Hace solo unos meses, el comercio internacional vivió en estado de shock por el atasco global en las cadenas de suministro, la falta de materiales, la crisis de los microchips y la necesidad de llenar los almacenes todo lo posible para evitar tener que decir a los clientes que no tenían los productos que reclamaban. Una tormenta perfecta que derivó, por ejemplo, en tener que esperar meses hasta recibir el coche nuevo que se compraba en el concesionario.
Ahora, a la puerta de iniciar 2024, esos temores vuelven a reavivarse. El motivo, la inestabilidad y la situación bélica en Oriente Medio y, sobre todo, los ataques a buques en el Mar Rojo, que han llevado a grandes navieras internacionales y a petroleras a anunciar que van a dejar de operar a través del Canal de Suez, una de las principales puertas marítimas del comercio internacional. Hay otra, el de Panamá, pero ahí también hay problemas.
En el Canal de Suez las dificultades están ligadas a la inestabilidad política y militar en la zona. En concreto, en las últimas semanas se han sucedido los ataques en el estrecho de Bab al-Mandab –al sur del canal– que se atribuyen a rebeldes chiíes yemeníes, que estarían respaldados por Irán. El conflicto en Gaza ha complicado aún más la situación.
El sábado, el Comando Central de Estados Unidos aseguró que, durante la madrugada del 16 de diciembre, el destructor de clase Arliegh Burke, USS Carney, destruyó “14 objetos aéreos no tripulados lanzados desde zonas de Yemen controladas por los hutíes”.
Sólo unos días antes, uno de los portavoces de la organización yemení reconoció el lanzamiento de un misil que impactó en un carguero noruego, según declaraciones recogidas por la agencia Efe. “Las fuerzas navales de Yemen llevaron a cabo una operación militar cualitativa contra el barco noruego Strinda, que estaba cargado de petróleo y se dirigía a la entidad israelí”, indicó.
Las navieras cambian las rutas
La derivada, que las compañías navieras y petroleras –se dirijan o no a Israel– han decidido poner distancia y, aunque tengan que recorrer más millas náuticas, prefieren bordear el sur de África. Las últimas en sumarse al cambio de rutas han sido, este lunes, la petrolera BP y la naviera noruega Equinor.
“A la luz del deterioro de la situación de seguridad en el transporte marítimo en el Mar Rojo, BP ha decidido suspender temporalmente todos sus tránsitos” a través de esta zona geográfica, después de que “un objeto no identificado” impactara contra uno de sus barcos, indicó en un comunicado. “Mantendremos esta pausa preventiva bajo revisión continua”, a medida que evolucione la situación en la región.
Esta decisión llega después de que dos de los grandes operadores navieros de carga tomasen una medida similar. La división de transporte de mercancías de MSC ha desviado sus barcos hasta que atravesar el Mar Rojo vuelva a ser seguro. En su lugar, prefiere la opción del Cabo de Buena Esperanza, aunque eso suponga más tiempo y más costes. De entrada, el petróleo ha repuntado este lunes más de un 3% y los futuros del gas, más de un 10%.
Mientras, el gigante A.P. Moller-Maersk ha reconocido los incidentes y el cambio de operativa. “Estamos profundamente preocupados por la situación de seguridad en el sur del Mar Rojo y el Golfo de Adén”, aseguraba la compañía el viernes. “Estamos comprometidos a garantizar de la mejor manera posible la estabilidad de las cadenas de suministro de nuestros clientes, estamos trabajando estrechamente con todos nuestros equipos de logística y tomando medidas para minimizar el impacto en los clientes”, enumeró.
Más de una de cada 10 operaciones marítimas
Impacto habrá, aunque sea solo en el tiempo en que se tarda en recibir las mercancías asiáticas en Europa y Norteamérica. Y viceversa. Para el comercio internacional, atravesar Suez es determinante, ya que supone más del 10% de todas las operaciones marítimas. Solo el año pasado, operaron en él 22.000 buques, lejos de la cifra prepandemia, porque en 2019 se rozaron los 19.000, según la autoridad que gestiona esta infraestructura.
Mientras, el Canal de Panamá acumula en lo que va de año más de 14.000 operaciones, prácticamente las mismas que hace un año, según el gestor del canal panameño, a pesar de que arrastra problemas.
En los últimos meses esta ruta se ha visto afectada por la sequía, que en verano ya provocó un atasco de buques. En este caso el detonante es la falta de lluvias y la escasez de agua en los lagos artificiales que alimentan sus esclusas y permiten la navegación.
Esta ruta sigue tensionada. Hace unas semanas, la compañía de transporte de químicos Stolt-Nielsen aseguró que, ante los retrasos a la hora de atravesar Panamá, prefería analizar otras opciones, como el Estrecho de Magallanes. “Nuestros clientes necesitan tener la seguridad de que su carga llegará a tiempo para evitar un impacto negativo en sus cadenas de suministro”. Eso, antes de que comenzasen los problemas en el Canal de Suez.