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Una huerta como motor de cambio social

Instalaciones en Punt Eco.

Isaac Altable

La huerta como motor social. La agricultura ecológica no se detiene a la hora de generar nuevas ideas que aúnen producción y respeto por el entorno que rodea a un ser vivo. De hecho, empresas dedicadas a cultivar frutas y hortalizas sanas y respetuosas con el medio ambiente se van multiplicando por todo el campo español. Pero la cuestión va más allá de la mera relación productor-consumidor. La huerta, bien desarrollada, está dando para más. Algo así como la levadura, que, si se sabe administrar, cunde mucho.

En una zona de marcado carácter hortofrutícola como es Lleida, un grupo de emprendedores ha hecho realidad todo un proyecto integral que gira alrededor de los azadones y los surcos. Punt Eco es el nombre de esta empresa de “responsabilidad social y ambiental”, según la define uno de sus fundadores, Marc Olomí. Olomí, junto a Nuria Fontova, Ricard Vizcarra y Jordi Prats, ha llevado a cabo esta idea con el objetivo, cuentan, de colocar en el centro de sus esfuerzos “un estilo de vida ecológico y sostenible que recupere el espíritu del pagès” y los valores paisajísticos y sociales “que iban unidos a la huerta”.

Así que el campo multiplica y se diversifica, como en los años de buena cosecha. No se limita este emprendimiento a aprovechar una parcela para cultivar buena mercancía que luego pueda llegar a comensales interesados por la calidad y el proceso de producción. “La agricultura se convierte en un manera de gestión territorial del entorno”. La empresa se empeña en “ofrecer soluciones responsables 
a nivel social y ambiental para el ocio de calidad, la formación ambiental y en agricultura ecológica, la agricultura social y la horticultura terapéutica”, explica su fundador.

Esto quiere decir que en los 30.000 metros cuadrados de “rehabilitación agrícola” tienen cabida grupos de hortofrutícolas reunidos en torno a las técnicas ecológicas y el autoconsumo. “Ocio 100% respetuoso y al lado de casa, una experiencia innovadora y de reencuentro y, al fin y al cabo, un do it yourself, porque… de la huerta a casa”, indican sus organizadores. Pero también se da la “hortoterapia”, con la que se trabaja con grupos de necesidades especiales con el eje del cultivo como hilo conductor. En ese ámbito, Punt Eco colabora, señalan, con asociaciones de afectados por ictus, por la enfermedad de Alzheimer y de Parkinson de Lleida.

Toda la zona está “gestionada con criterios de agricultura 
ecológica y, por lo tanto, favorecen la biodiversidad y el mantenimiento 
de la fertilidad agrícola, así como se promueve la presencia
 de arbustos y plantas medicinales autóctonas para aumentar la 
biodiversidad vegetal y atraer fauna auxiliar”. En ese entorno, estos emprendedores han creado otras actividades como el “ocio ecológico”, como formula de disfrutar el tiempo libre “en contacto con la naturaleza”. En este amplio marco caben celebraciones populares, aniversarios, turismo para descubrir la tradición de la huerta…

Y para extenderse a otros campos, Punt Eco desarrolla una actividad específica en el ámbito escolar y el de la formación. La creación o el mantenimiento de un huerto ecológico, ya sea de manera puntual o estructurada, analizan en Punt Eco, sirve para promover “una educación con valores sociales y ambientales”. Ambas ramas –la social y la natural– son los pilares y el impacto positivo de este proyecto que fue destacado por la Universidad Europea de Madrid en 2013.

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