Los idiomas tienen la función básica de favorecer la comunicación entre personas. Salvo que se propongan lo contrario: entorpecerla. Esto último pasa a menudo en Bruselas: se crea un idioma propio que, en la medida en que pueda ayudar a agilizar la comunicación en la burbuja, entorpece la comunicación con el mundo exterior.
Es lo que pasa con el BICC, cuyo funcionamiento se discutía si tenía que ser un IGA. Y luego se sorprenden de que el desapego con las instituciones comunitarias se dispare.
El BICC es el Budgetary Instrument for Convergence and Competitiveness. Es decir, la creación de un presupuesto propio para la eurozona, para lo países europeos que comparten el euro, del mismo modo que hay un presupuesto para los 28 países de la UE, o como hay un presupuesto para país integrante de la UE, y así sucesivamente.
¿Y por qué no le llaman presupuesto sin más ni más? Pues porque, en realidad, es un presupuesto descafeinado, sin funciones clave que le permitan ser un verdadero presupuesto. La más fundamental es la de estabilizar la economía de los Estados en caso de crisis.
Después de 15 horas de discusión, que arrancó el jueves a las 13.00 y terminó a las 4.30, los ministros de Economía de la eurozona sentaron unas bases que les permite llegar en el último suspiro a lo que les pidieron los jefes de Gobierno en diciembre: un acuerdo para la cumbre del 20-21 de junio en Bruselas, cuando los líderes darán el visto bueno a lo aprobado en la noche del jueves.
La pugna estaba precisamente en que el instrumento presupuestario contuviera, además de la función de promover la convergencia y la competitividad, la de ayudar en la estabilidad de los países de la zona del euro.
En esa línea están España, Francia y Alemania. Pero no los países bálticos. “La liga hanseática [países nórdicos y Holanda] son más talibanes que los talibanes”, afirma una fuente diplomática: “Y en la cumbre del euro hay que aprobar las cosas por consenso”.
La ministra de Economía español, Nadia Calviño, ha afirmado este viernes por la mañana en Luxemburgo sobre el proyecto de presupuesto de la zona euro: “Las posiciones están apartadas, se han sentado las bases para seguir trabajando en los próximos meses dejando abiertas las diferentes opciones. Un día tendremos un presupuesto, hemos acordado seguir trabajando y hemos conseguido que no se dirija en una orientación contraria a las posiciones de España, y creo que es positivo que hayamos comprometido a seguir trabajando y no se haya llegado a acuerdos contrarios a nuestro país, que siempre hemos sido ambiciosos, con la idea de garantizar la convergencia durante el ciclo económico”.
España es uno de los países más favorables a establecer un presupuesto del euro, pero reclamaba que no se limite a financiar reformas estructurales e inversiones, replicando funciones que ya cumplen otras herramientas comunitarias, sino que también pueda utilizarse para salir al paso de crisis que afecten a un solo país para estabilizar su economía.
“Se está trabajando en otro instrumento estabilizador”, ha dicho Calviño, “que incluya elementos como el seguro de desempleo europeo complementario”.
Además, no ha habido acuerdo en dos cuestiones clave: cómo va a funcionar y cuánto dinero tendrá, que debería nutrirse al menos en parte de fondos del presupuesto plurianual de toda la Unión Europea. Países como Francia y Alemania habían pedido que esta dotación se complementase con dinero aportado por los Estados de la eurozona, pero esto no ha prosperado, una vez más por los halcones del euro, La Nueva Liga Hanseática, entre otros motivos porque requeriría un IGA.
Así queda recogido en las conclusiones del Eurogrupo:
¿Un IGA? Nuevo palabro para que sólo unos pocos sepan de qué se está hablando: un Intergovernmental Agreement. Es decir, un acuerdo intergubernamental entre los 19 países del euro, que quedaría fuera de los tratados comunitarios como ha sido el caso del MEDE, el mecanismo permanente para la gestión de crisis para la salvaguardia de la estabilidad financiera en la zona euro.
En cuanto al volumen económico del presupuesto, deberá ser fijado en las negociaciones que hay en marcha sobre el marco financiero plurianual de la UE para 2021-2027 y que no se concretará hasta dentro de unos meses. Inicialmente, se ha hablado de 17.000 millones procedentes del presupuesto comunitario, a los que se podrían añadir después ingresos de otras fuentes.
Otro asunto pendiente, que se pospone reunión a reunión, es el que responde al nombre de EDIS. ¿EDIS? European deposit insurance scheme, ni más ni menos. Es decir, una garantía para el dinero de los cuentacorrentistas en caso de que quiebre el banco. Algo que está lejos de ser aprobado una década después de que estallara la gran crisis económica. “La Unión bancaria fue concebida con tres pilares, no dos. Los vetos en este tema son más que lamentables”, ha denunciado el socialdemócrata francés, el comisario de Finanzas, Pierre Moscovici: “Es decepcionante”.
Sobre este asunto, un reciente informe de la Comisión Europea pide a los líderes de la UE un “esfuerzo renovado” para completar la unión bancaria e iniciar las “negociaciones políticas” del EDIS.