La mejora en la curación del cáncer de páncreas sigue siendo uno de los grandes retos pendientes en la oncología. Se trata de una de las neoplasias más agresivas y con mayor mortalidad, debido sobre todo a su rápido crecimiento, a la ausencia de síntomas específicos tempranos y a su diagnóstico muchas veces tardío. Los últimos datos globales que se poseen son de 2012, año en que fue el motivo de 173.827 muertes en todo el mundo, lo que constituye el 3,7% de las muertes por cáncer.
En España se registran unos 4.000 casos anuales, 2.129 entre hombres y 1.750 entre mujeres; por lo tanto estamos ante un tumor ligeramente más frecuente entre los ellos que en ellas. Por otro lado, la mayoría de cánceres de páncreas se diagnostican entre los 65 y los 75 años, pero no son proporcionalmente infrecuentes entre individuos de menor edad, si bien el dato más doloroso es que la supervivencia media tras un cáncer de páncreas es escasa; en ningún país del mundo supera el 10% a los 5 años.
El motivo es, como se ha explicado, su rapidez en expandirse y la falta de síntomas claros en casi el 40% de los casos, lo que hace que cuando se detecte sea en estadios avanzados, en los que el tumor rodea venas o conductos biliares, o bien ha pasado a otros órganos (metástasis). En el otro 60% de los casos, en los que la tumoración empieza por la cabeza del páncreas, se pueden producir síntomas tempranos como ictericia, lo que puede conducir a su pronta detección y tratamiento, aunque la supervivencia a los 5 años estará muy condicionada por la capacidad de eliminar el tumor antes de que se extienda.
El reto de tratar los tumores avanzados
En los casos de detección avanzada (fases III y IV), la supervivencia puede bajar hasta el 2-3% a los 5 años, entre otros motivos por la imposibilidad de tratar quirúrgicamente el tumor debido a que está en contacto con, o rodea, venas y conductos biliares, o bien porque haya pasado por metástasis al hígado (más probable) u otros órganos. En estos casos solo se puede aplicar la quimioterapia y la radioterapia, pero las tasas medias de superviviencia son de un año, por lo que se buscan nuevas técnicas que permitan la ablación del tumor sin afectar a los vasos y conductos adyacentes para evitar lesiones que podrían aumentar la tasa de muertes.
“La ablación tumoral es una técnica terapéutica establecida desde hace años en oncología que consiste en eliminar tumores mediante la destrucción directa de los mismos in situ, sin quitarlos, utilizando agujas que se colocan en su interior”, explica el doctor Eduardo Crespo Vallejo, jefe del Servicio de Radiología Vascular e Intervencionista del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, en cuyos quirófanos se ha aplicado con éxito una novedosa técnica de ablación que arroja esperanzas sobre el tratamiento de casos avanzados de adenocarcinoma pancreático.
En el pasado se ha experimentado la destrucción del tumor con técnicas de ablación que implicaban la inyección en el mismo de sustancias químicas, o bien con agujas que provocaban temperaturas muy bajas o muy altas. Pero en todos estos casos la irrigación del páncreas puede verse afectada y por tanto aumenta la mortalidad. Es decir que en ellos se consigue congelar o quemar el tumor, pero también los vasos y conductos que le rodean, inutilizando el órgano.
Electroporación irreversible; intervención exitosa
No es este el caso de la electroporación irreversible, la técnica con la que se ha conseguido tratar de manera exitosa a una paciente de 62 años de la Fundación Jiménez Díaz, que presentaba un intenso dolor refractario a otras técnicas de tratamiento del tumor. “En la electroporación irreversible, para destruir el tumor también se utilizan agujas, pero lo que hacen estas es generar una corriente eléctrica de alto voltaje dentro de un espacio predeterminado; esta corriente eléctrica provoca la muerte de las células al desestabilizar la membrana que las recubre”, explica el doctor Crespo.
“Al no haber lesión por calor, las estructuras anatómicas en la zona tratada, como vasos o conductos biliares, se mantienen íntegros pero despoblados de células, lo que permite tratar tumores no abordables de otra manera por encontrarse afectando a estructuras vitales”, apostilla el facultativo, quien no obstante advierte: “debemos dejar claro que no es un procedimiento indicado en todos los pacientes y hemos de ser rigurosos en la selección de los mismos para identificar aquellos que se pueden beneficiar de la técnica”.
El perfil ideal de paciente candidato a la electroporación es aquel que tiene un buen estado general y una tumoración menor de 3 a 4 centímetros limitada al páncreas, pero que no se puede eliminar quirúrgicamente porque invade las estructuras vasculares de la zona. “Esta característica es la que determina que se considere como un tumor localmente avanzado”, revela Crespo, que termina con un nuevo requisito: “pese a que el tumor se encuentre en un estado avanzado en el lugar que se ha originado, es necesario que no haya invasión de otros órganos distantes, es decir, que no existan metástasis”.