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Ejercicio físico, un paso al frente para revertir las enfermedades crónicas

Mujer mayor haciendo deporte en el parque

Mercè Palau

El ejercicio es bueno para la salud: ayuda en el control del peso, en el aumento de la fuerza ósea, en la flexibilidad… La lista de los beneficios es larga, algo que venimos oyendo desde hace años y continúa igual o más vigente que nunca. Lo dice la Organización Mundial de la Salud (OMS): la actividad física regular ayuda a prevenir y controlar las enfermedades no transmisibles, como las cardíacas, la hipertensión o la diabetes, además de que nos permite mejorar nuestra salud mental y calidad de vida. 

Vivir con una enfermedad o dolencia crónica no es fácil. Desde tratar los síntomas a explorar los distintos tratamientos, el control puede ser complejo y difícil, como lo sabe  el 54% de la población española que, según la Encuesta Europea de Salud en España, es el porcentaje de personas que sufren algún tipo de enfermedad crónica, sobre todo hipertensión, colesterol elevado, artrosis o dolores lumbares y cervicales. Y, aunque es natural centrarse en las intervenciones médicas y los medicamentos como solución para controlarlas, el ejercicio es una herramienta poderosa que, en ocasiones, solemos pasar por alto. 

Los beneficios del ejercicio

Las investigaciones demuestran que el ejercicio tiene un papel importante en el tratamiento y la prevención de numerosas enfermedades crónicas, incluidas la diabetes, las enfermedades cardíacas, la obesidad y la hipertensión. Como reconoce el Doctor Gonzalo Guzzo Merello, jefe asociado del Servicio de  Cardiología del Hospital Universitario General de Villalba, el “deporte, bien hecho y bien entendido es una de las mejores herramientas que tenemos, ya que tiene un impacto positivo prácticamente en todos los órganos del cuerpo”. 

Quizá por este motivo cada vez son más los especialistas que incluyen el deporte como parte del tratamiento médico de enfermedades frecuentes como la migraña, la fibromialgia o la depresión, para las que el ejercicio físico puede mejorar su evolución e, incluso, favorecer su prevención. 

Para Guzzo Merello, la actividad física “hay que promoverla tanto como la dieta mediterránea porque nos va a hacer tener muchas menos enfermedades y, en el futuro, no nos enfrentaremos a muchos de los problemas que atendemos en los hospitales actualmente”.

Los beneficios preventivos son tan significativos que el ejercicio podría considerarse como un “medicamento único” que combina múltiples tratamientos para enfermedades crónicas. Algunas investigaciones indican incluso que la actividad física puede rivalizar con eficacia con los medicamentos que se recetan para tratar las enfermedades crónicas. Es, incluso, tan eficaz como muchas intervenciones farmacológicas para personas que sufren enfermedades crónicas comunes, que se pueden prevenir o retrasar mediante una alimentación adecuada y ejercicio.

¿De cuánto ejercicio estamos hablando? La base debe ser el ejercicio aeróbico cardiovascular sano, como andar, nadar o trotar durante media hora o 40 minutos a un ritmo que podamos asumir, o lo que es lo mismo, que podamos hablar mientras lo practicamos. “No interesa llegar al límite máximo de ese ejercicio porque no es bueno”, advierte el Doctor Guzzo Merello.

El deporte en enfermedades crónicas

El ejercicio físico tiene efectos positivos en muchas enfermedades crónicas. Más allá de los efectos fisiológicos, la actividad física regular ayuda a retrasar la aparición de enfermedades como Alzheimer o Parkinson, a prevenir la depresión o la ansiedad y “puede llegar a reducir el índice de mortalidad en torno a un 20-25%, sobre todo en personas que están mejor entrenadas”, reconoce Guzzo Merello. Buena parte del éxito reside en encontrar el equilibrio perfecto a nuestro estado físico y, en caso de tener alguna enfermedad, seguir las recomendaciones pautadas por los especialistas.

¿Qué ejercicios son seguros? Dependerá en gran medida de cuál es la enfermedad y de lo que recomienda el médico. El movimiento y la actividad ayudan a disminuir el dolor de la fibromialgia, una enfermedad que suele provocar dolor crónico intenso en todo el cuerpo, fatiga, dolores de cabeza, problemas para dormir e incluso depresión. Para las personas que la sufren, el ejercicio físico puede ser una forma para sentirse mejor, sobre todo con ejercicios aeróbicos, entrenamiento de fuerza o estiramientos. 

También se ha documentado bien que el ejercicio moderado puede reducir la frecuencia y la gravedad de los ataques de migraña en algunas personas, una enfermedad neurológica muy limitante que causa dolores de cabeza muy graves. Y esto es posible gracias a que el ejercicio estimula el cuerpo para que libere endorfinas, las hormonas que nos ayudan a sentirnos bien.

El ejercicio físico también es compatible con el asma, una enfermedad que afecta las vías respiratorias y dificulta la respiración de quienes la padecen. Y, aunque pueda parecer contradictorio, hacer ejercicio cuando se tiene dificultad para respirar, puede hacer que el asma sea más tolerable. El ejercicio ayuda a aumentar la resistencia fortaleciendo las vías respiratorias y mejora la capacidad pulmonar. Por tanto, ayuda a controlar la frecuencia y la gravedad de los ataques de asma. 

La hipertensión es otra de las que puede beneficiarse del ejercicio físico ya que fortalece el corazón. Un corazón más fuerte puede bombear más sangre con menos esfuerzo y, por tanto, la fuerza sobre las arterias disminuye, lo que reduce la presión arterial. 

El ejercicio físico también es la base del tratamiento del dolor de espalda crónico, bajo la guía del especialista, que adapta los ejercicios a los síntomas y la condición de cada uno: el pilates puede ayudar a favorecer la flexibilidad; correr ayuda a mantener el tono muscular; el spinning es adecuado para fortalecer la zona lumbar y los estiramientos permiten relajar la zona.

El deporte también es una de las líneas terapéuticas en el tratamiento del cáncer en general, y de forma específica para el de mama. No solo ayuda a calmar los efectos de la quimioterapia sino que también disminuye el riesgo de sufrir pérdida de masa corporal.

¿Qué papel juega el deporte en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)? Se ha demostrado que, en la población infantil con este trastorno, el deporte puede llevar a mejorar el funcionamiento neuropsicológico y se pueden reducir los comportamientos graves tras practicar deporte moderado y vigoroso.

En definitiva, y según el Doctor Guzzo Merello, incorporar el ejercicio físico como hábito, además de seguir una alimentación saludable, puede llevar, en un futuro, a evitar “muchos de los problemas que atendemos en los hospitales actualmente”.

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