Hace cuatro años una bióloga, un antropólogo y un geógrafo decidieron unir sus saberes para trabajar juntos lo que antes hacían por separado. Entonces nació Trespès, una cooperativa gallega sin ánimo de lucro que realiza proyectos culturales, medioambientales y de dinamización territorial con unos objetivos comunes: transmitir conocimiento, mantener viva la herencia cultural y recuperar la memoria medioambiental.
“Hacemos producción de contenidos, ya sea audiovisual, materiales didácticos o exposiciones, investigación o dinamización del territorio con visitas culturales o turísticas”, explica Alberto Román, una de las tres patas de la cooperativa, que también forman Tania Martínez y Paulo Jablonski. “Somos los tres puntos mínimos para que algo pueda sostenerse”, subraya como explicación de su nombre, Trespès, que en gallego hace referencia al soporte de hierro que se coloca sobre un fuego de leña para calentar un recipiente. Al decidir unirse se decantaron por una cooperativa sin ánimo de lucro como forma de autoempleo y porque es lo que más se parece a lo que les gusta hacer y en lo que creen: “Los beneficios no deben medirse en términos económicos sino en beneficios sociales y medioambientales”, subraya Román, aunque puntualiza, “sin ánimo de lucro no quiere decir que no cobremos por nuestro trabajo”.
La ooperativa está a punto de estrenar un documental que relata la historia de varias mujeres de un pueblo gallego que aprendieron a cantar de sus abuelos, al mismo tiempo que aprendían a cultivar o a cocinar, y desarrollaron una particular relación con la música que con el paso de los años, y de sus diferentes vidas, fueron perdiendo. “Cuando eran pequeñas en la aldea no había otra forma de divertimento y eran ellas las que se organizaban sus propias fiestas con la música que cantaban”, señala el geógrafo.
Ahora, ya mayores, muchas de ellas de vuelta en la aldea, han retomado “esa relación que siempre han tenido con la música y se ha convertido en una especie de medicina porque dicen que mientras cantan no les duele nada”, cuenta el cooperativista, quien explica que este proyecto forma parte de uno más grande que iniciaron hace un año, que sigue en marcha y creciendo, En Todas as mans -En todas las manos, en castellano-, que recoge la historia y tradición de los montes vecinales gallegos: esos que no están gestionados por los ayuntamientos ni las comunidades, sino por sus propios habitantes.
Memoria toponímica
Siguiendo ese objetivo de recuperación de memoria histórica cultural, también están tratando de recopilar la toponimia gallega. “Hay una infinidad de nombres que se están perdiendo porque no existen registros y los que se acuerdan de ello son los mayores, que poco a poco se van muriendo”, señala. Recientemente, estuvieron en una parroquia donde aparecían 600 topónimos diferentes. “Es información sobre nuestro pasado y si no lo recuperamos se perderá”, subraya.
Pero no solo quieren dar y recuperar información sobre el pasado cultural, y que la ciudadanía tenga acceso a él, sino también sobre el pasado geográfico. “Un paisaje es el resultado de un proceso y con el conocimiento adecuado la gente puede saber el porqué de un río en un sitio determinado o por qué las viviendas más antiguas están construidas donde están y no en otro lugar”, señala el geógrafo. Así, con salidas turísticas y visitas temáticas hacen que quien así lo desee y sienta curiosidad pueda adquirir ese conocimiento.
Principalmente hacen estas visitas en los alrededores de Vigo y Redondela, el pueblo en el que trabajan, pero también realizan salidas en otras zona de las Galicia. Como dice su lema son “propuestas creativas al servicio de la ciudadanía”.