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Piscifactoría y huerto, todo junto y en un contenedor, dentro de la gran ciudad

Uno de los espectáculos más fascinantes para un urbanita joven al que le llevan al campo es ver la producción agrícola. Uno tiene el conocimiento de que las frutas y verduras no nacen en el supermercado pero la comprobación empírica siempre golpea. Al tiempo, esa impresión se multiplica si se tiene la oportunidad de mirar desde dentro la cantidad de tecnología puntera e investigación que se aplica en ese mundo rural que se relaciona tan fácilmente a lo tradicional.

La tecnología puede ser el mejor aliado para una alimentación más natural, más cercana y basada en alimentos autóctonos. Dentro de una gran ciudad puede montarse un pequeño núcleo donde se cultiven plantas y se críe pescado listos para saltar al plato. Esa es la filosofía que utiliza Efficient Ciy Farming. Desde Berlín (Alemania) están extendiendo un modelo de cultivo acuopónico que mezcla, recicla y produce huertos y piscifactorías de bolsillo.

El sistema que utilizan es denominado acuaponia. Una mezcla, una simbiosis, entre la hidroponia y la acuicultura. La primera se basa en cultivar hortalizas a base de soluciones líquidas (precindiendo del terreno agrario). La segunda es ganadería de peces. El método utilizado por estos emprendedores alemanes hace que el agua en la que viven los animales sea la que luego “se reutilice con las plantas”. Además, según relatan, “los productos metabólicos de deshecho del pescado se convierten mediante un filtro en un valioso fertilizante” para la huerta. El truco del éxito es conseguir un buen equilibrio y esperar a que tanto las plantas como los peces “se asienten”. Luego, la propia huerta se come buena parte del CO2 producido en la piscifactoría. “Con este sistema se dobla el valor del agua usada por lo que se gasta la mitad”.

La producción con estas minigranjas urbanas se traduce en una “casi neutral” emisión de gas, utilización “cero de pesticidas y una huella medioambiental un 90% menor” en cuanto al consumo de agua. Se calcula que la producción más ortodoxa de alimentos produce unas emisiones de CO2 a la atmósfera de 1,7 toneladas por persona al año.

Todo el sistema está basado “en una especie de contenedores de seis metros con un tanque para el pescado integrado y un invernadero en el techo”. Después se pueden instalar, según explican, “como cobertura en un aparacamiento público, en la azotea de un edificio de nueva planta o ya existente”. Y sirve tanto para “distribuidores al por menor como para empresarios restauradores”. Además, por su capacidad de colocarse casi en cualquier sitio “elimina las costosas rutas de transorte y la necesidad imperiosa de mantener las cadenas de frío y refrigeración”, abundan sus creadores.

La fórmula acuapónica que une el agua de los peces, sus desechos con la fertilización para la horticultura desarrollada por ECF está implementada en colaboración con el Instituto Leibniz de la Ecología de Agua dulce y la acuicultura de Interior, “dedicado a la investigación, difusión y aplicación de conocimiento sobre los ecosistemas de agua dulce”.