No habrá negociación sin notificación. Bruselas se aferra a su mantra sobre el Brexit, pero a seis meses del inicio del divorcio empiezan ya a esbozarse el calendario y los límites de la negociación. Desde que la primera ministra británica, Theresa May, anunció que invocaría el artículo 50 del Tratado de Lisboa a finales de marzo de 2017 los líderes europeos se han prodigado en declaraciones que vaticinan una ruptura complicada.
Con la fecha fijada, empieza la cuenta atrás. La UE insiste en que no habrá ninguna negociación antes de marzo y rechaza la posibilidad de mantener “discusiones preparatorias” como quiere May, pero en Bruselas la maquinaria ha echado a rodar y se han abierto vías de diálogo, aunque no quede muy claro el contenido del mismo.
El negociador de la Comisión Europea para el Brexit, Michel Barnier, ha empezado a formar su equipo y trabaja ya de cara al divorcio, mientras que su presidente, Jean-Claude Juncker, se reunirá con May en la cumbre europea de los próximos días 20 y 21. La Comisión no ha desvelado los temas de un encuentro que Londres podría utilizar para tantear el terreno después de que May haya avanzado su estrategia.
En un discurso ante el congreso del partido conservador que hizo las delicias de los euroescépticos y más fervientes defensores del Brexit, la primera ministra británica anunció que su Gobierno pondrá el control de la inmigración en el centro de las negociaciones, por delante del acceso al mercado único. “Quiero que las empresas británicas tengan la máxima libertad para comerciar y operar en el mercado único (…) pero diré una cosa alto y claro: no nos vamos de la Unión Europea para renunciar de nuevo al control de la inmigración” dijo May.
La línea dura ha recibido una respuesta sin medias tintas de los líderes políticos al otro lado del Canal de La Mancha.
Respetar las reglas
“No se puede tener un pie dentro y otro fuera” decía este viernes Juncker, que defendió que la Unión “tiene que ser intransigente” sobre este punto. “Si Reino Unido quiere tener acceso libre al mercado interior, tendrá que respetar todas las reglas que lo rodean”, insistió el jefe del Ejecutivo en una conferencia en el centro de estudios europeísta Jacques Delors.
Guy Verhofstadt, representante del Parlamento que tendrá que dar luz verde a cualquier acuerdo, advirtió esta semana de que las cuatro libertades de la Unión (movimiento de capitales, bienes, servicios y, he aquí la cuestión, personas y trabajo), son absolutamente indivisibles y no se negociarán por separado como pretende Londres. Según los medios británicos, el Gobierno prevé dividir las negociaciones en capítulos sobre mercado único, inmigración, asuntos exteriores, cooperación o presupuesto.
“Eso destruiría la Unión y el mercado único” dijo el político belga, que aprovechó para lanzar un recado sobre el calendario al avisar de que las negociaciones deberían concluir antes de las elecciones europeas de mayo de 2019.
La imposibilidad de entrar en el mercado interior sin aceptar la libre circulación de trabajadores, un escenario que muchos de los impulsores del Brexit prometieron durante la campaña, es el punto de partida sobre el que hacen frente común los socios para abordar unas negociaciones que, una vez entrados en materia, tendrán muchas aristas. François Hollande y Angela Merkel, el dúo que se ha propuesto llevar la batuta del futuro post-Brexit en la Unión, han sido los primeros en salir a la palestra para asentar unos cimientos poco novedosos.
El presidente francés avisó el jueves a May de que si quiere un salida difícil, la tendrá. “Los británicos han elegido el Brexit, incluso un Brexit duro. Pues bien, tendremos que ir hasta el final en su voluntad de dejar la Unión. Tenemos que ser firmes”, dijo este jueves.
“Si no decimos que el acceso al mercado interior está ligado a la total libertad de movimientos, se extenderá una dinámica en Europa en la que cada uno hará sencillamente lo que le plazca” opinó por su parte la canciller alemana en la convención de las federaciones industriales de su país, la BDI.
Recado a la industria
La audiencia de la canciller pesa aquí tanto como su mensaje. Reino Unido es uno de los principales mercados para las exportaciones alemanas y los partidarios del Brexit, incluido el actual ministro británico responsable de las negociaciones, David Davis, aseguraron durante la campaña que la presión de estas empresas sobre el gobierno alemán serviría para garantizar un buen acuerdo comercial.
Una tesis que Merkel aleja con un mensaje que parece haber calado, al menos de momento, entre sus empresas: mejor alinearse con los europeos y sufrir las consecuencias de un Brexit duro que sacrificar los valores esenciales por una exportaciones que, al fin y al cabo, solo representan una parte del comercio alemán.
Juncker hizo extensiva la advertencia a los industriales europeos: “No deberían participar en discusiones a puerta cerrada con el gobierno británico para luego venir dentro de un año a decir a la Comisión, el Consejo y los gobiernos que no hay alternativa más que seguir comerciando con Reino Unido como antes”. El luxemburgués advirtió de que el Ejecutivo de May “está maniobrando” para convencer a la industria europea de que se necesita un acuerdo en buenos términos con el objetivo de que ejerzan de correa de transmisión para con sus respectivos gobiernos.
La UE en juego
“Las negociaciones no serán fáciles” ha vaticinado Merkel. A la Unión Europea no le interesa que lo sean o, al menos, que lo parezcan. Bruselas y los veintisiete que se quedan son conscientes de que está en juego más que un acuerdo comercial ventajoso; sobre el tapete está la existencia misma de la Unión.
Si dan la impresión de que la salida es un camino de rosas y no tiene consecuencias, de que un país puede marcharse manteniendo los beneficios económicos pero desprendiéndose de sus obligaciones, temen desatar un efecto dominó que lleve a otros a pedir lo mismo y acabe dinamitando el proyecto europeo.
Los gobiernos de Alemania, Francia y Austria se enfrentarán en las elecciones de 2017 a partidos euroescépticos en auge que beben de este argumentario. En Francia el ultraderechista Frente Nacional ya ha abierto el debate sobre un posible ‘Frexit’.
Pero los analistas dudan de que la posición de firmeza de los veintisiete pueda mantenerse. “Al final se impondrá el pragmatismo” dice Pieter Cleppe, director en Bruselas del centro de estudios Open Europe. “Esto es un movimiento de cara a la galería. Tendrán que hacer concesiones porque es una negociación, aunque por supuesto habrá algo de irracionalidad y riesgo en ellas”, apunta.
“Aun cuando sea verdad que Alemania y los veintisiete quieren privilegiar la política por encima de la economía el coste es demasiado elevado” opina. Su pronóstico es que al final la UE acabará aceptando un ligero límite a la inmigración, que sería visto con buenos ojos en algunos países, para evitar el proteccionismo británico y mantener sus exportaciones.