La economía social (ES), que intenta poner por delante la valía de las personas y la promoción de la solidaridad interna frente al valor absoluto del capital, se ve zarandeada por los apuros que la crisis global ha impuesto a cualquier sector productivo. Tanto es así, que uno de los pilares de esta manera de organizar el trabajo, las cooperativas, está atravesando dificultades para, simplemente, sobrevivir. Incluso su propia concepción como modelo está siendo cuestionada. Las más de 22.000 cooperativas españolas aportan unos 56.000 millones de euros al PIB. Es casi la mitad del volumen de la economía social (unos 145.000 millones de euros anuales que incluyen no sólo cooperativas, también empresas de inserción laboral, fundaciones o sociedades laborales).
El tsunami económico actual no ha pasado por encima de esta forma de entender la economía y el caso de Fagor es un perfecto botón de muestra. La economía basada en valores humanos también padece los impagos, el paro, el cese del flujo de crédito… La Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES) recordó hace apenas quince días, tras conocerse las cifras del paro de noviembre, que siguen sumidos en problemáticas como la “financiación de las pequeñas empresas”, que tanto tejido dan a esta economía.
Su presidente, Juan Antonio Pedreño, no se cansa de subrayar que la economía social es “el 10% del PIB” y de empujar para que los dirigentes políticos incluyan en sus agendas las peculiaridades de la ES. En mayo de este año, el Parlamento Europeo aprobó una resolución para resaltar que “las cooperativas, junto con otras empresas de la economía social, desempeñan un papel esencial en la economía europea, en especial en tiempos de crisis, al combinar la rentabilidad con la solidaridad, crear puestos de trabajo de calidad, reforzar la cohesión social, económica y regional y generar capital social”.
Así que, mientras se reclama mayor atención y parece claro que la ES no es una utopía bienintencionada, las empresas lidian con la recesión. Sumadas, CEPES calcula que engloban a 2,5 millones de personas entre cooperativistas, socios, asociados, asalariados, autónomos o discapacitados. Un volumen de personas implicadas nada desdeñable que merece la pena no orillar. Traducido, representan muchísimos proyectos, actividades, hogares y horizontes de futuro vinculados a producir con valores sociales.
Hace dos meses, la Universidad de Valladolid le dedicó un ciclo de conferencias a la Economía Social. La idea era resaltar cómo “había demostrado gran capacidad para abordar el contexto de recesión económica y desempleo”, contaban. Su método de lucha, analizaron: “Fórmulas de emprendimiento colaborativo, como las cooperativas y otras empresas participativas”.
En este esfuerzo por mantener activa la ES y darle herramientas para no languidecer, CEPES acaba de adherirse al programa 'Yo Soy Empleo', de BBVA, para que las 43.000 empresas que están incorporadas a la confederación reciban 1.500 euros por cada contrato laboral nuevo que firmen.