Herpes zóster: un virus latente cada vez más prevalente
Muchos de nosotros pasamos la varicela cuando somos niños. Y en algunas personas, cuando son mayores, este virus varicela-zóster (VVZ) se reactiva a partir de los ganglios sensitivos —pequeñas estructuras del sistema nervioso— dando lugar a lo que se conoce como herpes zóster, una enfermedad caracterizada por una erupción cutánea dolorosa en una zona concreta del cuerpo.
En un estudio del ISCII del Centro Nacional de Epidemiología y del CIBERESP, publicado en Eurosurveillance —perteneciente al Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades—, los expertos hacen referencia al herpes zóster como un problema de salud en aumento en España, asociado sobre todo al envejecimiento y a determinados grupos de riesgo, como personas con patologías o tratamientos crónicos que afectan a su sistema inmunitario.
Durante la COVID se confirmaron casos de reactivación de herpes zóster que durante un tiempo se atribuyeron al efecto inmunológico de las vacunas, aunque esta relación no se ha podido demostrar.
Se calcula que en España tiene una incidencia de tres o cuatro casos por cada 1.000 habitantes, sobre todo a partir de los 50 años y multiplicándose por tres a partir de los 80.
¿Qué causa el herpes zóster y a quién afecta?
El herpes zóster está causado por la reactivación del virus varicela-zóster (VVZ), un miembro de la familia del herpes que afecta a los nervios periféricos y a la piel. Es el causante de la varicela en niños, adolescentes y adultos. Tras la primoinfección, el virus permanece en el sistema nervioso de forma latente y permanente.
No todo el mundo va a desarrollar la afectación neurocutánea, ya que tienen que darse una serie de circunstancias para que esto ocurra. Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), más del 90% de la población de todo el mundo tiene el virus de la varicela-zóster latente o dormido durante años en los ganglios de los nervios dorsales, de los que el 50% de sufrirá una reactivación a partir de los 85 años.
Además, existen factores de riesgo para desarrollar herpes zóster, como estrés, fatiga, un sistema inmunitario debilitado o ciertos medicamentos como corticosteroides o anti JAK.
Herpes zóster, un dolor intenso
Los primeros síntomas, dolor localizado en el trayecto del nervio sensitivo donde se había ‘dormido’ el virus en la primoinfección, suelen preceder entre 10 y 20 días a la aparición de las lesiones cutáneas. Una persona joven con herpes zóster experimenta “hormigueo, ardor o aumento de sensibilidad, mientras que en las personas de mayor edad es más frecuente la presencia de un dolor espontáneo mantenido”, explica la doctora Inmaculada Alcaraz León, jefa asociada del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
En la mayoría de los casos, este dolor se manifiesta en el tórax, lo que en ocasiones puede confundirse en una persona mayor con un infarto agudo de miocardio. En unos días aparece en esa misma zona “una erupción de pequeñas pápulas de 1-2 milímetros que forman vesículas que se agrupan en racimos sobre una base de piel enrojecida”, aclara Alcaraz León. Con los días, las lesiones siguen el trayecto del nervio y hacia los siete días las vesículas se rompen y liberan un líquido y forman costras.
Estas ampollas suelen formar un solo dermatoma y suelen resolverse, como la varicela, en unas cuatro o cinco semanas. En algunos casos puede complicarse y, en tal caso, permanece una sensación dolorosa, ardiente o punzante en la zona afectada, lo que se conoce como neuralgia postherpética. Una situación que puede persistir una vez ya se han curado las lesiones cutáneas y que, en algunos casos, puede durar meses e incluso años, lo que se traduce en una pérdida de la calidad de vida del paciente.
El herpes puede progresar, siguiendo el territorio de la piel comprometida por el nervio. El hecho de que no afecte a todo el cuerpo como lo hace el virus de la varicela se debe a que este permanece inactivo en las células nerviosas del cuerpo.
“La localización más peligrosa es la facial”, advierte Alcaraz León, ya que la presencia de vesículas en la punta nasal nos alerta de riesgo intraocular y habría que acudir al oftalmólogo. Si afecta a los nervios faciales o acústicos puede provocar parálisis facial, pérdida del gusto y síntomas auditivos como vértigo, dolor de oído o hipoacusia. La experta matiza que “hasta un 5% de los pacientes pueden presentar malestar general, febrícula, sensibilidad a la luz o dolor de cabeza”.
El herpes zóster, ¿es contagioso?
“El virus VVZ puede contagiarse por contacto de la piel con el líquido de las vesículas, pero la enfermedad que desarrollan las personas inicialmente sería varicela”, afirma la doctora Alcaraz León. No se pueden contagiar las personas que ya han pasado la varicela o que se han vacunado frente a este virus. En cualquier caso, la doctora aconseja que, en caso de sospecha de herpes zóster, se evite el contacto con embarazadas, lactantes recién nacidos, ancianos y población vulnerable.
Con un diagnóstico precoz, un tratamiento eficaz
Uno de los problemas a la hora de diagnosticar el herpes zóster es que, en sus inicios, puede presentar solo dolor, sin lesiones dermatológicas, lo que retrasa no solo el diagnóstico sino también el tratamiento. Para los expertos, es clave hacerlo durante las primeras 72 horas para poder actuar antes y con eficacia.
Las pautas varían según la edad y el estado inmunológico del paciente. Este debe ser sintomático sobre las lesiones cutáneas para evitar la sobreinfección de las mismas y acelerar el proceso de costra. En personas menores de 65 años suele bastar con valaciclovir o famciclovir durante una semana, acompañado de analgesia y tratamiento local para la exudación y las costras durante siete días. En ancianos o personas inmunosuprimidas la misma pauta se alarga hasta los 10-14 días. Las pomadas antivirales como aciclovir no han demostrado eficacia. En casos graves puede ser preciso el ingreso hospitalario y el tratamiento intravenoso.
El papel de la vacuna en la prevención del herpes zóster
A día de hoy está indicada una nueva vacuna contra el herpes zóster a partir de los 65 años o a partir de los 18 años en pacientes con mayor riesgo —trasplante de órgano sólido o progenitores hematopoyéticos, infección por VIH, tratamiento con fármacos antiJAK—. Esto reduciría el riesgo de desarrollar herpes zóster, que actualmente es de un 30% a lo largo de la vida, llegando al 50% en las personas de más de 85 años.
Debe tenerse en cuenta que la vacuna, que se administra en dos dosis separadas entre dos y seis meses, es profiláctica, es decir, no es útil para el tratamiento una vez se confirma el diagnóstico.