Trinitario Casanova: “Me condenaron a pagar 108.000 euros. ¿Pero qué es ese dinero para un empresario como yo?”

Trinitario Casanova (Orihuela, 1964) es promotor, presidente del Grupo Baraka y últimamente está metido en los jaleos inmobiliarios más sonados: véanse la Plaza de España madrileña o la mastodóntica Operación Chamartín. En el sector suele decirse que opera al filo de la ley, que es un oportunista o un especialista en dar el pase, porque tiende a comprar y vender muy deprisa. En su equipo se molestan cuando alguien define sus compraventas como 'pelotazos', así que hemos preferido pedirle la definición a él. Habla seria y técnicamente sobre sus operaciones, insiste en la profesionalidad de su plantilla y se suelta cuando se le mencionan sus orígenes o aquellos negocios diversos en los que se ha metido, como la presidencia de un pequeño club de fútbol o un periódico gratuito en su ciudad.

Casanova recibe a eldiario.es en sus oficinas de La Moraleja, un rato antes de irse a almorzar a su casa en la misma zona. Sobre la pared de la sala de reuniones cuelga una pantalla que muestra promociones del grupo; sobre la mesa hay flores de pascua, varias bandejitas con turrón cortado, urnas con monedas de chocolate con una enorme B de Baraka (“el nuevo Bitcoin”, bromea) y una revista en la que él mismo protagoniza la portada. Al fondo, una imponente maqueta del edificio España, la compraventa que lo hizo famoso. Aunque el edificio no fuera suyo ni durante una hora.

Compró y vendió el Edificio España el mismo día. ¿Eso cómo se hace?

Cuando ves el titular de ‘compra y vende el mismo día’ dices: es un mago. Pero no, no soy tan mago. El edificio se compra un año antes. El grupo Wanda contrata a Jones Lang LaSalle y le dicen: búsquenme un comprador. JLL contacta a posibles compradores, entre ellos un servidor. Ofrecimos 272 millones; lo aceptaron porque era la oferta más elevada. Eso fue en junio de 2016 y hasta que lo vendo pasa un año. Pero la escritura pública sí fue el mismo día que la escritura de venta. Compré un año antes y cuando solucioné todos los problemas que tenía el edificio, urbanísticos y judiciales, consigo ponerlo en valor. Y encontrar a un operador.

Al final se lo quedó la familia Riu.

Hablamos con todas las compañías importantes de hoteles del mundo. Con algunas avanzamos el alquiler. Una que salió en prensa fue la de Hard Rock, con los seminolas, los antiguos indígenas que había en Florida, que ahora son propietarios de la cadena y han hecho un hotel enorme con forma de guitarra. Hubo un malentendido y rompimos la negociación. Llegamos a un acuerdo con los Riu, de Palma de Mallorca. Era un contrato interesante para nosotros, porque les obligaba a pagar sí o sí durante muchos años, fuera mejor o peor la explotación del hotel. A última hora decidimos que por qué no se lo vendíamos. La familia tenía liquidez y acordamos eso: vamos a la notaría, yo saco mi dinero, tú el tuyo y yo compro y vendo el mismo día para no alargar la operación.

En ese mismo acto se pactó la compra de los locales comerciales, que es por lo que estamos en pleito con ellos. Tras estar pactado, ellos escucharon la oferta de Corpfin, que ofrecía 20 millones más cuando ya estaba comprometido por menos. Este fue uno de los motivos por los que acepté vender. Si no me hubiera quedado como estaba, porque lo interesante eran los locales.

¿Qué pretenden hacer con los locales?

Nuestra intención era alquilarlos. Lo teníamos avanzado con El Corte Inglés. Pero nos metimos en el pleito y se paralizó. Ahora vamos a recurrir porque la Audiencia Provincial les ha dado la razón a ellos.

¿No pensaron en operarlo?

No, nosotros somos inmobiliaria y nos dedicamos a eso: a tener propiedades alquiladas y a desarrollar proyectos urbanísticos. No a explotar.

Si no me equivoco, usted empezó vendiendo limones. ¿Cómo termina en el inmobiliario?

Empecé a trabajar con 16 años. Mi padre compraba limones en el campo. Yo soy de Orihuela. Mi padre decía: ¿qué cosecha hay este año? Había una forma, el tanto alzado, en la que tú llegabas y calculabas los kilos a ojo. Si mi padre veía un árbol, sabía qué kilos tenía. Eso se enseña, como todo en la vida, con esfuerzo y sacrificio. Él me ponía una capaza: ¿qué kilos crees que tienen estas ramas? Con la práctica, aprendí. Le daba al agricultor el dinero pactado, contrataba a gente y los vendía en Coruña, Vigo o donde fuese. Ese fue el comienzo de mi actividad comercial. No era una frutería como tal, pero si lo hubiera sido, fantástico, para mí cualquier persona que trabaje y que luche tiene todo el derecho del mundo a triunfar.

Un día vi un anuncio en el periódico que decía: vendo sótanos con veinte plazas de garaje, a un precio muy económico. Me interesó y fui a verlo. Por el camino, me decía el hombre: yo lo compré en una subasta, lo tengo desatendido… Llegamos al garaje, de un edificio relativamente nuevo, y ¿cuál fue la sorpresa? Estaban todas ocupadas con coches. La presidenta del edificio nos dijo 'como no viene usted por aquí, la gente ha empezado a entrar'. ¡Ancha es Castilla! Se lo compré y pensé: qué mejores compradores que los que las ocupan. La presidenta dijo: hombre, ya era hora de que apareciese alguien, porque estamos aparcando y esto no tiene ni comunidad de propietarios. Total, que se lo vendí.

¿No se enfadaron? Tuvieron que pagar por algo que tenían gratis.

Al contrario, contentísimos porque estaban usando un parking que no era suyo. Me hacían la ola. Fui al registro, hice las particiones y ahí aprendí un poco del sector inmobiliario.

¿Ganó dinero?

Claro.

Suele definirse el modelo de negocio de Baraka como 'comprar barato y vender caro'. Y ha dicho alguna vez que se dedica a comprar y vender 'aunque sea a los cinco minutos'. ¿Cómo lo definiría usted?

Baraka es una empresa compuesta por un montón de profesionales: un departamento legal con seis mujeres que trabajan el Derecho perfecto, arquitectos, economistas, auditores, comerciales. Cualquier suelo que nos entra, sea urbanización o edificio antiguo para restaurar o construir, lo analizamos en profundidad. Baraka no es compraventa, es desarrollar cualquier cosa dentro del sector inmobiliario. Lógicamente, cuando he dicho que compro y vendo en cinco minutos es porque soy capaz de hacerlo si la oferta me interesa.

No me gusta endeudarme. Hay que partir de la base de que tenemos cero financiación: trabajamos con recursos propios para tomar decisiones sin tener que consultar a un banco. Si yo compro algo que me ha costado diez, lo tengo un tiempo y lo apalanco financieramente, puede que llegue a valer quince. Pero si a los cinco minutos alguien me dice que me da once, pues prefiero esos once que quince dentro de ciertos años con deuda financiera. A eso me refiero.

Su mano derecha, Fructuoso, me dijo una vez: “Somos especialistas en deshacer líos”.me dijo una vez:

Sí. Tenemos un equipo potente y comprometido. Casi todas las operaciones son complicadas y nuestro equipo se dedica a desliar, a ver dónde está el ángulo de éxito. No rechazamos.

Lleva un tiempo viviendo en Madrid. Orihuela quedó destrozada por la DANA este verano. ¿Ha estado por allí?

Sí, tengo familia y tenemos oficinas. En Murcia, pero desde Murcia dominamos Orihuela porque tenemos campos, locales comerciales, activos inmobiliarios y seguimos teniendo la casa de mis padres y el almacén donde en sus orígenes hacía lo de los limones.

¿No se llevó sus inversiones de Murcia tras el caso Zerrichera?

En 2004, cuando me vine a Madrid, cambiamos las sociedades. Es posible que entonces comentara algo… viendo que la región iba contra sus propios actos, cosa que no se puede hacer en un Estado democrático, y que dijera que no quería invertir más en Murcia. Las inversiones, lógicamente, no te las puedes llevar. Si has comprado suelo en Murcia no puedes subir a un camión y llevártelo. Pero sí desinvertir o deslocalizar las sociedades. Me vine a vivir aquí sin perder el contacto con Murcia.

Lógicamente, La Zerrichera, fue uno de los motivos. Yo me enfadé y me hubiese enfadado con cualquier gobierno que mandara, fuese el Partido Popular o el de Pancho Villa. Parecía un gobierno sin control. Hicimos una modificación puntual de un plan general. Se aprobó con todas las normas. Y una vez que estaba aprobado completamente y se autoriza la licencia, el gobierno regional cambió de opinión y dijo que no se podía iniciar la construcción. Yo había vendido ya, así que tenía un compromiso moral. El que vino a comprar qué piensa, ¿que Murcia es el Estado de Pancho Villa? Me molesté. Es posible que dijera eso. Me parecía un barco sin rumbo.

¿En qué quedó el caso? Ahora un juzgado le ha procesado por un presunto fraude de 10 millones de euros.un juzgado le ha procesado por un presunto fraude de 10 millones de euros

No. Nada de eso. Eso es tan fácil como la política. Gobernaba el PP y la oposición era el PSOE. Imagina que hubiera sido al revés. El PSOE decía: eso no lo tiene que aprobar. Y el PP: pues lo he aprobado porque lo tenía que aprobar. Estamos en un país en el que no es que algo esté bien o mal, es que no me conviene porque no mando yo.

Ahí también hizo dinero cuando vendió los terrenos, ya recalificados.

Claro. Vendí lo que tenía. Este móvil es tuyo, lo has comprado en Apple. Vas a la tienda, lo pagas, te vas de la tienda, echas a andar, lo conectas y no funciona. Vuelves a la tienda. Y te dicen: no, yo le vendí… y, como los zapatos de Cenicienta, desaparecen. Usted me ha engañado. Pero yo no le he engañado.

Se sintió traicionado.

No, olvidemos a los políticos, que van y vienen. Como Rivera: hoy no eres político y hace unos días podías haber sido vicepresidente del Gobierno. Esto es igual. Son las leyes y la ley la tienes que respetar. Y si hay una norma urbanística, el político solo tiene que aplicarla. Ahora no puedes decir que no a una cosa que el técnico ha aprobado porque te conviene políticamente.

Hay un caso ahora en Granada, un centro comercial [el Nevada] que estuvo parado diez años. La Junta de Andalucía decía que era ilegal. El promotor había cumplido, pero la Junta decía que no. Se quedó sin terminar. Diez años después el Supremo le ha dado la razón y la Junta ha tenido que pagarle 165 millones de euros. La diferencia es que esos millones son de todos los andaluces. Prevaricar es exactamente igual cuando autorizas algo que es ilegal que cuando no dejas hacer algo cuando es legal.

En este caso, igual. Yo he pasado todos los trámites. ¿Es legal? Sí. ¿Piensa lo contrario ahora? Pues lo siento por la persona a la que se lo he vendido y por mí mismo, porque me encuentro en una región donde creo que no existen leyes. Pero eso ya pasó. Lo que ahora sale en prensa son temas de Hacienda. Lo intentaron y se archivó en 2008. Lo perdió Hacienda, lo recurrió y lo volvió a perder. No voy a entrar en detalles de por qué la gente es así de cariñosa. Llevamos diez años con la misma historia.

Hablemos de otras historias. Tuvo usted un club de fútbol, el Águilas, y hasta un grupo de medios de comunicación. ¿Por qué?

No era un club de fútbol, no era una sociedad anónima deportiva. Fue una cuestión altruista, como una ONG. Yo estaba en Águilas, con el proyecto de La Zerrichera y otros que no salieron en prensa. Era un equipo pequeñito y estaba hecho polvo el estadio, no había ni sillones para invitados. La gente: “Oye, Trinitario, ¿por qué no echas una mano?”. Venga, pues yo me encargo de arreglar los vestuarios. Cada vez que iba por allí me pedían más cosas y al final me dijeron: tienes que ser el presidente. Porque tú transmites, la gente te conoce… me calentaron la cabeza. De acuerdo, echaré una mano. Hicieron una asamblea y todo el mundo votó: Trinitario.

¿Competía con alguien por el puesto?

Estaba el anterior, pero ese dijo: si viene Trinitario, le hago la ola. Porque todo el que llega tiene que poner dinero. No son sociedades anónimas deportivas donde puedes sacar rentabilidad. No eres dueño de nada y eres culpable de todo. Le cogí cariño. En el fútbol, lo más importante es cuando viene el de fuera a casa: tienes que tratarlo como un embajador, ir a comer con la directiva... Lo bonito es que conseguí que jugara los playoffs de ascenso a segunda. Pero me cansé y me vine a Madrid.

¿No pensó en profesionalizarlo para ganar dinero?

No. Y me han ofrecido comprar muchos clubes de fútbol. En Murcia hace un par de años, cuando salió la inversión del Edificio España, eso era una persecución diaria. Me ofrecían el Real Club de Murcia. Cada vez que iba era no parar.

¿Y lo del grupo de medios?

Una operación de estas que surge. El grupo era Prensa del Sureste, de un señor de Ceuta. Vino a Murcia y coincidimos. Tenía un proyecto bonito, hacer una imprenta. Me contó que hacían un millón de periódicos diarios, de El Faro de Cartagena, el de Murcia y el de Ceuta, y me propuso entrar en la sociedad. Tenía unas instalaciones cerca de Murcia, donde podía poner la imprenta y las oficinas, me pareció interesante y entré. A los pocos meses vi que él no tenía ningún interés en continuar y dije: si no vas a tirar del carro, dímelo, que ya que me he metido… Compré sus acciones y unas oficinas en Gran Vía para que el periódico tuviese más presencia. Hacíamos un gratuito diario, el Crónica, del que repartíamos unos 50.000 ejemplares. Eran cien empleados. Y yo creo que eso molestó mucho a otra gente de la zona que me veía como competencia. A La Verdad, de Vocento, a La Opinión… Todos los días que podían me sacaban en sus periódicos. Que si La Zerrichera, que si no sé qué. Como si Al Capone fuera mi empleado.

Muchos perfiles suyos dicen que compró estos medios para controlar a la opinión pública. ¿Se metía en la edición?

Había un gerente que llevaba su línea de trabajo. Pero controlar, vamos a ver: si yo me dedicase a la política, podría tener sentido. Pero si no me dedico a la política, ni me gusta para nada...

Pero la necesita para sus planes urbanísticos.

¿A la opinión pública? La opinión pública no vota. Vota en las elecciones, pero no en un Ayuntamiento o proyecto urbanístico. No vota en nada. Es muy respetable para dirigir a un político; si tienes que hacer campaña, te interesa. Pero ¿como empresario? Tú puedes tener a cuarenta mil seguidores en la calle que digan 'Trinitario, eres fenomenal', pero que no te van a dar nada. No votan en el pleno. Vamos a recalificar un suelo, vamos a autorizar la licencia de Trinitario… Nadie va a votar, votan los concejales.

Me refiero a que a los políticos sí les interesa tener a la opinión pública de su parte para aprobar estas cosas. Cuando Wanda quería tirar el edificio España se armó muy gorda.

Pero eso no te vota a ti como empresario. El tema del periódico no influye para nada en eso. Lo de tirar la fachada es una locura, pero imagina que ‘oiga, Wanda quiere tirar la fachada y es que tiene muchos seguidores’. Muy bien, pero si es una ilegalidad no se puede. Punto. La opinión pública no le vale para nada a un empresario, en mi opinión.

Me interesaba esto de la prensa porque de usted se ha dicho que hace algunas cosas, como aparecer vestido de torero en la firma de la venta del Edificio España, para generar ruido, llamar la atención...como aparecer vestido de torero en la firma de la venta del Edificio España

Hay veces que a uno se le quitan las ganas. No de salir de casa, porque yo soy una persona muy positiva, pero sí de hacer cualquier cosita. Parece que hay una parte de la sociedad empeñada en manipular cualquier cosa que hagas. Cuando yo me pongo el traje de luces…. Vamos a empezar con por qué tengo un traje de luces.

Cuando yo me caso por segunda vez hace cinco años con mi esposa, mi novia en ese momento, me dice: quiero ser mamá. Tú tienes dos hijos y eres papá divorciado, pero te aviso para que no haya malentendidos. Y yo digo: me gusta tu honradez, no te preocupes, que yo encantado. Al siguiente año, ella, por lo de la valentía, me encargó un traje de torero. Fue a ver a Justo Algaba, el mejor sastre taurino, que viste a todas las figuras taurinas. Y le dice: su marido en qué cuadrilla torea. Pues en ninguna. Y él: yo soy un profesional y no hago trajes para nadie que no sea torero, matador o de la cuadrilla. Nos cuenta que vino aquí un japonés multimillonario, bajito y con barriga al que le dijo que no vestía porque era un desprestigio, como diciéndole a mi esposa que no insistiera. Ella le dijo que yo no era Brad Pitt, pero que bueno, y le terminó convenciendo. Algaba dijo que el primer traje de torero tiene que ser grana y oro, porque la grana se parece a la sangre y si es tu primer traje, lo normal es que tengas una cogida, que se disimulará mejor con ese color. Me lo regaló y lo dejé en casa.

Cuando conocí al señor Wang, llegamos a un pacto: el día de la escritura llevaríamos trajes típicos ambos. Brindamos. Llega el momento y yo le digo a mi chófer: tráete la chaquetilla. Pero él no vino, vino el jefe de Wanda en Europa, que es francés y no tiene nada. Es francés y punto. Vinieron él y tres chinos. Pregunté: ¿no habéis traído nada típico? Pues no. No habéis cumplido, pero yo sí. Juan Carlos, saca la chaquetilla. Me la puse para hacer la firma y que enviaran la foto al señor Wang.

Y luego se especuló que si era por 'dar el pase' torero, que si no sé qué… Bah.

Dicen en el sector que es una forma de hacer marketing.

Sí, para que vaya la gente a ver mis conciertos (ríe).

Hubo una vez que sí usó la prensa para algo: fue condenado por manipularla para subir el precio de la acción del Banco Popular. condenado por manipularla para subir el precio de la acción del Banco Popular

Yo sé que tú estás en la obligación de preguntarme estas cosas. Pero con los lectores también hay que tener cuidado. Permite que me meta en un terreno que no es el mío, pero a los lectores no hay que darles lo que quieren leer, sino la verdad. Porque hay cosas que venden y otras que no, y la verdad es una cosa y lo que quiere la gente es otra.

Yo en el año 2007 tenía 500 millones de euros en acciones del Banco Popular. ¿Cuánto hubiese valido hoy? Cero. Yo apuesto. Los conocía y me caían bien, eran austeros, no hacían inversiones… Incluso rayaban lo cutre. Las salas del consejo estaban roídas. Era un banco hermético y de la familia Valls, que fue quien lo levantó. Eran austeros, ahorradores hasta la muerte. Yo compré acciones del banco. Cuando Ángel Ron coge confianza conmigo, me invitaba cada dos por tres a tomar café a su despacho. Me proponen ser consejero del banco. Yo no quería. Llega un punto en el que yo tengo un 4% del banco y veo que el banco empieza a prestar muy alegremente. Conozco a una persona a la que habían dado un préstamo con un alto riesgo, en mi opinión. Pregunto y me dan excusas. Conforme iba pasando 2007 el riesgo era más alto porque el inmobiliario tenía más deuda. Empiezo a molestarme porque veo que siguen haciendo préstamos sin ningún criterio. Y digo: voy a vender mis acciones. Me intentan convencer para que esperase hasta que ellos encontraran comprador, porque si yo vendía toda esa cantidad de acciones en el mercado iba a caer la Bolsa. Espero dos meses. Perdí 40 millones por esperar. Dije: salgo al mercado a intentar vender esas acciones. Salí, hablé con un par de brokers y me ponen en contacto con un abogado que me compraba con la condición de poder conseguir un 20% de las acciones del banco.

Firmé un documento para que lo pudiese conseguir. Pero nadie le vendía. Este hombre se mueve por ahí y me llama un día la CNMV diciendo: oiga, ¿usted está negociando la venta de acciones? Sí. Al tener más de un 3%, estaba obligado a comunicarlo con un hecho relevante. Les dije que había firmado un documento, me lo pidieron, se lo envié y quien puso como hecho relevante esa noticia fue la CNMV, diciendo que mi sociedad Titánica Capital Invest se había comprometido a vender el 4% del Banco Popular a 14,2 euros la acción, cuando estaba en 11 o 12. Todos los periódicos lo rebotaron. Al día siguiente la acción subió. ¿Pero quién lo comunicó? Yo no fui.

Pero fue condenado [finalmente la condena fue una multa de 108.000 euros, no el año de cárcel de la sentencia inicial].

Sí, pero condenarte es como si vas con el coche, la policía te para y dice: “Oiga, no lleva el cinturón puesto. Baje usted del coche”. Te mira las ruedas... Al final si te quiere multar, te multa sí o sí. ¿A mí con qué me multaron? Con 108.000 euros. Es dinero. ¿Pero qué son 108.000 euros para un empresario como yo? Nada. ¿Y el trasiego, lo puteado que me han tenido, saliendo en prensa y demás? Porque primero lo archivaron. Y Ángel Ron, en aquel entonces presidente del Banco Popular, sí está siendo investigado en la Audiencia Nacional porque ha quebrado un banco que valía 18.000 millones de euros. En aquellos treinta días, yo no vendí. Otros sí vendieron.

Su último movimiento sonado es la entrada en la Operación Chamartín. ¿Cómo llega a esta historia?

Como a casi todas las operaciones.Tenemos muchos colaboradores que nos conocen y aprecian por toda España. Hace tres años llegó un equipo, al que ya conocíamos de otra operación, y nos dijeron que tenían esto y que llevaban veinte años trabajándolo sin encontrar solución. Creemos que los derechos de estas familias han sido pisoteados. De todos los negocios que han pasado por nuestras manos, creo que este es el que tiene una parte más personal: las familias fueron pisoteadas y eso tiene que tocarte el corazón. Lógicamente, somos una empresa para ganar dinero. Pero si a la vez haces justicia o haces felices a unas personas a las que durante cuarenta años han escupido a la cara... Es doble motivación.

Llegan, nos dicen que representan a estas familias que fueron expropiadas en la posguerra y que ahora que se va a poder construir se lo queda el banco, que podrá hacer negocio y ellos no. Lo analizamos, vemos los pros y los contras y al principio creemos que no hay solución, pero después de darle vueltas vemos que al contrario. Es cierto lo que decían. Ese millón de metros les pertenece. Llegamos a un acuerdo, me lo venden a mí y ahora lo estamos pleiteando contra el BBVA.

Pero de momento solo han pagado 100.000 euros por los derechos.

No. No te puedo decir la cantidad de millones de euros que hemos pagado.

La reversión aún tiene que reconocerla un juez, ¿no?

Los derechos ya están a nuestro nombre. Y la reversión de los terrenos se produce una vez se hace la desafección, de forma inmediata cuando dedicas el suelo que fue expropiado para algo diferente al objeto de la expropiación. Falta la aprobación definitiva de la CAM, pero la desafección ya es un hecho. Pero cuando DUCH, la sociedad del BBVA, se queda con la adjudicación, asumen hacerse cargo de los derechos de los reversionistas. Y eso lo incumplieron hace veinte años.

Ahora le reclaman 713 millones de euros al banco. Si se los pagan, bien; si no, ¿seguirán pleiteando?

Claro. O 713 millones o los terrenos. Tenemos las dos opciones, aunque preferimos los terrenos. Que el fallo dijese: en vez de dinero, denle ese millón de metros cuadrados. Lo que queremos es desarrollar para dentro de veinte años. ¿Qué mejor sitio? En vez de buscar otro suelo ya lo tenemos.

¿Cómo ve el inmobiliario español actual? ¿Vendrá otra crisis?

No. El sector se está consolidando, más corregido que hace años. Y crisis no, porque hoy se fabrica y vende lo que necesita, no se financia y se compra por comprar. No hay una maquinaria financiera que haya metido dinero vía burbuja. Los bancos financian lo justo y al comprador final. Y el promotor va aún más apretado. Si no tiene dinero para comprar el suelo, no se le financia ni la obra. Antes, si el solar valía 20 millones, le daban esos veinte, otros veinte para la obra y un millón más para un coche y vacaciones. Ahora se arriesga con su dinero a comprar el suelo. El mercado saca al que no es un profesional como la copa de un pino.

¿Seguimos siendo un país de ladrillo?

Yo creo que somos un país magnífico. La palabra ladrillo se ha usado de forma despectiva. ¿Qué tenemos? El clima y el turismo, que va unido a la construcción. Y un país en desarrollo constante. Tenemos industria, agricultura, pero no somos punteros en tecnología. ¿Nos gustaría? Por supuesto. ¿Hay que invertir? También. Pero no hay que olvidar cuáles son los pilares que mantienen a la sociedad: el turismo, la agricultura y la construcción. Porque la construcción lo implica todo: construir un hospital, un palacio de los deportes, un colegio. ¿Todo es ladrillo? Sí. ¿Por qué demonizamos la palabra ladrillo? No nos sustentamos en el ladrillo, nos sustentamos en el desarrollo de una ciudad. En la burbuja se hacían obras no necesarias, pero hoy lo que se construye es porque hay demanda. Y está demostrado que una gran cantidad de personas que dejan el paro lo dejan gracias a la construcción.

Pero no me has preguntado por lo principal.

¿Por su disco de rancheras?

No, por la Fundación.

Vale, pues cuénteme.

La Fundación lleva el nombre de mi padre, coincide con el mío. Y con el de un hijo mío también. Esa Fundación cumple ahora cinco años. Todos los recursos que salen de esa Fundación son para hacer cosas para los niños y los más necesitados. No nos dedicamos a tener obras de arte. Tenemos comedores. En Madrid colaboramos con el Padre Ángel, hicimos el Pelobús, un autobús que visita a la gente que duerme en la calle con peluqueros que les cortan el pelo y asean para que tengan una dignidad humana. Con niños que tienen autismo trabajamos la equinoterapia, con caballos. Hacemos planes de prevención de limpieza bucal. Y tenemos un proyecto de una residencia de ancianos en Orihuela, para que la gente que no pueda pagarlo tenga donde estar, en el antiguo almacén de mi padre.

¿Y las rancheras?

(Risas) Cuando nos casamos, mi esposa, que canta muy bien, quiso grabar un CD para regalar a los amigos y dijo: graba conmigo. Y algunas canciones las canté yo. Es un poco de cachondeo, no es que vaya a sacar mi tercer álbum.