“Hay que utilizar armas capitalistas contra el capitalismo y al servicio de la gente”

El economista Giacomo Corneo (Arona, 1963) recibe a eldiario.es en su despacho de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Libre de Berlín. Sobre las estanterías de su lugar de trabajo descansa un ejemplar de su último libro aparecido en el mercado internacional. Is Capitalism Obsolete? (¿Está obsoleto el capitalismo?) se titula el volumen. Editado por la prestigiosa Harvard University Press, es una traducción reciente de un libro que Corneo escribió en alemán en 2014 para aportar ideas sobre cómo mejorar el sistema capitalista. Lo hace inspirado por ideas marxistas.

Corneo, que estuvo en su día al servicio del ministro francés Edmond Alhpandéry, bajo la presidencia del socialista François Mitterrand, invita a utilizar los mercados y las finanzas con fines sociales. Reivindica así esa “tradición libertaria en el socialismo que ve los mercados como un complemento que permite alcanzar el objetivo de una mayor calidad de vida y mayor libertad”, explica este economista italiano. Esta idea es central en su reflexión sobre la obsolescencia de un resiliente sistema capitalista capaz de sobrevivir crisis como la desencadenada en 2008 y con tendencia a invadir todos los ámbitos de la vida humana. Para cambiar el sistema, Corneo invita a una mayor participación política y económica de la sociedad en su conjunto.

Al poco de estallar la crisis financiera internacional de 2008, muchos se preguntaban si aquella crisis era la que demostraba que el capitalismo estaba en las últimas. Diez años después, el capitalismo sigue ahí. Y usted se hace la pregunta ¿Está obsoleto el capitalismo? ¿Lo está realmente?

Movimientos sociales como Occupy Wall Street y movimientos contra la globalización ya llevan tiempo interrogándose sobre el sistema capitalista y qué otros sistemas económicos pueden ser mejores. Esa inquietud demuestra en realidad que existe un gran descontento con el capitalismo. Creo que está justificado cuestionar el capitalismo. Es obvio que no estamos en el mejor de los mundos. Existen grandes temas que preocupan, como pueden ser las cuestiones relacionadas con el desempleo, la desigualdad o el medioambiente.

¿En qué tipo de capitalismo estamos ahora, diez años después de la gran crisis financiera de 2008?

Creo que todas las sociedades afectadas por la gran crisis financiera de hace diez años han aprendido de ella. La especie humana ha llegado donde ha llegado por su capacidad de adaptación. Y eso se aplica también en lo económico. En Europa, por ejemplo, se han dado muchos pasos para crear una mayor regulación y evitar así futuras crisis del mismo estilo. Pero las razones del descontento con el sistema de las que le hablo estaban ahí también, hace diez años.

Crecimiento de la desigualdad

En un país como España, duramente golpeado por la crisis de la deuda en 2010, se han hecho duras reformas con las que ha llegado el crecimiento económico. Sin embargo, parece que cuesta que ese crecimiento afecte positivamente a los ciudadanos.

Hay dos asuntos aquí. Uno es el macroeconómico, y la necesidad de estabilizar el escenario macroeconómico con los instrumentos que existen. Esto tiene que ver con la coordinación de las políticas fiscales y monetarias. Y también con la legitimidad de las autoridades, especialmente los bancos centrales. Ante el aumento de la deuda, hubo necesidad de volver al crecimiento. Pero en esto no hay que perder de vista lo que ya ha apuntado el economista Thomas Piketty. A saber, que después de la posguerra y hasta los años ochenta, una era de grandes progresos, ha tenido lugar un crecimiento de la desigualdad al tiempo que ha desaparecido la idea del progreso económico y social, al menos en el mundo occidental.

¿Qué efectos sociales tiene esa desigualdad?

Ha generado una gran frustración en mucha gente, en vista de la falta de horizontes en la sociedad. El descontento existe porque los hay que están materialmente afectados por el curso del sistema – pueden haber sufrido empobrecimiento o están en paro – otros, subjetivamente, temen la posibilidad de verse en el paro o en el precariado. Por otra parte, hay gente acomodada, que se siente privada de participación en un sistema de toma de decisiones políticas cerrado en pequeños círculos elitistas que tratan a los ciudadanos como niños.

En su libro, el capitalismo se describe como un sistema que “derrocha recursos a gran escala, que es una ofensa a la justicia y que hace a la gente ponerse objetivos que son simplemente incompatibles con el poder realizarse uno mismo”. Si es así, ¿Por qué otros sistemas no han logrado imponerse?

El sistema económico actual ha producido grandes resultados desde un punto de vista histórico. Ha mejorado el bienestar gracias a unos mercados que están regulados, donde la competición es posible en la mayoría de los casos. Esto sería algo ya lo suficientemente bueno si no fuera porque el sistema tiene tendencia a invadir áreas de la actividad humana que no están reguladas de mejor forma por la lógica de la competición y la comercialización. Me refiero, por ejemplo, a la esfera política, la ciencia, la cultura y las relaciones entre personas.

¿Qué se puede hacer ante esa realidad?

La esfera económica debería estar regida, sí, por los valores del capitalismo. Pero no se debería permitir que los intereses capitalistas influyan en la toma de decisiones políticas, o que intereses económicos influyan en resultados científicos o que intereses económicos manipulen la producción cultural, por ejemplo, en televisión. Si los intereses económicos dominan todas esas esferas, entonces llegamos a un punto de no retorno donde la democracia se convierte en una plutocracia donde la comercialización lo invade todo.

Control democrático de las corporaciones

¿Cómo de lejos estamos de ese horizonte? Hoy día ya se observan esos intereses económicos en todos esos ámbitos de la actividad humana.

Así es, en países con democracias estables como Alemania, por ejemplo, se observan hechos que son preocupantes. Mire, por ejemplo, el escándalo del 'dieselgate'. Es un escándalo muy grande, donde se habla de miles de muertos e incremento de la mortandad en un país como Alemania, que reivindica ser un actor a la vanguardia de la batalla en favor del medio ambiente. Esto es lo que obliga a tomar medidas para equilibrar el acceso a la gente a un bienestar económico y equilibrar el acceso de la gente y de la sociedad civil en la toma de decisiones. Esto se puede conseguir, por ejemplo, haciendo que las grandes corporaciones no estén únicamente en manos de grupos privados sino también bajo un control democrático.

Usted defiende entonces un sistema económico más participativo.

Sí. El progreso humano siempre ha tenido lugar a través de la eliminación de todas aquellas formas de jerarquía y dominio que no son más que unas herencias del pasado. Éstas, en su momento, podrían ser útiles pero, en último término, terminan siendo superfluas. La especie humana no ha parado de acumular conocimiento, capacidades cognitivas y educación. De este modo, la gente se hace más autónoma. Esto es algo que está ocurriendo en un proceso histórico ya largo. En este sentido, el dominio capitalista a través grandes corporaciones y procesos elitistas en la toma de decisiones en política son formas del pasado.

¿Tiene usted en mente un ejemplo práctico de un sistema que se asimile a lo que usted propone?

Suiza podría ser un buen ejemplo a considerar de lo que podríamos llamar democracia semi-directa. No creo que sería un progreso si cambiamos de un día para el otro un sistema de representación de partidos a una 'democracia líquida'. Pero creo que se necesita un proceso gradual de aprendizaje de iniciativas como son los referéndums u otras formas de democracia participativa.

¿Qué papel ha de jugar la Unión Europea en un sistema con el que se podría reemplazar el actual?

En las instituciones europeas hay una falta de control democrático. Pero también quisiera señalar que la UE y la Comisión Europea han tenido muy poco éxito dando a conocer lo que han logrado por los ciudadanos europeos. Por otro lado, los gobiernos nacionales, muy a menudo, han culpado a la UE de sus malos resultados a nivel doméstico. Muchos países, como Italia, han sacado un enorme provecho de la UE.

Frente al capitalismo actual, usted plantea como idea un socialismo accionarial. ¿En que consiste?

Tal vez socialismo no sea la mejor palabra. Pero propongo que parte del presupuesto de la zona euro, el que se necesite para reformas estructurales o para medidas contra-cíclicas, esté financiada por un Fondo Soberano de Riqueza Europeo. Éste se ocuparía de gestionar parte del bienestar de los europeos invirtiendo riqueza en el mercado de valores y utilizar las ganancias de esas inversiones pagando la deuda generada para la creación del fondo. También utilizaría la diferencia para nutrir el presupuesto de la zona euro.

Así, indirectamente, los ciudadanos de Europa aprovecharían los beneficios generados en el mercado de valores. También, el presupuesto de la zona euro, en lugar de financiarse con más impuestos o con rebajas en prestaciones sociales – pensiones más bajas, por ejemplo– se podría financiar con inversiones en el mercado de valores.

Habrá quien vea esa participación en el mercado de valores como algo arriesgado. ¿No es el mundo de las finanzas el capitalismo de casino que causó la crisis de 2008?

Hay que ser más preciso a la hora de hablar de capitalismo de casino. Éste es el de productos financieros y transacciones en un contexto poco regulado. El mercado de valores, es un mercado global que tiene un nivel de capitalización que equivale a cerca del 100% del PIB mundial anual y en el que participan las mayores compañías del mundo. Hablamos de empresas reales con una producción real de servicios. No es una ruleta de casino.

Su pregunta me lleva a otro punto. Y es que existe la necesidad, en las fuerzas de la izquierda, de pensar que los proyectos que buscan una mayor igualdad sólo pueden tener éxito si logran explotar las instituciones que más desarrolladas están. Esto es algo que nos enseñó Karl Marx. Cuando escribió El Capital y El Manifiesto Comunista ya estaba inspirado por las grandes instituciones capitalistas. A saber, las grandes firmas de manufactura. Esas grandes factorías eran para él una señal de un futuro posible. Marx reconoció que esas instituciones servían a la clase capitalista para dominar a la sociedad. Pero también esas instituciones crearon la base de la conciencia social.

¿Debe entonces la izquierda utilizar el poder de los mercados?

Se debe imaginar cómo los mercados pueden cambiarse para hacer la vida mejor para las masas y no sólo para la clase explotadora. Hoy día las instituciones que más ha desarrollado el capitalismo, que son incluso el símbolo del dominio capitalista, son los mercados y los mercados de valores. Hay que utilizar armas capitalistas contra el capitalismo y al servicio de la gente.

Siendo el capitalismo una realidad global, ¿Deben darse los pasos contra el capitalismo que usted plantea también a nivel global?

La globalización ha de utilizarse a favor de la gente. La globalización ha creado algo como el mercado global de valores, que permite la posibilidad de diversificar las inversiones, algo que podría hacer el Fondo Soberano de Riqueza Europeo. El mercado de valores puede utilizarse con una visión progresista. Esta afirmación es difícil de aceptar en la izquierda, que tiene una herencia cultural de crítica al capitalismo según la cual los mercados financieros son el demonio mismo.

Esto, en realidad, es una actitud irracional que viene de la vieja oposición mayoritaria del movimiento socialista y comunista a los mercados. Marx y Engels se oponían con vehemencia a los mercados. Pero históricamente, también existe una tradición libertaria en el socialismo que ve los mercados como un complemento que permite alcanzar el objetivo de una mayor calidad de vida y mayor libertad. Y ésta es una tradición que deberíamos reconocer.