Sacar adelante los estudios en la Cañada Real es un reto. No solo por la falta de infraestructura o porque puedan llegar a cumplirse dos años sin que en algunas zonas del barrio tengan corriente eléctrica, sino también porque llegar a un centro educativo desde allí puede llevar horas. Por eso, la Fundación Mutua Madrileña, junto a la asociación El Fanal, pusieron en marcha un servicio para que los jóvenes mayores de 16 años que quieran seguir con su educación puedan hacerlo.
Un autobús recorre distintos puntos de la Cañada Real y acerca a los estudiantes a la estación de “Sierra de Guadalupe”, que conecta con metro de Madrid, Cercanías y EMT. Con esta iniciativa, se busca evitar el abandono en bachillerato y Formación Profesional de muchos jóvenes de la zona. Financiado por la Fundación Mutua Madrileña y gestionado por la asociación El Fanal, el autobús recorre las 22 rutas que antes solo daban servicio a estudiantes en edad escolar.
Gracias a esta iniciativa, los jóvenes pueden llegar al transporte público para asistir a sus clases, un logro que llegó precedido de mucho tiempo de protestas. La comunicación y el acceso a los centros educativos son unas de las reivindicaciones históricas de familias y asociaciones en la Cañada. “El día que firmamos el Convenio con la Fundación Mutua, ese mismo día, les demostramos a estos jóvenes que se puede, que importan sus demandas y que son escuchadas. Fue un gran logro”, celebra Rocío Díaz, educadora social de la asociación El Fanal y responsable de la gestión del autobús.
Un incentivo para seguir estudiando
Díaz cuenta que fue un grupo de jóvenes afectados por esta situación el que empezó a movilizarse para pedir a las autoridades que resolvieran el problema. Los estudiantes, dice Díaz, escribieron a un periódico, organizaron una carrera y distribuyeron carteles. Entre quienes luchaban por lograr un transporte estaba Said Zinouni, que ahora es el monitor que acompaña a los chavales en la ruta de autobús entre la Cañada Real y Madrid.
Ser el monitor del autobús es “un esfuerzo”, asegura Zinouni, “porque no puedo faltar a clase y no puedo fallarles a los chavales, pero lo compagino bien con los estudios”, continúa este estudiante que sabe lo duro que es para quien quiere estudiar, vivir en un lugar con tantas dificultades de acceso.
“Imagínate recorrer 3 kilómetros a pie para dos horas de clase si tienes turno partido; o ir a la biblioteca para seguir las clases online…No lo hubiesen hecho. Este autobús ha facilitado todo”, explica Díaz, que también conoce bien las dificultades de los vecinos de la Cañada tras años trabajando allí.
Además, la educadora asegura que el hecho de que los jóvenes se relacionen fuera del barrio también ayuda a su integración: “Me encuentro diariamente jóvenes con indefensión aprendida, que no se ven capaces de hacer nada, que, o se trabaja con ellos, o siguen estancados. No se relacionan con gente de fuera, y esta es otra de las ventajas del autobús”.
Díaz lleva más de 15 años trabajando en la asociación. Desde entonces, asegura, las cosas han cambiado mucho en la Cañada Real: “Cuando comencé, atendíamos a 30 menores, y ahora rozamos unas 250 personas”. El Fanal fue una de las primeras asociaciones en llegar a la zona, y según Díaz, ahora son más de una docena las que actúan allí.
Zinouni tiene 21 años y es el menor de siete hermanos, le gusta la mecánica aunque su aspiración es llegar a ser entrenador de fútbol. Vecino de la Cañada, se implicó con el proyecto del autobús desde el principio. Para él, ser el monitor que acompaña a los chavales en el autobús y controlar que no se queda nadie en tierra no es un trabajo, “es más bien un hobby”. El estudiante asegura que, con los chavales, como él les llama, se pasa el tiempo volando entre chiste y chiste.
En horarios de mañana y tarde, el bus sigue dando servicio a la comunidad y ayudando a los estudiantes a llegar al transporte público desde la Cañada.