabajando. “Te llega y no te das ni cuenta”, advierte. Estaba arreglando una máquina, con el motor arrancado, lo que elevó mucho la temperatura ambiente y de su cuerpo sin ser apenas consciente. “De repente, te vienes abajo. Me senté y me decía: 'A mí no me suele pasar esto...'. Me estaba dando un golpe de calor y no me estaba dando ni cuenta”, cuenta.

Además de recortar las jornadas, Pepe también se hidrata con mucha frecuencia, con agua no demasiado fría. “Aunque no tengas sed o no te lo pida el cuerpo, hay que beber más para hidratarse, es muy importante”, dice. También intenta “concentrar el trabajo de un tirón” en las horas más frescas del día “para poder cortar lo antes posible”.

El agricultor confiesa que hay situaciones en las que ve complejo evitar riesgos: “Con la cosechadora se alcanzan temperaturas altísimas. Llevas una botella de agua congelada y en una hora está caliente. Si hay una avería, qué vas a hacer, la tienes que arreglar”, reflexiona. En la primera ola del verano fallecieron dos agricultores, en el municipio sevillano de Aznalcóllar y en Cinco Casas (Ciudad Real).

A cubierto, pero “no puedes concentrarte”

El calor extremo afecta más a las personas que trabajan a la intemperie, pero también hay riesgos en centros laborales cubiertos pero que no tienen una adecuada climatización. También en las propias casas cuando son el lugar de prestación de servicios, como ocurre entre miles de personas que teletrabajan en España.

Ana (nombre ficticio) ha acudido este miércoles a su oficina porque se resistía a soportar el calor del piso donde reside de alquiler. “Mi casa por la mañana es un horno. A eso de las 10 de la mañana empieza a dar el sol en todas partes y no hay opción de hacer corriente ni bajar la temperatura”, explica. “Tengo aire en el salón, pero para bajar la temperatura lo tengo que poner a 20 grados o menos y no me parece una solución ni desde el punto de vista climático ni económico”, añade.

La trabajadora afirma que no se queja porque tiene la opción de poder acudir a la oficina. Si no fuera así, explica que pese a trabajar sentada, sin hacer esfuerzos físicos, “tras una hora y media, la camiseta acaba como si hubiera pasado hora y media en el gimnasio”. Trabajar con calor no solo es incómodo, sino que reduce sus capacidades. “Es una mezcla de no poder concentrarme y de frustrarme. Cosas que normalmente me llevan 10 minutos ahora tardo el doble o el triple”, pone como ejemplo.

Esa pérdida de facultades es además muchas veces peligrosa, especialmente cuando se realizan tareas pesadas o de riesgo, alertan los sindicatos, porque puede ser la causa de accidentes laborales. El Ministerio de Trabajo ha advertido de que la Inspección está “alerta” en la vigilancia de la protección de las plantillas frente a las temperaturas extremas. En lo que va de año, se han impuesto 330.000 euros en multas por este motivo.

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