A 10 minutos del aeropuerto de Barcelona, 15 del centro de la ciudad y cinco del puerto se alza un edificio de cuatro plantas y 17.000 metros cuadrados que aglutina a las grandes corporaciones empresariales, startups, centros de innovación y laboratorios que forman parte de la cuarta revolución industrial o industria 4.0. Se trata de DFactory Barcelona, el ecosistema tecnológico de fabricación inteligente de referencia internacional impulsado por el Consorci de la Zona Franca de Barcelona (CZFB).
La digitalización atraviesa todos los ámbitos vitales y profesionales, y la industria no podía quedar atrás. Industria 4.0 significa fabricación inteligente, materialización de la transformación digital del sector, toma de decisiones en tiempo real y mayor productividad, flexibilidad y agilidad para revolucionar la forma en que las empresas fabrican, mejoran y distribuyen sus productos.
DFactory es “un lugar de encuentro para las empresas tecnológicas más punteras, en el que impulsaremos actividades de robótica, sensórica, impresión 3D, blockchain, inteligencia artificial o internet de las cosas”, explicaba Blanca Sorigué Borrell, directora general del CZFB, —principios de 2022— en una entrevista. Un espacio en el que “se propiciará la colaboración con otras organizaciones, de forma que aceleremos el ecosistema tecnológico”, añadía.
Desde entonces, el inmueble diseñado por el estudio TurullSørensen Arquitectos en colaboración con PGI-Torrella, que ocupa el terreno de la antigua factoría de Seat, se ha convertido en un ecosistema que facilita la transformación digital de la industria europea. Un edificio inspirado en la tradición industrial local que fomenta la relación entre personas y máquinas, como reflejo de la nueva industria, y potencia la unión de empresas tecnológicas que aportan soluciones digitales con empresas en proceso de transformación que buscan soluciones innovadoras.
Ecosistema tecnológico
Actualmente DFactory da cobijo a 35 compañías nacionales e internacionales, dedicadas a la impresión y escaneo 3D, la robótica, la ciberseguridad, la inteligencia artificial, la sensórica, el internet de las cosas (IoT), la realidad aumentada o la fotónica.
Una de las primeras en confiar y poner un pie en el hub fue Asorcad, compañía ubicada en Parets del Vallès (Barcelona), que ofrece productos 3D —escáneres 3D, software 3D y equipos de automatización del control de calidad— así como servicios 3D: desde el escaneado 3D y la ingeniería inversa, pasando por la metrología 3D, el diseño 3D CAD/CAM, la consultoría y la formación. Su experiencia y sus tecnologías son responsables de piezas para los trenes de Renfe, unos guantes personalizados para el atleta paralímpico Jordi Madera, el escaneo de una escultura de Pablo Gargallo para facilitar su restauración o unas guías quirúrgicas 3D para orientar a los cirujanos en cortes e incisiones de precisión.
“No tenemos límites de tamaño, pero nos sentimos muy cómodos entre las dimensiones de un ratón y las de un vagón de tren. En este rango somos unos cracks”, sostiene Antonio Sánchez, director general y socio fundador de Asorcad.
Sus áreas de actividad también son diversas: mantenimiento industrial, sector automovilístico, náutica y aeronáutica, ortopedia, medicina, restauración, arquitectura e incluso cine. “Nos encargamos del escaneado del árbol de la película Un monstruo viene a verme, dirigida por José Antonio Bayona”, recuerda Sánchez. También de la metrología de cuatro equipos de los seis que participaron en la reciente edición de la Copa de la América en Barcelona.
Las posibilidades de la impresión 3D
A partir de 2006 muchas patentes de impresoras 3D aparecidas en la década de los 80 del siglo pasado caducaron. Estas tecnologías pasaron a ser de dominio público, lo que originó un boom de propuestas que saltó del ámbito profesional al doméstico: cualquier persona con una impresora 3D podría crear las formas y objetos que quisiera. Al poco tiempo la realidad se impuso y la autofabricación a pequeña escala se convirtió en la afición de unos pocos, mientras las tecnologías profesionales poco a poco penetraron en los sistemas industriales de producción. “Hoy en día las impresoras 3D son habituales en la fabricación de utillaje para coches, productos ortopédicos —casi el 50% de las piezas—, hidrolimpiadoras y otros muchos objetos y piezas”, indica el director de Asorcad. “El auge de la impresión 3D de hace 10 años nos sirvió para aprender”, añade.
Fundada en 2005, el conocimiento y la experiencia adquiridos han ido moldeando la empresa, hoy especialista en servicios de ingeniería avanzada. “Cooperar para ser más competitivos es nuestro lema”, manifiesta Antonio Sánchez, que resume así por qué la empresa estableció una oficina en DFactory. “Allí estamos junto a empresas tecnológicas punteras y el roce hace el cariño”, declara. Se trata de un espacio para llevar a cabo reuniones, hacer difusión y obtener visibilidad. “La promoción que nos hace DFactory no la paga la cuota; tenemos una visibilidad que es un intangible. Y que te conozcan nunca está de más”.