Cómo la enfermedad renal acelera el envejecimiento de los órganos vitales

Mercè Palau

Uno de cada diez adultos en todo el mundo padece enfermedad renal crónica, cifras que la convierten en un verdadero desafío de salud pública. En España, afecta al 15% de la población, una prevalencia que ha aumentado un 30% en los últimos diez años. Según datos de la Sociedad Española de Nefrología (SENEFRO), se sitúa entre las diez primeras causas de mortalidad en nuestro país y se prevé que en 2040 sea una de las cinco principales, como refleja el estudio Global Burden of Disease.

A la luz de estas previsiones, resulta fundamental destacar la importancia de promover la detección precoz y prevención de esta patología, sobre la que aún existe un importante desconocimiento, no solo respecto a las funciones clave de los riñones sino, sobre todo, de las consecuencias de perderlas.

Cómo trabajan los riñones

Los riñones son dos órganos clave que realizan funciones vitales para que el organismo trabaje de forma correcta: eliminan el exceso de agua y los productos no deseados disueltos en la orina y se encargan de mantener la cantidad y proporción de sustancias disueltas en el agua de nuestro cuerpo. Además, adaptan la producción de orina en función de la cantidad de comida y bebida que se ha tomado y de la cantidad de salidas que hay a través de las heces y el sudor. Finalmente, producen hormonas que combaten la anemia (EPO) y el envejecimiento (Klotho) y mantienen la salud de los huesos (vitamina D activa).

A través de sus arterias, los riñones reciben gran cantidad de sangre, que circula por unos pequeños filtros llamados glomérulos, que es donde se filtra el líquido que da origen a la orina que eliminamos.

Enfermedad renal, la ‘epidemia silenciosa’

¿Qué ocurre cuando los riñones dejan de funcionar como deberían? “Dejan de producir Klotho —una hormona antienvejecimiento— o no pueden filtrar la sangre como deberían”, explica el Dr. Alberto Ortiz, jefe del Servicio de Nefrología e Hipertensión de la Fundación Jiménez Díaz, que advierte: “Entre las distintas patologías que pueden sufrir los riñones, una de las más importantes es la enfermedad renal crónica, conocida como la ‘epidemia silenciosa’, no solo por el impacto que tiene en la población sino porque existe un gran desconocimiento sobre ella”. 

Cuando la enfermedad empeora, los desechos pueden acumularse en niveles altos en la sangre, suelen aparecer complicaciones como cansancio, palidez, sequedad de piel y picor generalizado, olor o sabor de boca amargo, hinchazón de párpados o miembros inferiores, falta de apetito, náuseas, alteraciones de la orina, debilidad o calambres musculares. 

El aumento de esta enfermedad se asocia sobre todo a hábitos de vida poco saludables y a patologías como la hipertensión arterial, la diabetes, la obesidad, el tabaco o la edad, aunque no deben descartarse otras condiciones como enfermedades hereditarias, anormalidades de los riñones o enfermedades autoinmunes.

Pese a que uno de cada diez adultos europeos tiene una función renal reducida, muchos no lo saben, según la Asociación Renal Europea (ERA), porque solo cuando se pierde una cantidad significativa de esta función aparecen los síntomas, y esta pérdida no se puede revertir.

Envejecimiento, principal consecuencia de la pérdida de función renal

La enfermedad renal aumenta el riesgo de tener enfermedades del corazón y de los vasos sanguíneos, que pueden aparecer lentamente. Incluso una reducción menor en la función renal puede aumentar, ‘silenciosamente’, el riesgo de enfermedad cardiovascular prematura. 

Pero, además, y en palabras del Doctor Alberto Ortiz, la principal consecuencia de la enfermedad renal “es un envejecimiento acelerado, debido a la pérdida de funciones, como la producción de Klotho, que no se sustituyen con la diálisis”. 

En concreto, el experto habla de un “envejecimiento acelerado de órganos vitales, como el corazón y las arterias, ya en las etapas tempranas de la enfermedad renal” lo que aumenta de forma importante el riesgo de envejecimiento acelerado y de muerte prematura. 

Uno de los problemas adicionales de esta patología, como ya hemos visto, es que no presenta síntomas hasta que ya está muy avanzada. “En el momento en el que aparecen síntomas, puede que ya sea tarde”, reconoce la Doctora Soledad Pizarro Sánchez, especialista del Servicio de Nefrología e Hipertensión en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos. 

Todo ello explicaría hasta qué punto es importante la prevención y detección precoz y también el hecho de que la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) considere necesario que todos los hombres de más de 40 años y las mujeres de más de 50, o con menopausia, sepan si pierden albúmina en orina, así como el porcentaje de función de los riñones, a través de un análisis de orina y otro de sangre.

¿Se puede prevenir la enfermedad renal?

Como explica el Doctor Ortiz, el camino para prevenir la enfermedad renal pasa por medidas como evitar el exceso de sal, realizar actividad física de forma regular de 30 a 60 minutos al día, no fumar, mantener unos niveles adecuados de glucosa y de tensión arterial y evitar tomar sin control fármacos que pueden dañar los riñones, como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE).

La alimentación es muy importante para que la enfermedad tenga una correcta evolución y prevenir la aparición de otras enfermedades asociadas. Es clave seguir una dieta variada para obtener todos los nutrientes necesarios, realizando entre cuatro o cinco comidas al día para evitar picar entre horas y evitar el exceso de proteínas porque obligan al riñón a trabajar de forma excesiva, aunque deben incorporarse alimentos como carnes magras, huevos y pescados.

Tanto el hospital mostoleño como la Fundación Jiménez Díaz cuentan con un Programa de Prevención Renal que, a través de Big Data, evalúa analíticas de los pacientes y detecta cuáles tienen un descenso rápido renal significativo para ser valorado. Desde el Servicio de Nefrología e Hipertensión de la Fundación Jiménez Díaz se ofrecen estrategias para ayudar en la prevención renal y poder corregir factores como la albuminuria.